Paco Martínez Soria y Carles Puigdemont

Los dos recuerdan a personajes de comedias, pero mientras que uno defiende la España tradicional, el otro quiere la Cataluña ancestral

Un cateto, un vivales –como dice aquel-, que llega a la capital sobrepasado, desorientado, pero con un objetivo. La ciudad no es para él. Aunque, soportará la confrontación de sus ideas, la brecha sociológica, la incomodidad y el ruido, para solucionar sus problemas.

No, la capital no es para Carles Puigdemont. Pero, salvará todos los escollos para resolver sus dificultades, lo que más le concierne: la amnistía.

La risotada y lo absurdo y la `españolada´ y la `cataluñada´

La cuestión: ¿por qué asocié a Carles Puigdemont con Paco Martínez Soria? Porque, los dos me parecen unos personajes de comedia. Pero, de la Commedia dell´Arte, de tradición carnavalesca, recursos mímicos y habilidades acrobáticas; tramas simples, intrigas, pantomimas, algo de melodrama, estereotipos reconocibles, improvisación y cierto didactismo. Un entretenimiento para el pueblo.

Ahí están las similitudes de los personajes que fingen lo que convenga para llamar la atención, de los que se hacen pasar por lo que no son para obtener beneficios, de los que inventan pequeñas o grandes mentiras, de los que siempre tantean una nueva oportunidad, de los que quieren convertir un lugar en lo que no es.

Un humor que oscila entre la risotada y lo absurdo pasando por la astracanada y la sal gorda. Y vamos de la “españolada” de Paco Martínez Soria a la “cataluñada” de Carles Puigdemont, como si de la misma película se tratara.

Carles Puigdemont juega a ser el presidente de una República que no existe

No es de extrañar que Paco Martínez Soria, afincado en el barrio barcelonés de Gràcia desde su infancia, dijera que el suyo era un humor catalán.

La comedia tardofranquista y la `procesista´

Cambian los escenarios: si Paco Martínez Soria brinda un inventario de los cambios ocurridos durante el tardofranquismo, Carles Puigdemont es un resumen y compendio de la Cataluña iluminada del ‘proceso’. Pero, poco cambia; el uno, defiende la España tradicional; el otro, la Cataluña ancestral.

Catálogo de personajes

Paco Martínez Soria ha encarnado a boticarios arruinados, taxistas que presumen de sus hijos que no son lo que aparentan, contables frustrados cerca de la jubilación, agricultores que venden su melonar para dedicarse a la construcción, curas que quieren atraer a la gente y pequeños propietarios rurales que no saben comportarse adecuadamente en determinados ambientes.

Carles Puigdemont juega a ser el presidente de una República que no existe. Un presidente sin territorio, un fugitivo que aspira a recuperar la grandeza que nunca tuvo, un insurgente que manipula a los ciudadanos para construir una ficción, un predicador que pretende seducir/engañar a los ciudadanos. Un líder con pies de barro, un reyezuelo sin corona. Un vendedor de feria.

La bondad y la honradez y la amoralidad y la burla  

Las diferencias. Paco Martínez Soria interpreta la bonhomía. Carles Puigdemont ejercita la codicia. El primero llega a Madrid con dos pollos para obsequiar a sus familiares. El segundo –que no se atreve a ir a Madrid, porque es un prófugo de la Justicia-, vende los pollos al Gobierno a un precio astronómico.

La bondad y la honradez frente a la amoralidad y la burla. También, la falta de escrúpulos del Presidente del Gobierno que compra dos pollos/siete escaños –precio del mercadeo: amnistía- a cambio de la impunidad.

Del cine de barrio de Paco Martínez Soria a la sala de subastas de Carles Puigdemont. De la sala de espectáculos a la sala de compraventa. Distracción y lucro. Todo vale. Y que siga la función.

La España democrática y la Cataluña autocrática

Si la obra de Paco Martínez Soria es la expresión del choque entre la España urbana y la España rural en que la figura del patriarca agrario defiende la tradición frente al cambio, la obra de Carles Puigdemont es la expresión del choque entre la España democrática y la Cataluña ancestral de vocación autocrática.

Esa Cataluña que se caracteriza por su obsesivo y enfermizo afán de señalar una diferencia identitaria –entre la xenofobia de la diferencia y el chovinismo del bienestar- inventada a la carta, que busca el privilegio por ser quien es, que contrapone lo propio catalán a lo impropio español, que tiene como modus operandi la deslealtad democrática y constitucional, que dinamita en un par de días el Estatut y la Constitución, que busca el conflicto permanente, que apuesta por un unanimismo ideológico que conlleva la sobreexcitación, el recalentamiento identitario, el pensamiento depredatorio y, en última instancia, el ideocidio.

Esa Cataluña, providencialista e inmovilista, incapaz de distinguir la Cataluña real de la virtual, que habita en una ínsula barataria en donde reina la fantasía y la aventura.  

El día de la marmota

El detalle que retener: Paco Martínez Soria interpreta a un personaje y Carles Puigdemont es el personaje. Acabada la función, el primero recupera su auténtica vida, mientras que el segundo sigue en el escenario, en su día de día de la marmota, repasando una y otra vez el mismo guion, con luces artificiales, sin ver el Sol, sin entender la realidad.

Para el primero, la comedia es el contrasentido de la tragedia. Para el segundo, no hay tragedia sin comedia.

Pan, galletas y magdalenas

Cuentan sus biógrafos –Javier Lafuente, por ejemplo- que Paco Martínez Soria era un hombre sin ambiciones que se conformaba con alcanzar unos objetivos modestos.

Se dice que Paco Martínez Soria solía afirmar que él daba al pueblo lo que le pedía: “pan y no galletas y magdalenas”.

Por su parte, Carles Puigdemont sigue empeñado en dar galletas y magdalenas cuando la gente pide pan. Y Pedro Sánchez, a su vez, prorratea galletas y magdalenas a granel a cambio de siete escaños.