Productividad, energía y trabajo
Antes que a la actitud de los trabajadores, la productividad de un país obedece, entre otros factores, a la especialización sectorial de su economía
La semana pasada tuve la oportunidad de asistir a varias sesiones del XIV Congreso de la Asociación Española para la Economía Energética celebrado en A Coruña bajo el lema ‘Transición energética, Industria y Empleo’.
El coche eléctrico resultó ser la estrella del congreso. Posiblemente, también lo haya sido en los trece anteriores. La mayoría de ponentes defendieron el potencial del vehículo eléctrico para crear empleo en un país donde el sector del automóvil supone el 10% del PIB.
El Plan de Acción de 2010-2012 de Miguel Sebastián pretendía alcanzar los 250.000 vehículos en circulación
Igualmente destacaron su capacidad para reducir la factura energética de esta economía tan dependiente del petróleo y para disminuir las emisiones culpables del cambio climático. Un dato relevante: los desplazamientos entre casa y trabajo suponen el primer motivo destacado de uso del automóvil.
Quizás llame la atención el tiempo prolongado que el coche eléctrico lleva ocupando el centro neurálgico de los planes vinculados a la economía sostenible –por definición, la única factible– y el escaso avance que se ha producido en su implantación.
Podemos acordarnos de aquel Plan de Acción 2010-2012 de Miguel Sebastián que pretendía alcanzar los 250.000 vehículos en circulación; tristemente, el ministro dejó su cargo con apenas 400 automóviles eléctricos matriculados.
La productividad de España se ha estancado en 2018 después de veinte años de crecimiento continuado
Y uno, en su ingenuidad, piensa que no debería ser tan difícil: las barreras son conocidas –precio, autonomía, puntos de recarga– y existen múltiples usos que permitirían una implantación amplia –transporte público, mensajería, flotas de empresa–. El propósito del artículo, sin embargo, no es este…
Me centro: coincidiendo con la celebración del mencionado congreso, se ha conocido un dato preocupante para la economía española: la productividad se ha estancado en 2018 después de veinte años de crecimiento continuado.
Debemos recordar que la productividad de un país, antes que a la actitud de los trabajadores, obedece a la especialización sectorial de su economía, al tamaño medio de sus empresas, al uso eficiente de la tecnología y a las condiciones laborales de su mercado de trabajo.
Por condiciones laborales no debe entenderse ‘más horas de presencia por el menor salario posible’ sino el conjunto de circunstancias que estimulan la satisfacción del trabajador y, consecuentemente, un mayor rendimiento. Una de esas circunstancias podría ser el teletrabajo.
Hoy en día, la mayoría de trabajadores pueden desarrollar sus funciones sin necesidad de desplazamiento
El teletrabajo sufre el mismo síndrome de ‘criatura nonata’ que el vehículo eléctrico. Es otra de esas realidades promisorias que no terminan de cuajar. Y no hay nada insalvable que lo impida.
Conozco de cerca unas cuantas experiencias de home office plenamente satisfactorias para trabajador y empresa. La cuestión es que tales iniciativas, a pesar de su éxito, se limitan a media jornada a la semana, a un día completo como mucho. Las organizaciones amagan pero se retraen.
Como ese tenista a quien, tras realizar un gran partido, se le encoge el brazo, las empresas quieren a sus trabajadores cerca y bien agarrados.
¿Para qué está la tecnología?, me pregunto. Hoy en día, la mayoría de trabajadores pueden desarrollar sus funciones sin necesidad de desplazamiento.
Consideremos las herramientas avanzadas de chat online, por ejemplo, que permiten conversaciones orales o escritas, entre dos interlocutores o múltiples, con pantalla compartida, con intercambio de ficheros, con imagen de vídeo, etc.
El ahorro del combustible en España
Teniendo en cuenta la estructura del trabajo en España, alrededor del 60% de los puestos se podrían ejercer desde el domicilio del trabajador. Si la semana se reparte 60% en casa, 40% en oficina, alcanzaríamos un ahorro de desplazamientos del 36% lo que implica el ahorro consiguiente de combustible y la mejora inmediata del tráfico.
El teletrabajo implica, sin duda, la mejora relevante de la productividad laboral y un sustancial ahorro energético.
¿Alguien puede explicar por qué no es un objetivo esencial de la estrategia económica y laboral?