Hay que pensar despacio cuando esté en juego el dinero
El telón de fondo de la teoría de la elección racional no es otro que la utilidad
La teoría de la elección racional es uno de los instrumentos más utilizados –probablemente, el más utilizado- cuando se trata de tomar decisiones en materias como la política o la economía. También, en la mayoría de asuntos que aparecen en la vida cotidiana del ser humano.
Jon Elster, unos de los estudiosos de dicha teoría, sostiene que cuando el individuo ha de tomar una decisión “suele hacer lo que cree que es probable que tenga mejor resultado general” (Tuercas y tornillos. Una introducción a los conceptos básicos de las ciencias sociales, 1995).
El individualismo metodológico
El telón de fondo de la teoría de la elección racional no es otro que –la idea proviene de los utilitaristas del siglo XVIII- la utilidad. Lo que nos interesa y lo que nos conviene. Lo que nos resulta útil. Lo racional y razonable ¿Cómo averiguar, a ciencia cierta, lo que nos será útil?
El matemático, sociólogo y filósofo noruego Jon Elster nos propone un protocolo en donde entran en juego –se combinan- el objetivo deseado, el conocimiento exhaustivo del camino que seguir con sus vicios y virtudes, los recursos necesarios para hacer realidad lo deseado así como la táctica y la estrategia que nos guiará hasta la cima.
Un protocolo que suele topar con una realidad que nos enseña que en el quehacer diario del hombre –la política, la economía, las relaciones sociales y lo que se quiera añadir- aparecen y reaparecen informaciones difíciles de evaluar, reacciones de un segundo agente a la acción de un primer agente, conflictos, filias y fobias, intereses contradictorios, comportamientos imprevistos e imprevisibles, imponderables e interacciones inesperadas.
A lo que hay que sumar que nadie puede asegurar –fundamento de la teoría de la elección racional- el comportamiento racional del ser humano. Una racionalidad –concepto harto difícil de definir- a veces, imperfecta, a veces, irracional.
En cualquier caso, la teoría de la elección racional –también conocida como individualismo metodológico: explicar las decisiones a partir de un comportamiento humano racional que asigna recursos- goza de un largo recorrido y de un indudable prestigio.
«El hombre es un ser que toma decisiones que no siempre responden a una elección racional»
Al respecto, hay que decir que la teoría ha sido sistematizada y validada por matemáticos y psicólogos. Los primeros aportan unos cálculos fundamentados en la teoría de conjuntos. Los segundos, dan cuenta de experimentos que no refutarían la reciprocidad y cooperación del ser humano.
Daniel Kahneman pone en evidencia nuestro desconocimiento
Vale decir que también hay quienes consideran que la elección racional del ser humano es una falsedad o una utopía. Daniel Kahneman, por ejemplo.
Uno de los grandes de la psicología social –también, matemático- recientemente fallecido que merece ser revisitado. Alguna lección práctica –no debemos precipitarnos en la elección de nuestras inversiones, por ejemplo- sacaremos de todo ello.
Revisitar a Daniel Kahneman equivale a releer su obra. Pongamos por caso, el conocido trabajo titulado Pensar rápido, pensar despacio (2011). Un ensayo que nos muestra -cuando se trata de tomar decisiones- la excesiva confianza en lo que creemos saber y nuestra aparente incapacidad para reconocer las dimensiones de nuestra ignorancia y la incertidumbre del mundo en que vivimos.
En otros términos, somos propensos a sobrestimar lo que entendemos del mundo y a subestimar el papel del azar en los acontecimientos. A lo que hay que añadir la suposición de que los agentes económicos –nosotros, por ejemplo- son racionales.
Una manifestación habitual de nuestra insuficiencia: la tendencia a tratar los problemas de forma aislada cuando resulta que muchas de las decisiones suelen depender de elementos que no responden a la lógica más elemental.
Algunos ejemplos que reclaman el pensar despacio de Daniel Kahneman
Cuando invertimos en una multinacional petrolera, ¿tenemos en cuenta variables como la posibilidad de un conflicto armado en el Oriente Medio, la Guerra de Ucrania o los intereses de Irán?
«Los movimientos del mercado no responden siempre a la lógica económica racional, sino que son también el reflejo del comportamiento colectivo»
Cuando invertimos en la propiedad, ¿tomamos nota del presente y futuro a medio o largo plazo de variables como la inflación, el Euribor, el aumento de precios de los materiales de la construcción o la escasez de suelo edificable y de mano de obra?
¿Sale hoy a cuenta alquilar un piso de acuerdo con la ley vigente que encadena a un propietario que buscará la manera de aumentar el alquiler? ¿Alquilar, vender o cerrar la propiedad y rogar a San Benito, San Pancracio o Santa Rita para que la inquisición progresista no te descubra? Usted, pequeño empresario, ¿calcula lo que implica aumentar la plantilla dada la subida del SMI?
Más: ¿comprar esta semana un SUV híbrido o eléctrico -con pocas electrolineras en la carretera- o amortizar el automóvil de motor de combustión esperando a ver qué pasa y a ver si la Unión Europea suaviza la legislación ecológica al respecto? ¿Tiene sentido, o no, invertir -hoy o mañana- en renovables en el marco de una Unión Europea vacilante legislativamente hablando?
¿Es razonable invertir ahora en una multinacional farmacéutica con problemas de caja o en una multinacional energética que puede cambiar su domiciliación? ¿Hay que actuar todavía de acuerdo con la máxima que dice que “cuando mi chófer vende yo compro y cuando él compra yo vendo”?
El Sistema 1 y el Sistema 2
En su trabajo, Daniel Kahneman distingue entre el Sistema 1 y el Sistema 2. El primero, opera de manera rápida y automática, con poco o ningún esfuerzo y sin sensación de control voluntario. El segundo, centra la atención en las actividades mentales esforzadas que lo demandan, incluidos los cálculos complejos.
«Somos propensos a sobrestimar lo que entendemos del mundo y a subestimar el papel del azar en los acontecimientos»
Mientras el Sistema 1 responde al pensamiento rápido e intuitivo, el Sistema 2 es el del pensamiento lento –despacio, despacio- que monitoriza al Sistema 1 y ejerce lo mejor que puede un control dentro de sus limitados recursos.
El quid de la cuestión: cuando el Sistema 1 comete errores –debemos reconocerlos y aceptarlos en beneficio propio– hay que detenerse y pedir refuerzos al Sistema 2. O lo que es lo mismo, hay mucho que hacer en la mejora de la toma de decisiones.
La economía del comportamiento
Ampliando el foco, ahí está la lección a tener en cuenta que un outsider –Daniel Kahneman era psicólogo social y matemático sin estudios económicos- brinda a los economistas y al propio mercado: los movimientos del mercado no responden siempre a la lógica económica racional, o la información disponible, sino que son también el reflejo o plasmación del comportamiento –irracional y fuera de la lógica, muchas veces- colectivo. La economía del comportamiento, decía Daniel Kahneman.
Al fin y al cabo, el hombre es un ser que toma decisiones que no siempre responden a una elección racional. Por todo ello, Daniel Kahneman recibió el Premio Nobel de Economía en el año 2002. Premio otorgado por unos economistas que mayormente se mueven en el campo de la elección racional y el individualismo metodológico. Una buena decisión, sin duda.