Política ambiental y arbitrariedad
"La sufrida ciudadanía barcelonesa solo puede aspirar a que se destierre la arbitrariedad que habían impuesto los Comunes como norma. Claro que con Colau en el gobierno, el problema pasará a ser nacional. Mal de muchos,… "
Pues resulta que una magistrada de lo Contencioso Administrativo ha decidido que, efectivamente, la manera como se ha ejecutado la pacificación (vaya cursilería de término) de la calle Consell de Cent de Barcelona, no se ajusta a derecho, ya que la magnitud de lo llevado a cabo va mucho más allá de lo que permiten unas meras licencias de obras. Implicaría una modificación encubierta del Plan General Metropolitano. ¿Sorpresa? Ninguna.
Es un argumento que se había repetido hasta la saciedad, pero la ínclita Colau y su corte de los milagros hicieron oídos sordos a los argumentos. Aducían que el proyecto estaba avalado por la Generalitat (comentario del que firma: todos sabemos lo poco que le importa Barcelona al gobierno autonómico, empezando por el déficit no pagado).
Ante la sentencia, han salido en tromba los fans de la exalcaldesa, agrupados en gran parte en la canija edición catalana de un rotativo, tergiversando la noticia hasta lo indecible, con una monopolización de la noticia que suena a censura. Al menos en la edición nacional hay cierta tolerancia hacia los discrepantes.
Nos recuerdan, por ejemplo, los muertos por contaminación que hay cada año en la Ciudad. Como si la “pacificación” de la calle de marras, sin que haya disminución de los vehículos en circulación, arreglara algo. Si acaso es posible que disminuya el número de fallecidos por esa causa en el llamado eje verde creado, pero es probable que vayan a aumentar en las vías que han absorbido el tráfico. Y dejemos de lado el problema de los decibelios.
Se trata de argumentos totalmente demagógicos, faltando a la verdad, de lo cual deben ser conscientes los que lo firman
Se trata de argumentos totalmente demagógicos, faltando a la verdad, de lo cual deben ser conscientes los que lo firman (no los creo tan tontos como para no apercibirse); pero, una vez más, se utiliza la táctica de tratar de convertir en verdad una mentira, a fuerza de repetirla. ¿Les suena el planteamiento? Se ha llegado a acusar de negacionistas del cambio climático a los que creen (mejor, creemos) que la sentencia ha venido a corregir una arbitrariedad manifiesta. Barra libre.
Que yo sepa, ninguno de los técnicos urbanistas, ni otros profesionales, que denunciaron el pucherazo colauista, ha negado nunca el cambio climático. Como tampoco están contra la necesidad de promocionar el transporte público, por ejemplo, a fin reducir el número de vehículos privados en circulación en toda la ciudad; no solo para unos privilegiados. Promoción que ha brillado por su ausencia en los últimos ocho años de gestión municipal.
Prueba empírica: cronometrar el tiempo de espera en las paradas de autobuses. Porque en nuestra ciudad o vas en bicicleta o te… Por cierto, ¿alguien ha visto a la Alcaldesa pedaleando o utilizando transporte público durante esos ocho años? En realidad, los paladines de doña Ada (sin h) están aplicando simplemente una máxima con cierto tufillo totalitario: el fin justifica los medios.
Hablemos claro. Ese desprecio por las leyes, fruto de un ideologismo prepotente, a cuyo resultado intenta poner remedio la sentencia, no es nada nuevo ni entre los Comunes, ni entre sus amiguetes del resto de España. En la Ciudad podríamos recordar el episodio de la recogida de basuras en Sant Andreu. Pero por supuesto, el plumero se lo lleva un hecho de carácter nacional, que no es otro que Irene Montero y su ley del solo sí.
También en ese caso llovieron advertencias sobre la chapucería con la que había estado redactada. Ni caso. Hasta que se impuso la realidad (docenas de violadores excarcelados) y se llevaron a cabo las modificaciones pertinentes, producto de un acuerdo, quiero remarcarlo, entre los dos grandes partidos nacionales. Otro gallo nos cantará si dicho tipo de acuerdos menudearan. Eso sí, no sin que antes los críticos con la ley, o los propios jueces, fueran tratados poco menos que de machistas o fascistas. Pues bien, preparémonos a mucho más de lo mismo si algún tribunal decide, digamos “valorar” la aventura bruselense de doña Yolanda, la sonrisa del régimen.
Preparémonos a mucho más de lo mismo, si algún tribunal decide, digamos “valorar” la aventura bruselense de doña Yolanda, la sonrisa del régimen
¿Consecuencias prácticas de la sentencia? Con efectos retroactivos, ninguna. Ya adelanté en un artículo anterior, en este mismo medio, que si se producía lo que ha ocurrido, no habría marcha atrás. Se había trabajado aceleradamente para poder gozar de los beneficios que reporta el hecho consumado. Quizá alguna concesión sobre la circulación en Consell de Cent, más simbólica que real. Pero el pelotazo, con todas sus consecuencias especulativas, va a quedar como estaba.
Aumento de precios en la calle “pacificada” y depreciación en las perjudicadas; depreciación acompañada de ruido y contaminación. Tampoco tiene que temer la señora Colau por su brillante porvenir como ministra de vivienda (utilizo el femenino; no me vaya a caer un puro). Que una culpable de semejante desaguisado se la deje de considerar candidata a un puesto en el gabinete, solo pasa en los gobiernos serios existentes en otros países. Además, como habrá que contentar a toda la morralla agrupada por la señora Díaz, ya no vendrá de un ministerio.
Y ese efecto nulo de la sentencia también porque la oposición no puede presumir de haber ejercido como tal. Y el actual alcalde se ha pasado las dos legislaturas, descontado el tiempo en que fue sacado a patadas, mirando hacia otro lado en este asunto y en otros.
La sufrida ciudadanía barcelonesa solo puede aspirar a que se destierre la arbitrariedad que habían impuesto los Comunes como norma. Claro que con Colau en el gobierno, el problema pasará a ser nacional. Mal de muchos,…