Registra las pérdidas en varias etapas y antes de que finalice la música
Tras superar las siguientes etapas, damos por finalizado el agujero en los balances de los bancos, uno de los grandes pecados de la crisis
Los pecados de la crisis todavía no están saldados y afortunadamente Europa sigue tutelando su purga.
El agujero en los balances de las entidades financieras fue tan profundo que no hubo más remedio que registrar las pérdidas en varias etapas, pues, de otro modo, el sistema financiero español hubiese quebrado.
Primera etapa
En plena crisis se evidenció que las entidades financieras poseían una gran cantidad de activos inmobiliarios que estaban contabilizados a un valor muy superior al de mercado. Este desequilibrio empujó al gobierno de Rajoy a promulgar los reales decretos de 2012, los denominados Guindos I y Guindos II.
El objetivo no era otro que obligar a los bancos y cajas a realizar importantes provisiones, que se quedaron cortas para reflejar el verdadero valor de los activos, pero que resultaron más que suficientes para quebrar algunas entidades. Estas provisiones forzosas constituyeron la primera etapa de registro de pérdidas.
Segunda etapa
Lo que en 2012 el gobierno español calificó de «ayuda financiera» fue un rescate en toda regla, por importe de 50.000 millones de euros. Una «ayuda» que tuvo por objetivo sanear las entidades financieras que no pudieron hacer frente a las provisiones exigidas por Guindos I y II.
A cambio de los 50.000 millones de euros prestados, Europa exigió la constitución de un vehículo independiente que adquiriese, a descuento, los activos de las entidades financieras rescatadas, para gestionarlos y liquidarlos posteriormente.
Este vehículo se denominó Sareb y protagonizó la segunda etapa de registro de pérdidas.
Sareb nació con el objetivo de morir en 15 años
Existe un consenso prácticamente generalizado en que la constitución de Sareb fue absolutamente necesaria para salvar al sistema financiero y, por ende, para salvarnos a todos nosotros, pues de otro modo, el circuito del crédito no se habría restablecido en años.
Conviene recordar que Sareb nació con el objetivo de morir en 15 años, plazo del que dispone para vender todos los activos y recuperar, en la medida de lo posible, el dinero público invertido.
Así pues, el objetivo del también conocido como banco malo es desaparecer en 2027 sin haber costado un euro al contribuyente. A día de hoy ya sabemos que Sareb nos costará dinero, aunque es pronto para saber cuánto. Ésta será la última y cuarta etapa del registro de pérdidas.
Tercera etapa
Actualmente nos encontramos en la tercera etapa del proceso: la venta de los activos inmobiliarios que aún permanecen en el balance de los bancos.
Desde que se inició la recuperación, tanto Sareb como los bancos que no tuvieron necesidad de rescate, han tratado de vender todos los activos posibles al precio más alto permitido por el mercado: unas veces a pérdida y otras a beneficio.
El BCE está apremiando a la venta acelerada porque constata que los valores inmobiliarios están estabilizados
Esta venta al cliente finalista constituye un auténtico alarde de «ingeniería de procesos», pues se trata de un volumen ingente de activos diseminados por toda la geografía española.
Recientemente, sin abandonar la venta al detalle, se está llevando a cabo una nueva estrategia para el desagüe de estos activos, que viene auspiciada por el Banco Central Europeo (BCE): la venta de grandes carteras de activos a una sola mano.
Banco Santander, BBVA, Caixabank, Banc Sabadell, y por supuesto, Sareb, han protagonizado estas ventas masivas, que en los últimos siete meses han alcanzado los 77.800 millones de euros, y es probable que al finalizar el año, lleguen a los 100.000 millones de euros.
Estas ventas de carteras, a importantes descuentos, parecen obedecer la siguiente consigna: «en cuanto cese la música, ni un activo viejo en el balance».
En mi opinión, el motivo por el cual el BCE está instando la venta acelerada, no es porque anticipe una nueva crisis, sino más bien, porque constata que los valores inmobiliarios están estabilizados, de modo que cada vez tiene menos sentido trabajar la filigrana que supone la venta al cliente final, que, aunque reporta un margen superior, se dilata mucho en el tiempo.
Conforta pensar que se está acelerando «la limpieza». Aunque rememorando todo lo que hemos vivido, es fácil sentir vértigo ante la irresponsabilidad colectiva que provocó tamaño agujero.
No lo olvidemos para no repetir. Pero por si a caso, esperemos que Europa no nos deje solos. Me temo que no tenemos remedio.