Polarización ideológica y soledad: un círculo vicioso
La polarización política-ideológica no solo está transformando el panorama político mundial, sino que también está erosionando las relaciones afectivas y matrimoniales
La polarización ideológica ha alcanzado niveles sin precedentes en los últimos años, y sus efectos se extienden más allá de la esfera política, impactando también en las relaciones afectivas. Uno de los síntomas de esta polarización es la divergencia del voto por género (o estatus marital) entre los jóvenes.
En las elecciones legislativas alemanas de la semana pasada, la mayoría de las mujeres jóvenes optaron por la izquierda postcomunista de Die Linke, mientras que los hombres jóvenes apostaron por la extrema derecha de AfD. Esta tendencia se refleja en muchos otros lugares: en España, más del 64% de los votantes de Vox son hombres, mientras que solo un 35% son mujeres. En EE. UU., Reino Unido y Alemania, hay un 30% más de mujeres con ideas progresistas que hombres. Esta diferencia es aún mayor en China, Corea del Sur y Túnez.
Esta brecha ideológica se ha abierto significativamente entre los jóvenes de la generación Z, nacidos a finales del siglo pasado o a comienzos del actual. Hasta hace apenas seis años, no había diferencias políticas significativas entre mujeres y hombres de entre 18 y 30 años. Sin embargo, desde entonces, la distancia se ha ido ampliando. Las mujeres tienden cada día más hacia la izquierda, mientras que los hombres se inclinan hacia la derecha.
La polarización no solo dificulta la coexistencia pacífica en el ámbito político, sino que también afecta las relaciones personales y matrimoniales. En países como Polonia, la “guerra de sexos” ha avanzado en paralelo al desplome de las tasas de matrimonio. En Corea del Sur, la misoginia ha aumentado, exacerbando la segregación por sexos en ambientes laborales y sociales. La amenaza de ser acusado de acoso o agresión sexual ha podido aumentar la segregación por sexos en ambientes laborales y reducir el feedback que reciben las mujeres jóvenes.
La pregunta obvia es si esta disminución en el emparejamiento se debe a diferencias ideológicas cada vez más marcadas o si, por el contrario, estas diferencias ideológicas están creciendo precisamente porque la ausencia de parejas y matrimonios impide la desradicalización.
Para abordar esta cuestión, primero debemos considerar cómo ha cambiado el panorama de las relaciones en la era digital. Las redes sociales han transformado la manera en que los jóvenes se conocen y se relacionan. Aunque estas herramientas han facilitado el contacto inicial, también han contribuido a una mayor segmentación y polarización. Los algoritmos de estas plataformas a menudo refuerzan las preferencias y prejuicios preexistentes, creando burbujas o cámaras de eco ideológicas que dificultan la exposición a perspectivas diferentes.
En este contexto, es plausible argumentar que las diferencias ideológicas están jugando un papel significativo en la disminución de la tasa de emparejamiento. La politización de la vida diaria, donde casi cualquier aspecto de la existencia puede ser visto a través de un lente ideológico, ha llevado a que los jóvenes sean más selectivos y menos dispuestos a comprometerse con alguien que no comparta sus valores y creencias. Esta tendencia se ve exacerbada por la creciente radicalización de ideologías que se observa en muchas sociedades occidentales.
Sin embargo, es igualmente importante considerar la hipótesis contraria: la idea de que la falta de emparejamiento contribuye a la radicalización ideológica. Las relaciones de pareja tienen un efecto desradicalizador. Estar en una relación con alguien que tenga diferentes perspectivas puede suavizar posturas extremas y fomentar la comprensión y el compromiso. La intimidad y la convivencia requieren de una negociación constante de valores y creencias, lo que puede moderar las posiciones ideológicas de las personas involucradas.
Se está produciendo una disminución de las tasas de matrimonio, un aumento de las relaciones fluidas y temporales. En España se producen una media de 100.000 divorcios al año y un elevado número de separaciones de parejas de hecho. En 2023 se celebraron menos de la mitad de matrimonios por cada 1.000 habitantes que en 1975. Mientras que en 2010 había un 43% de mujeres emparejadas y otro 20% de casadas, en 2023 fueron 30% y 11%, respectivamente. 4 millones de españoles son usuarios de aplicaciones de citas.
La ausencia de estas relaciones, por tanto, puede privar a los jóvenes de una importante fuente de moderación y equilibrio. En un escenario donde las interacciones cara a cara son reemplazadas por interacciones virtuales más polarizadas, la posibilidad de que los jóvenes se radicalicen aumenta. Sin la experiencia de compartir la vida con alguien de diferentes creencias, es más fácil caer en patrones de pensamiento homogéneos y extremistas.
Las investigaciones en psicología social apoyan esta noción. Estudios han demostrado que las relaciones interpersonales cercanas, como las que se desarrollan en el contexto de una pareja, son cruciales para el desarrollo de la empatía y la comprensión hacia otros. La falta de estas relaciones puede llevar a una mayor rigidez en las creencias y a una menor disposición a considerar puntos de vista alternativos. De hecho, como mínimo en Estados Unidos, lo que muestran los datos no es una divergencia entre hombres y mujeres sino una polarización ideológica entre casadas y solteras (Pew Research Center, 2024).
«La frustración y la incapacidad de mejorar su estatus social lleva a muchos jóvenes a desarrollar una actitud hostil hacia el otro sexo»
La precariedad laboral y el resentimiento económico también juega un papel crucial en esta polarización. El crecimiento de la mentalidad de suma cero se ha registrado en las dos últimas décadas. Las generaciones jóvenes tienden a concebir las interacciones como un juego de suma cero en mayor medida que las generaciones adultas (Ali et al, 2025).
La frustración y la incapacidad de mejorar su estatus social lleva a muchos jóvenes a desarrollar una actitud hostil hacia el otro sexo. Los hombres jóvenes no satisfacen sus expectativas de alcanzar un estatus social elevado y, cuando no lo logran, reaccionan agresivamente, optando por posiciones más reaccionarias.
Por otro lado, las mujeres jóvenes también experimentan resentimiento económico, lo que las lleva a gravitar hacia opciones más radicales. A pesar de tener más estudios y oportunidades laborales que sus madres, las mujeres jóvenes no son necesariamente más felices (Stevenson & Wolfers, 2009). Como señala Alice Evans, investigadora de la desigualdad de género en King’s College London, la dificultad de “casarse hacia arriba” debido al mayor nivel de formación de las mujeres en general y la igualdad en el acceso a los puestos de trabajo complica aún más la situación.
En conclusión, la polarización política-ideológica no solo está transformando el panorama político mundial, sino que también está erosionando las relaciones afectivas y matrimoniales. La relación entre la caída en la tasa de emparejamiento y el aumento de las diferencias ideológicas entre los jóvenes es bidireccional. Por un lado, las crecientes diferencias ideológicas pueden estar dificultando la formación de parejas, mientras que, por otro, la falta de relaciones de pareja puede estar contribuyendo a la radicalización ideológica. Ambos factores se retroalimentan en un ciclo que refuerza la polarización y la segmentación social.