Pegamento Sumar, a prueba de balas 

Mientras Sumar siga pegado al PSOE con su adhesivo ideológico de alta resistencia, el espectáculo está garantizado

Si una agencia de publicidad me pidiera una idea para promocionar una marca de pegamento, les diría que empleara una imagen del Consejo de Ministros con los de Sumar intentando levantarse de sus sillas, pero sin conseguirlo. Con las posaderas tan adheridas que se diría que el mueble y el cuerpo del político forman una sola cosa, un destino en lo universal. Ver a Yolanda Díaz y su tropa atrapados y con los traseros pegados a la base de sus privilegiados sillones daría a la marca del adhesivo una credibilidad a prueba de balas; qué digo, de bombas. 

Un producto así, tan eficaz, se tendría que fabricar en un laboratorio de asambleas secretas: habría que mezclar una dosis importante de oportunismo, otra de amnesia colectiva y puñados de cinismo para condenar el belicismo de unos y callarse el de otros. Solo así se consigue un producto tan resistente.

Un “pegatodo” que le permite a Sumar ser el ejemplo del progresismo universal, pedir la reducción de la jornada laboral y la defensa de los derechos sociales, mientras Sánchez se compromete a elevar el gasto militar al 2 % del PIB antes de 2029.

El aumento de 17.523 millones de euros en defensa para 2024 es para Sumar una especie de error contable que para nada puede poner en peligro su apego a seguir pegados (disculpen la redundancia) al Consejo de Ministros. 

La vicepresidenta segunda y ministra de Trabajo, Yolanda Díaz y el presidente del Gobierno, Pedro Sánchez. Foto: Alejandro Martínez Vélez / Europa Press

En Podemos, que aprendieron a cabalgar contradicciones para decir una cosa y hacer la contraria, no están dispuestos a soltar este hueso y repiten el clásico “no a la guerra” en una clara maniobra de desgaste dirigida más contra Yolanda Díaz que contra el propio Pedro Sánchez.

Antonio Maíllo, coordinador general de Izquierda Unida, formación integrada en Sumar, se ha percatado de lo que ocurre y sabe que las consecuencias de no plantarse ante el rearme comprometido por el Gobierno les puede acarrear graves consecuencias electorales. 

La crisis de la munición comprometida para su compra a Israel ha abierto una de las mayores crisis del Ejecutivo de coalición

La crisis de la munición comprometida para su compra a Israel ha abierto una de las mayores crisis del Ejecutivo de coalición. Por eso Sánchez ha dado marcha atrás en la adquisición de las balas, forzado más por la necesidad de cerrar la grieta abierta en el casco de su barco que por cualquier otra convicción ética o moral.

En octubre de 2024, el Ministerio del Interior, liderado por Fernando Grande-Marlaska, adjudicó un contrato de 6,6 millones de euros para comprar 15,3 millones de balas de 9 mm a la empresa israelí IMI Systems, destinadas a la Guardia Civil. Entre otras cosas, porque la Benemérita utiliza unas 9.000 pistolas marca “Ramón”, de fabricación israelí. 

Pero se destapó el pastel, y Yolanda Díaz aprovechó para montar en cólera, calificando el contrato de “flagrante violación” de su compromiso de no comprar ni vender armas a Israel desde octubre de 2023, en respuesta al conflicto en Gaza. Sánchez, oliendo la crisis de coalición a kilómetros, ha ordenado rescindir unilateralmente el contrato, a pesar de que la Abogacía del Estado ha advertido de posibles costes legales y financieros.

¿El motivo? “Razones de interés general”, según Moncloa, aunque muchos sospechan que el verdadero interés era evitar poner a prueba el pegamento de Sumar. 

El presidente, que se ha erigido como uno de los mayores críticos de Israel en Europa, condenando su ofensiva en Gaza y pidiendo un embargo internacional de armas, se ha visto atrapado por sus propias palabras. La cancelación del contrato no solo ha expuesto las contradicciones internas del Gobierno, sino que también ha puesto en evidencia la calidad del pegamento que mantiene unida la coalición. Porque es difícil entender que un contrato adjudicado en octubre pasara desapercibido hasta ahora.

La maniobra de Sánchez parece más un intento desesperado de apagar un incendio político que una convicción estratégica, y el precio —que podría incluir pagar los 6,6 millones sin recibir las balas— lo pagaremos los contribuyentes. 

Así que, mientras Sumar siga pegado al PSOE con su adhesivo ideológico de alta resistencia, el espectáculo está garantizado. Pero incluso el pegamento más fuerte se deshace con mala utilización y presión excesiva. Y, en este caso, las balas no son solo metafóricas: son los misiles de la OTAN, los tanques de Ucrania, las facturas que Sánchez promete pagar y, ahora, las balas israelíes que nunca llegarán. ¿Aguantará el pegamento hasta 2027? 

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