Por qué fracasar es más caro en Europa: innovación y regulación laboral 

La tecnología europea se está quedando atrás de sus competidores a un ritmo alarmante

Hoy la inversión en investigación y desarrollo (I+D) tecnológico en Europa es solo una quinta parte de la de Estados Unidos y la mitad de la de China. La inversión en Inteligencia Artificial es unas cincuenta veces mayor en Estados Unidos que en Europa. La tecnología europea se está quedando atrás de sus competidores a un ritmo alarmante.   

Un informe reciente de los economistas de la Universidad de Bocconi, Yann Coatanlem y Oliver Coste (2024), analiza las razones detrás de esta falta de innovación en las firmas tecnológicas europeas. Su argumento principal destaca que las leyes de protección del empleo son un factor determinante en la brecha de intensidad de I+D entre Europa y Estados Unidos. 

Imaginemos una empresa que intenta innovar y aventurarse en un nuevo sector tecnológico y fracasa. Los fundadores invierten un capital, contratan algunos trabajadores, intentan desarrollar y comercializar la tecnología y, al no obtener los ingresos esperados, asumen las pérdidas y redirigen los recursos a otra área de investigación. Pero, ¿qué pasa si cerrar el programa implica incurrir en costes futuros adicionales? En esa situación, una empresa puede volverse reacia a innovar. 

La economía norteamericana es mucho más flexible que la europea. Coatanlem y Coste describen numerosos ejemplos de cómo las tecnológicas estadounidenses han podido contratar y despedir a decenas de miles de empleados rápidamente y reasignar los recursos con la misma velocidad. Meta, por ejemplo, pausó sus esfuerzos en el metaverso, despidió a 20,000 empleados en pocos meses y redirigió sus inversiones a la inteligencia artificial. Microsoft y Google han realizado movimientos similares, adaptando sus enfoques y recursos rápidamente.  

En contraste, en Europa estos cambios de rumbo son casi imposibles debido a la regulación laboral. Volkswagen, por ejemplo, con sede en Wolfsburgo en Alemania, lleva años tratando de reducir su plantilla sin éxito debido a las restricciones impuestas por el consejo de trabajadores. Los autores estiman que el coste de fracasar, el coste de reestructuración, es unas diez veces mayor en la Europa occidental en relación a los EE.UU. 

Las leyes de protección del empleo en Europa, que dificultan el despido de trabajadores y suelen exigir compensaciones significativas tras el mismo, crean un entorno poco propicio para la innovación disruptiva. Las empresas reaccionan a estas leyes contratando trabajadores externos, incrementando la subcontratación y la deslocalización, y aumentando las inversiones en capital físico para reducir la necesidad de contratar en el futuro. 

«La capacidad de adaptarse y reinventarse es esencial para el crecimiento a largo plazo de las empresas»

Estas regulaciones laborales afectan especialmente a las empresas que buscan desarrollar nuevos modelos de negocio o tecnologías innovadoras, ya que dependen en gran medida de la flexibilidad. En España, donde el mercado laboral es particularmente rígido, los costes de despido son de los más elevados de la UE.

En caso de despido improcedente, la indemnización asciende a 33 días de salario por año trabajado, con un máximo de 24 mensualidades. En caso de despido procedente, la indemnización es de 20 días de salario por año trabajado, con un máximo de 12 mensualidades. 

Foto: Freepik.
Foto: Freepik.

Una solución factible para facilitar la reestructuración empresarial y promover la innovación en España sería extender la aplicación de la regulación del contrato de alta dirección a todos los trabajadores que ganen más de 50,000 euros al año (RD 1382/1985). Esta medida podría fomentar la competencia entre empleadores por los mejores trabajadores, aumentando los salarios y dinamizando la economía. 

Europa tiene buenos resultados en “innovación secundaria”, es decir, aquella que implementa mejoras incrementales de productos existentes, como ocurre en empresas como Michelin, pero tiene dificultades con la “innovación primaria”, la que inventa nuevos productos, donde la tasa de fracaso es mayor y, por lo tanto, la penalización esperada por reestructuración también.

Entre las grandes empresas, entre 2014 y 2019, los rendimientos medios del capital invertido fueron un 20% más bajos en la UE que en los EE. UU., y el 90% de estas diferencias se debe al sector de las tecnologías de la información y comunicación (TIC) y al sector biofarmacéutico. 

Los elevados costes de reestructuración en Europa desincentivan a las empresas de realizar inversiones arriesgadas en nuevas tecnologías. Coatanlem y Coste calculan que los costes de reestructuración llevan a una tasa interna de retorno cuatro puntos más baja que en países con legislación laboral más flexible. Esta diferencia se refleja en los índices de retorno de capital de riesgo, donde la UE ha tenido un rendimiento significativamente menor que Estados Unidos. 

«Europa tiene buenos resultados en “innovación secundaria”, es decir, aquella que implementa mejoras incrementales de productos existentes»

Sin embargo, no todos los países europeos comparten nuestras rigideces: como hemos discutido en artículos anteriores, el modelo danés, popularmente conocido como flexiseguridad, ofrece una alternativa que combina protección laboral y agilidad empresarial, proporcionando un seguro de desempleo y programas de formación para los trabajadores. Dinamarca es hoy el líder en innovación en la UE según métricas de la Comisión Europea, con gigantes como Maersk, Lego o Novo Nordisk. 

Según Cette y López (2018), flexibilizar la legislación laboral de los países europeos al estilo estadounidense (o danés) aumentaría la intensidad de la I+D en Francia en un 54%, en Italia en un 41%, y en España, Alemania y los Países Bajos entre el 30% y el 35%.

Para cerrar la brecha tecnológica y fomentar la innovación disruptiva, Europa necesita abordar sus leyes de protección del empleo. Aunque la reforma de esta legislación es un tema sensible y complejo, implementar medidas que proporcionen flexibilidad laboral sin sacrificar la seguridad de los trabajadores podría ser la clave para revitalizar la competitividad tecnológica europea. 

La capacidad de adaptarse y reinventarse es esencial para el crecimiento a largo plazo de las empresas. Si Europa desea generar campeones tecnológicos que lideren la carrera por la innovación global, es imperativo que permita a sus grandes firmas fracasar sin enfrentar costes insostenibles. 

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