Pedro, quédate
Su estrategia principal y recurrente, que no es otra que la de presentarse como una víctima una y otra vez cada vez que se ve arrinconado poniendo ojitos de cachorrillo extraviado mientras trata de movilizar las emociones más básicas de los votantes
Si algo nos ha enseñado Pedro Sánchez desde su llegada a las primeras filas de la política es que no conviene infravalorarle.
Sus estrategias o más bien, su estrategia principal y recurrente, que no es otra que la de presentarse como una víctima una y otra vez cada vez que se ve arrinconado poniendo ojitos de cachorrillo extraviado mientras trata de movilizar las emociones más básicas de los votantes de progresistas puede parecer pueril e incluso estúpida ante las inquisitivas y racionales miradas de los fieros analistas de la prensa patria, pero lo cierto es que siempre le ha funcionado estupendamente.
Y es que Sánchez nunca se ha dirigido al cerebro de esos votantes progresistas, jamás ha construido un relato racional ni ha esbozado un programa de gobierno que merezca llevar tal nombre, muy al contrario, su discurso ha buscado siempre conectar con sus emociones, con todas ellas, desde las más nobles a las más inconfesables.
Olvídense, Pedro Sánchez no es un hombre enamorado que observa impotente una agresión injusta contra su mujer y que no tiene más remedio que pararse a reflexionar sobre si merece la pena seguir adelante, al menos no solo es eso.
Sánchez es político más frío y desapasionado de nuestra historia democrática, más aún que incluso que aquel brillante quelonio llamado Leopoldo Calvo Sotelo, que ya es decir, y más allá de las consideraciones éticas y políticas que pueda merecer su fraudulenta dimisión librada en dos cómodos plazos, tengo meridianamente claro de que no hallarse en dificultades mayores que puedan comprometer su mandato, algo sobre lo que no conviene ni siquiera fantasear, ante lo que estamos no es otra cosa que una estrategia para tratar de colocarse en posición de ventaja ante los dos próximos comicios que tenemos por delante: las elecciones catalanas y las europeas.
Un plan diseñado por su entorno más próximo y que pasa necesariamente por llevar a las urnas a los centenares de miles de votantes progresistas hastiados y melancólicos que no tenían la menor intención de acercarse a las mismas y cuyo primer paso no puede ser otro que generar una polarización tan extrema y lacerante que no les quede más remedio que cambiar su decisión para no traicionarse a sí mismos.
Su discurso ha buscado siempre conectar con sus emociones, con todas ellas, desde las más nobles a las más inconfesables
Una táctica peligrosa que pretende generar un frame puramente emocional, un estado de excepción lisérgico, un nuevo espejismo que consiga hacer hervir la sangre hasta de los más templados de los suyos y que va a recorrer en las próximas semanas todas las emociones capaces de movilizar a todos sus targets sociológicos de referencia y cuya primera entrega veremos este sábado ante las puertas de la sede socialista con unos cuantos miles de socialistas venidos desde toda la geografía española gritando aquello de: Pedro, quédate.