En 2021, Salvador Illa prometió “pasar página”. Es la única promesa cumplida por un socialista durante el último lustro. Sí, han pasado la página, pero hacia atrás. Gracias al PSOE, esta Semana Santa sufriremos la resurrección de Carles Puigdemont. El prófugo seguirá comiendo mejillones y sufriendo los nubarrones flamencos, porque no huyó en el maletero de un automóvil para arriesgarse ahora a pasar una temporada en la trena. El cobarde no regresará hasta tenerlo todo bien atado, pero sí se dedicará, desde su casoplón de Waterloo, a intoxicar la campaña catalana y a ensombrecer el futuro de su tierra natal.
La candidatura de Puigdemont demuestra la imposibilidad de la moderación nacionalista. Junts es un partido populista y personalista. Es un partido surgido del y para el procés. Su único pragmatismo es vivir del cuento de la independencia a cuenta del gobierno de España. Pedro Sánchez les ha insuflado esperanza.
Les ha devuelto la vida política. Vuelven a soñar con un referéndum de división. Aspiran a la multirreincidencia procesista. Pueden repetir la proeza de expulsar a miles de empresas y hartar a millones de catalanes. Y esta vez lo podrán hacer con total impunidad y bien financiados por el Estado.
Los socialistas negaron la posibilidad de una amnistía. Parecía imposible tal rendición de la democracia. Pero ya está aprobada por el Congreso. Ahora andan el camino en dirección al precipicio nacional, a la confederación asimétrica, como paso previo a la autodeterminación.
Socialistas y republicanos no sólo van de la mano, también hablan y visten igual
ERC lo reconoce hoy, y el socialismo lo defenderá, como siempre, después de las elecciones. Illa asegura que no habrá referéndum, pero el PSC ya lo llevó en su programa electoral del 2012, lo volverá a proponer en los próximos meses y acusará de antidemócratas a quienes nos opongamos. Es su modus operandi.
Las cesiones de Sánchez no han traído la reconciliación entre catalanes, sino la traslación del procés a toda España y la reconversión del PSOE al separatismo lento de ERC. El 12 de mayo los independentistas tendrán muchas opciones a las que votar, desde el supremacismo sin máscara de Aliança Catalana hasta el histrionismo con flequillo de Puigdemont, pasando por ERC y el PSC, dos partidos actualmente indistinguibles. Illa y Aragonès podrán escenificar alguna divergencia pactada los próximos días, pero son buenos hermanos en Barcelona, en Cataluña y en España.
Socialistas y republicanos no sólo van de la mano, también hablan y visten igual. Ya no hay diferencia ni en el fondo ni en la forma. El PSC será el voto útil sólo para aquéllos que quieran llegar a la independencia de Cataluña de manera más o menos ordenada. Promueve la ideología y el lenguaje nacionalistas. Como ERC y Junts, también se enfrenta a la Unión Europea y a los tribunales defendiendo la imposición del monolingüismo en la escuela pública.
No hay dilema. No es Illa o Puigdemont. Y, ni mucho menos, Illa o Aragonès. Los tres son lo mismo. Defienden lo mismo con marcas y marchas diferentes. El socialismo es el separatismo que no descarrila. Que va algo más lento de lo que les gustaría a los de la Declaración Unilateral de Independencia, pero que no se salta ninguna etapa. Va sobre seguro hacia la misma meta. Y ya no disimula.
El PSC y ERC son partidos mellizos. ERC sostiene a Sánchez. El PSC ha sostenido a Aragonès. Y Jaume Collboni se abraza a los independentistas en el ayuntamiento de Barcelona. Tras perder la cuestión de confianza, el pasado miércoles el alcalde anunció que ampliaría el gobierno municipal.
Como si le diera vergüenza o como si fuera algo impuesto, no desveló el nombre de su nuevo partner, pero nadie lo duda. ERC y PSC, tanto monta, monta tanto. La traición consumada. Colauismo estelado, a saber, intervencionismo económico e identitario. Pobre Barcelona. Pobre Cataluña. Pobre España. Sanchismo y procés son ya sinónimos.