Dimisión de Sánchez: truco o trato
Ese es el verdadero problema del Presidente del Gobierno, que cada vez tiene más difícil justificar las irregularidades que rodean a los suyos y las escapatorias son cada vez más escasas
La falta de credibilidad continuada y acumulada por Pedro Sánchez a lo largo de los últimos años hace que la carta presentada anunciando que va a reflexionar sobre su continuidad no parezca seria. Ningún presidente de Gobierno dimite en diferido, porque eso quiere decir que va a seguir a pesar de todo. Como el falso suicida que hace aspavientos desde lo alto de un edificio para que acudan los bomberos y la policía al rescate.
Es la última estrategia de “Moncloa Productions”: cinco días de victimismo, destacando en todos los medios afines los valores de un presidente que está siendo perseguido y ultrajado en lo más sagrado para cualquiera que tenga un mínimo de sensibilidad, la familia.
Un acosado y varios acosadores perfectamente definidos: la derecha, la ultraderecha, los jueces franquistas y cualquiera que le pida explicaciones. Porque ese es el verdadero problema del Presidente del Gobierno, que cada vez tiene más difícil justificar las irregularidades que rodean a los suyos y las escapatorias son cada vez más escasas. ¡Lo que no habrá encontrado “Pegasus” en su móvil!
¡A mí la Legión! Parece gritar en su carta Pedro Sánchez. Rodeado, desesperado pide ayuda para acabar con el enemigo que le tiene acorralado fruto de los errores que viene cometiendo en nombre de España. Por eso cree que solo España y los españoles que visten su uniforme, que piensan como él, le pueden salvar. Porque ni él ni su mujer han hecho nada.
Solo son víctimas por representar lo que representan. Y asegura que ya han dejado claro que no han cometido ninguna irregularidad. Pero ¿han escuchado ustedes en algún momento alguna explicación de lo publicado sobre el rescate de, un decir, la compañía aérea Air Europa y la cátedra de Begoña Gómez? Porque yo tampoco.
Ese es el verdadero problema del Presidente del Gobierno, que cada vez tiene más difícil justificar las irregularidades que rodean a los suyos y las escapatorias son cada vez más escasas.
Sánchez dice ser víctima de quienes utilizan la “máquina del fango” para deshumanizar y deslegitimar al adversario político, pero no duda en calificar a los medios que han publicado los escándalos que le salpican de “galaxia digital ultraderechista”, así como a la asociación “Manos Limpias”, que es quien ha presentado la denuncia contra Begoña Gómez en un juzgado de Madrid.
Que Pedro Sánchez está acorralado es evidente. Y cuando se encuentra en esta situación demuestra que es capaz de hacer lo que nadie en su cargo de Presidente ha hecho antes. Porque hay que reconocer que una carta así además de inaudita recoge términos que nadie con un poco de pudor político haría públicos jamás.
Más allá de la inestabilidad que genera que la presidencia esté en vilo durante cinco días, significa que la credibilidad política de nuestro país depende del capricho y del pálpito de un individuo tan enamorado de su esposa que asegura no estar dispuesto a sacrificarla por seguir en la Moncloa.
Y está muy bien que Pedro Sánchez, y cualquiera, dude entre la ambición política y la estabilidad familiar. Porque esa sensibilidad resulta todavía más admirable en alguien que ha demostrado tener tan pocos escrúpulos a la hora de pactar con prófugos de la justicia o con los herederos de ETA, cuyos votos en Euskadi acoge en su seno como si fueran propios.
Hay que reconocer que el Pedro Sánchez de esta carta no parece el resuelto Presidente autor de un manual de resistencia capaz de capear cualquier temporal. Salvo que cartas como esta sean parte de ese manual y se hayan inspirado en el infantil pero eficaz “truco o trato” de los niños que juegan a chantajear por las casas la noche de Halloween a cambio de caramelos.