Pedro Sánchez: se estrecha el cerco

A diferencia de otros casos, esta vez la corrupción se detecta dentro del propio gobierno de la Moncloa

Sánchez lo niega todo, incluso la verdad, que cantaría Joaquín Sabina. “Ni he quemado las naves ni sé pedir perdón” proclamaba el intérprete madrileño en uno de sus últimos discos. Así está el presidente del gobierno tras haber sido pillado en más de un renuncio por el equipo investigador de la UCO.

Niega la mayor con una excepción. El reconocimiento de que fue avisado de la visita de Delcy Rodriguez, una vez lo ha desvelado el servicio de información de la Guardia Civil. Ah, pero el viaje de la vicepresidenta de Venezuela no existió. Eso sostiene Pedro Sánchez.

Delcy, en realidad, no estuvo en España. Fue un ‘no viaje’. Como el “no caso” de su mujer. Una tesis que sigue manteniendo, él y sus portavoces, amparándose, precisamente, en un informe de la UCO. La misma Unidad operativa que ahora, vaya por Dios, le ha desmontado el castillo prefabricado con sus pormenorizados informes.

Después de haber permanecido durante 24 horas en ‘shock’ guardando silencio con el argumentario en blanco, el desembarco de la Moncloa ayer en los medios fue para decir que “el que la hace, la paga”.  Y quien quiera depuración de responsabilidades, que centren su foco en el ex ministro Ábalos.

Pero el caso Koldo ha traspasado ya las fronteras de su ex hombre de confianza. Y salpica a la ex vicepresidenta Nadia Calviño, cuatro ministerios, dos presidencias autonómicas y al propio Sánchez. Koldo ha pasado ya a ser una pieza secundaria en esta siniestra historia de la compra masiva de mascarillas a cuenta del erario público porque han  entrado en juego otros actores de mayor relevancia. 

El inquietante papel de Víctor Aldama

El propio presidente del Gobierno, al haber dado su consentimiento al precipitado rescate de Air Europa, el mismo día que su esposa Begoña Gómez se reunía en secreto con Javier Hidalgo, y el visto bueno a la visita de Delcy Rodriguez con nocturnidad clandestina y alevosía.

El inquietante papel de Víctor Aldama, el “nexo” de la corrupción (hoy en prisión incondicional por fraude contable) en los patrocinios del chiringuito de African Center de la esposa del presidente y en el pago del piso que disfrutaba la pareja del ministro Ábalos por valor de 88.000 euros al año, mientras los españoles se protegían del Covid, además de ser el perejil de todas las salsas en el rescate de Globalia y en la ‘no cita’ de Delcy Rodríguez en Barajas.

Su envío de dos bolsas, a través de un intermediario, que contenían 90.000 euros, en la propia sede del PSOE, en Ferraz. ¿Qué destino tenía ese dinero? ¿Eran pagos por una licencia para una operadora de carburantes que le permitiese vender combustible en España? 

Muchas preguntas sin respuesta que el presidente del gobierno debería empezar a facilitar a los ciudadanos. En sede parlamentaria y ante el juez, si hace falta. Porque ya ha dejado demostrado su capacidad para mentir en el Congreso y el Senado en donde ocultó, en un principio, que fuera puntualmente informado de la visita de la vicepresidenta venezolana.  

Se deben explicaciones

La única línea de defensa argumental, hasta ahora, ha sido acotar el perímetro del escándalo a la figura del ex ministro Ábalos. Ya no está en el gobierno, ni en el partido, ni en el grupo parlamentario. En efecto, Sánchez lo depuró en defensa propia. Para que no le salpicara. Pero ahora la situación le está desbordando.  

Después de su entrevista con el Papa dio un paso adelante para prometer que no habrá impunidad con quien comete delitos de corrupción. Se refería a Ábalos, su hombre fuerte, el que le procuró el regreso a la secretaría general del partido después de su defenestración. Y su coro de portavoces repetían desde su puesto de guardia la sentencia tan recurrida en momentos de apuro “Quien la hace, la paga”.

Pero se trata de saber quién la hizo. Hasta el final. Llegar a todas las terminales del estraperlo sanchista. Porque, a diferencia de otros casos de los muchos que ha habido en España, esta vez la corrupción se produce dentro del gobierno de la Moncloa.  

¿Hasta dónde, Sánchez? ¿Hasta cuando? 

 Se le ve al presidente con el agua al cuello. Pero resistiendo con su Manual bajo el brazo. Va a pasar por un viacrucis hasta la celebración del Congreso federal de su partido. Tiene a la banda en el patio de su casa. Le han colgado al cuello el número uno, que no tiene por qué ser una distinción de la que enorgullecerse.

(Foto de ARCHIVO) El presidente del Gobierno, Pedro Sánchez, sale a recibir al presidente de la Xunta de Galicia, en el Complejo de La Moncloa, a 20 de septiembre de 2024, en Madrid (España). Sánchez arranca hoy, 20 de septiembre, una ronda de reuniones bilaterales con los presidentes autonómicos, comenzando con Imanol Pradales, Alfonso Rueda y Juanma Moreno, con el foco puesto en la financiación autonómica, y otros asuntos como inmigración, infraestructuras, inversiones o el debate territorial. Alberto Ortega / Europa Press 20 SEPTIEMBRE 2024;ALFONSO RUEDA;XUNTA;GALICIA 20/9/2024
El presidente del Gobierno, Pedro Sánchez. Foto: Alberto Ortega / Europa Press

Se preguntaba que dirá de él la historia regodeándose en su vanidad cuando dimitió el ministro Maxim Huerta. Se podía haber ahorrado ser el primero en facilitar la amnistía al prófugo Puigdemont o canjear a los presos de ETA por votos para contentar a Bildu o en resucitar el enfrentamiento guerracivilista. Esos son sus méritos.  

Intentará atrincherarse porque, de momento, como Trump, no le están afectando los procesos judiciales en las encuestas demoscópicas. Pero, sobre todo, querrá seguir porque necesita blindarse en el poder para defenderse de la Justicia.