PNV y PSOE, unidos por el mismo olor
La estrecha relación entre socialistas y nacionalistas vascos se mantiene sólida, aunque las crisis de corrupción huelan a diferente grado para cada uno
El PSOE ha llegado a tal grado de identificación con el nacionalismo que se podría decir que conviven como un matrimonio que se soporta sin que el paso del tiempo haga pensar en una ruptura. Todo lo contrario. Creo que fue Woody Allen quien distinguió los matrimonios en dos clases: los que acaban bien y los que duran toda la vida. Pues el de los socialistas con el PNV lleva camino de ser de los segundos. Siempre, claro está, que EH-Bildu no acabe metiéndose en la cama y fuerce el divorcio. Pero si los números dan, volveremos a tener un lehendakari nacionalista apoyado en la muleta del socialismo. Lo de siempre, vamos.
Este matrimonio tiene ya tal grado de confianza, complicidad y aceptación que uno huele las flatulencias del otro como si salieran del mismo organismo. Y esto en política es muy importante. Solo así se entiende que Andoni Ortúzar, líder del PNV, diga que renueva su confianza en el PSOE de Sánchez porque el “caso Koldo” no es tan grave ni llega al nivel de la “Gurtel”. Y esto tiene una explicación científica: está demostrado que mientras los gases de otros nos generan repugnancia, los nuestros no nos parecen tan malos. Esto está relacionado, por lo visto, con las bacterias de nuestro cuerpo. Pasa como con el olor corporal y la transpiración. Estamos tan acostumbrados a convivir con nuestra propia sudoración que asumimos como normal, lo que a otros no les hace ninguna gracia.
Este matrimonio tiene ya tal grado de confianza que uno huele las flatulencias del otro como si salieran del mismo organismo
En el caso que nos ocupa, el PNV y el PSOE actúan como un mismo cuerpo. Como ese matrimonio que cuando llega el frío se arrebuja debajo de la manta compartiendo amor, calor y olor. Sobre todo olor. Son tantos años juntos, convirtiendo las inquietudes del otro en propias que, aquí sí, se ha hecho de la necesidad, virtud. Pero hay que recordar que no siempre fue así. A finales de los años 80, cuando se fraguaron los primeros acuerdos entre los socialistas vascos y el PNV, Xabier Arzalluz, histórico líder jeltzale, reconoció que habían tenido que gobernar tapándose la nariz. Se habían conocido los primeros procesamientos por los GAL. Aquel atajo que tomaron algunos destacados socialistas de la época para acabar con ETA, pero que solo sirvió para generar terror y dolor a muchos inocentes y para alargar la vida de la organización terrorista.
Pero esa repugnancia inicial hacia la flatulencia del socio se ha ido superando con los años. Hasta el punto incluso de que los gases que emana ahora el “corpus” socialista, el PNV los asume prácticamente como propios. Incluso el “caso Koldo” tiene un cierto aroma autóctono. Huele a leña del hogar. La que ha cortado el aizkolari para alimentar la lumbre de un puchero en el que todos meten la cuchara. O el cucharón.
La corrupción que llevó a la moción de censura del Gobierno de Mariano Rajoy fue un cuesco de bebé comparado con todo lo que ya ha salido del “caso Koldo”, el “caso Armengol”, “caso Illa”, “caso Delcy”, “caso Begoña”… Y lo que nos queda por ver. Pero al PNV nada de esto le huele a podrido. Bueno, sí, un poco. Pero no es alarmante. Nada que empuje a los de Ortúzar a tener que taparse la nariz, como hacía Arzalluz. Por lo visto es cuestión de acostumbrarse. Como los socialistas, han tenido que adaptarse también a las flatulencias de un nacionalismo con aerofagia.
Pero ya saben, a los únicos a los que todo esto nos huele muy mal es a los demás.