¿Cuántos siguen viendo a Puigdemont como el Mesías?
Que Puigdemont sea candidato no es sorpresa. Lo que sí es novedoso es el contexto político y social en el que vuelve a presentarse para ocupar la Generalitat
La pregunta para hacerse en Cataluña es cuántos se han aburrido de Puigdemont y del procés y cuántos no. No hay mucho más porque lo engloba todo. Sin embargo, la respuesta no es sencilla. Las elecciones lo aclararán o, como ocurre últimamente, lo podrán más complicado.
No hay nada nuevo ni original en que Puigdemont sea nuevamente el candidato presidenciable. Lo fue en 2017 y también en 2021. En las elecciones después del 1-O quedó segundo por detrás de Ciutadans. Si al final fue president uno de los candidatos de su lista, Quim Torra, se debió a los 12.000 votos de más con relación a ERC. En las elecciones de 2021 JxCat quedó tercera. Por ello, fue Pere Aragonès presidente.
La novedad de la candidatura
Así que, aunque la memoria sea débil y la intensidad del presente debiliten los recuerdos, su candidatura no es una gran novedad. En cambio, sí lo es el momento preciso en que se presenta, su relación con la sociedad catalana y las circunstancias concretas provocadas por la ley de amnistía.
Durante las últimas elecciones generales en julio pasado, el personaje prototipo de Puigdemont estaba acabado. En realidad, su presencia pública, sobre todo en el espacio mediático de toda España, era muy esporádica.
Eran muchos lo que se preguntaban qué iba a ser de él y como gestionaría su futuro. El mundo político catalán sabía que las circunstancias le habían situado en Bruselas y que de ahí no se iba a mover. De no haberse impulsado la amnistía para elegir a Pedro Sánchez presidente, no estaríamos hablando de todo esto.
Puigdemont, de vuelta bajo los focos
Los resultados de aquellas elecciones le dieron un vuelco a todo y, como ya saben, no es cuestión de repetirlo, Sánchez se convirtió en presidente pactando esa amnistía.
La conferencia de Puigdemont anunciando que sería candidato a fue seguida desde Moncloa con horror y enfado
El grado de considerar que fue una irresponsabilidad va por barrios. Algunos lo consideran un ultraje inconstitucional y otros una forma de pacificar Cataluña. Las declaraciones de las últimas semanas de algunos dirigentes y ministros socialistas evidencian una subjetividad o un interés atrevido.
Lo cierto es que la conferencia de Carles Puigdemont anunciando que sería candidato a la presidencia de la Generalitat fue seguida desde Moncloa con horror y enfado. Aunque es cierto que, por ahí, hay muchos que no parecen enterarse de nada.
Las opciones de voto
Así que aquel que parecía casi inutilizado, Pedro Sánchez ha vuelto a poner en marcha. No todos los consultores socialistas creen que la jugada es negativa. Las declaraciones de Puigdemont pueden alentar el voto socialista a Salvador Illa, piensan esas mismas fuentes. Pero ya saben que en política hay mucho de realismo mágico.
Los que está claro es que existen dos opciones de voto: recuperar donde se quedó el testigo del procés o dejar atrás todo aquello. La sociedad ha cambiado. Los jóvenes que se pudieron unir a aquel movimiento en la calle, más por festivo que por contenido político, están en otras fases de su vida.
Llamaba poderosamente la atención la media de edad del acto convocado por Puigdemont en Elna (Francia), localidad donde se guardaron durante un tiempo las famosas urnas. Una media de edad muy elevada.
Pero unas elecciones siempre son un misterio. Todo queda en manos de las ideas o proclamas que se utilicen durante la campaña. Cuanto más fáciles, mejor.