En las peores manos
Quien depende de Carles Puigdemont, lo mínimo que puede hacer es callarse cuando en la sala se habla de democracia
España está en las peores manos y en el peor momento. Tras perder las elecciones, Pedro Sánchez quiso ser presidente a toda costa y esa ambición insana regaló la gobernabilidad de la nación a aquellos que quieren destruirla. Ante las horas más oscuras de Occidente, el gobierno español depende de aquellos que quieren un Estado más débil y una sociedad más dividida, porque ese, y no otro, es el fin de los separatismos y ese, y no otro, es el medio de las izquierdas populistas. Cuando el viejo orden mundial agoniza, y España necesita un gobierno en el que se pueda confiar, el partido socialista nos sitúa en el lado más frágil de la Historia.
Y lo hace con orgullo. No contento con sembrar cizaña por toda la península, ahora pretende llevar la polarización a una escala mundial. Sánchez se presenta ridículamente como el líder del antitrumpismo intergaláctico. Insulta al presidente de los Estados Unidos, como antes insultó a la primera ministra italiana y al presidente argentino. Sin embargo, él, que habita en la Moncloa gracias a quienes perpetraron un golpe a la democracia, no puede predicar con el ejemplo. Quien depende de Carles Puigdemont, lo mínimo que puede hacer es callarse cuando en la sala se habla de democracia.
Sí, ya sabemos que el prófugo no consigue todo lo que quiere. Ya sabemos que sus afrentas no duran más de 8 segundos. Ya sabemos que la bala de plata siempre acaba disparándosela en el pie. Ya sabemos que, por mucho que vocifere desde Waterloo, es rehén del sanchismo. Ya sabemos, por lo tanto, que la proposición no de ley (PNL) de Junts, que exige una cuestión de confianza, es pólvora mojada. No tiene efectos jurídicos. No es vinculante.
Ya sabemos que, si Junts pretende evidenciar la debilidad del Gobierno Sánchez, llega tarde. Lamento decirles (en realidad no lo lamento) que eso ya lo sabemos todos los españoles. Ya sabemos que el desgobierno socialista anda parapetado detrás de su propio muro; un muro que corre el peligro de derrumbe inmediato, ya que fue construido con los peores materiales, a saber, avaricia y discordia. Sin embargo, las actuales negociaciones entre el PSOE y el partido de los fugitivos en Suiza no presagian nada bueno para los españoles, siendo una prueba más de que la brújula moral socialista siempre apunta en dirección equivocada.
La brújula moral socialista siempre apunta en dirección equivocada.
El debate de la PNL será mañana y la votación, si no se retira la proposición, el miércoles. Veremos. En Junts dicen que van en serio, porque Sánchez les ha mentido y no cumple con lo pactado. Permítanme que me ría un buen rato: ¿cuándo ha dicho Sánchez una verdad? ¿Cuándo la ha dicho, por cierto, Puigdemont? Entre trileros, o troleros, anda el juego. Mantienen ficciones para sus aficiones. Nada más. Y nada menos, ya que el desprestigio de las instituciones y la desconfianza en la política no son buenos refugios ante la tormenta geopolítica que se nos viene encima.
Con todo, la cuestión importante no es la de la inverosímil confianza, sino la de la inmigración. Esa es la clave de la negociación: la cesión integral de la gestión de dicha materia. Y, sí, ya sabemos que, en el fondo, para Junts inmigrantes son la gran mayoría de los catalanes, entre ellos, prácticamente todo el electorado socialista. La cuestión formal no es menos grave: la cesión incluiría la expedición de los NIE por parte de la Generalitat de Cataluña y el control de las fronteras por parte de los Mossos d’Esquadra. España daría así un paso inconstitucional hacia la confederación, siendo esta un paso inevitable hacia la ruptura.
¡Qué terrible paradoja! Con un Junts tan débil, el separatismo avanzaría hacia la consecución de sus objetivos; algo que no consiguió con todo aquel utópico procés. Con un Junts tan miedoso, el socialismo podría sacrificar elementos fundamentales de la soberanía nacional. Sí, con un Junts miedoso, porque los puigdemónicos tienen tanto miedo a los tuits de Sílvia Orriols (“jo cauré a Ripoll, però tu cauràs a Catalunya”) como miedo tuvieron a los de Gabriel Rufián (“155 monedas de plata”). Suele ocurrir con la falta de principios. En el pasado se abrazaron ideológicamente a la CUP para impulsar el procés, y en el presente tontean con Aliança Catalana para sobrevivir.
Temen a Orriols, porque el electorado separatista sabe que ella nunca se metería en el maletero de un coche, como tampoco huiría por las alcantarillas. No obstante, esa cobardía de Puigdemont es gasolina para la desacomplejada tendencia del PSOE a demoler la Constitución. ¡Otra terrible paradoja! La alcaldesa de Ripoll marcándole la agenda, en última instancia, a Sánchez, al autopercibido líder antrumpista. En fin, en un momento en el que Europa necesita unión, nuestro país ofrecerá el peor ejemplo de fragmentación.