El perejil de las salsas socialistas
Todo el entorno familiar, partidista y gubernamental de Sánchez está salpicado de fango y cutrerío
Víctor de Aldama, el condecorado, era el perejil de todas las salsas socialistas. Estuvo en el encuentro prohibido entre la criminal Delcy Rodríguez y el apestado José Luis Ábalos. Estuvo en el pestilente rescate multimillonario de Air Europa. Y estuvo en la pandemia de corruptelas con las mascarillas. ¿Estuvo también en los patrocinios de la cátedra sin licenciatura? Lo sabremos en los próximos actos.
Ahora canta las mordidas a Koldo García, Santos Cerdán y Ábalos, la otrora guardia de corps de Pedro Sánchez. Y sigue cantando, ante el juez instructor, nombres de ministros y gabineteros. Todo un festival de sobornos. Menuda inventada, clama el mayor inventor de bulos del reino. Pero, ¿qué dices, Pedro? ¿Menuda inventada? ¡Menudo libreto! Tu hermano imputado podría componer con él la ópera de tu vida y, así, cerrar el círculo de la trama con más aplausos de tu claque.
¡Gran actuación! Aplausos. Los diputados socialistas ya aplaudían la semana pasada a Cerdán como meses antes habían aplaudido a Ábalos, todo en el gran teatro del Congreso de los Diputados. En pie. Aplausos. Aplausos sobreactuados. Aplausos que silencian el acojone interior.
Los socios, sin embargo, no aplauden, pero apoyan sin vergüenza. Sacan adelante el paquete fiscal. Consolidan a Número Uno. PNV y Junts condecoran, así, a quienes condecoraron a Aldama. Atan su credibilidad al peso muerto de un sanchismo que se hunde en una charca ponzoñosa. Se hacen cómplices de todo, a saber, de las conexiones caribeñas, de los pagos en metálico y en especie, de rescates y patrocinios, del ambicioso autócrata y su avariciosa esposa.
Todo el entorno familiar, partidista y gubernamental está salpicado de fango y cutrerío. ¿Será Su Persona el único honesto? No. Sánchez tiene menos verdad que un bot de Putin. Nadie le cree, pero es útil para muchos. Primero, para el PSOE. Si alguien espera una reacción de dignidad en ese partido, puede sentarse cómodamente en un sillón. Pierda toda esperanza.
En el 41º Congreso Federal del PSOE habrá aplausos. Más aplausos en Sevilla. También sobreactuados. ¿Continuará Cerdán? Es la única duda, pero al Puto Amo no se le toca. Se le teme. Y se le aplaude como si toda personalidad propia se hubiera diluido en una masa clonada de mariajesusmonteros. Acríticos. Sumisos. Eternamente agradecidos.
Apoyado por sus socios y por los medios
Tampoco los socios van a mover un dedo para regenerar la democracia. Los enemigos de España nunca se han visto en una así. Tienen a un presidente del gobierno débil, acorralado, arrodillado y dispuesto a ceder ante cualquier chantaje con tal de mantenerse aforado.
En el PSOE afirman que no van a permitir que “la agenda política la marquen delincuentes confesos”. Y Carles Puigdemont se troncha en el palacete de Waterloo. “La mentira no puede salir gratis”, gime el ministro de Política Territorial. Y ahora es Sánchez el que se desternilla en el palacio de la Moncloa. La disfuncionalidad creciente del Estado es el proyecto del actual separatismo y han encontrado en el PSOE a un ejecutor obediente y eficaz.
Los socios atan su credibilidad al peso muerto de un sanchismo que se hunde en una charca ponzoñosa
Pero no solo los socios apoyan esta decadencia. La clerecía mediática se afana en tapar la caída. El día del cante de Aldama, La Sexta programaba documentales sobre Franco non-stop. Me temo que el francomodín empieza a ser contraproducente por risible. Convirtiéndose en la mejor parodia de sí mismos, se lo ponen difícil al gran Juan Carlos Ortega.
Más aplausos. El País titulaba ayer, en grande, que la desinformación pone en riesgo la democracia. ¿Nos lo dicen o nos lo cuentan? ¿Lo denuncian o lo afirman con orgullo? El Equipo de Opinión Sincronizada anda a trompicones con las caderas rotas por tanto cambio de opinión de su jefe. Franco. Fascismo. Ultraderecha.
No preguntes y grita: el machismo mata más que el coronavirus, y la oposición acabará con la democracia. Les funcionó en el pasado y repetirán la jugada mientras les funcione: la polarización inducida es el muro sanchista que impide el paso a la responsabilidad.