¿Para cuándo los chalecos amarillos en Cataluña?

La experiencia francesa debería servir al gobierno de la Generalitat para tomar nota

Las protestas contra el aumento de los carburantes en Francia, utilizando como imagen los chalecos amarillos que utilizan los conductores para visibilizarse cuando tienen un percance o avería, pone de manifiesto que las sociedades más avanzadas ya no están dispuestas a soportar las acciones unilaterales de sus gobiernos.

Un movimiento espontáneo, sin partidos, ni sindicatos ni líderes sociales ha prendido en la Francia periférica e invisible. La subida del precio del diésel y la continua merma del poder adquisitivo afecta a la Francia más alejada de su metrópolis, París, sin que nadie lo hubiera previsto.

La estrategia del gobierno francés tiene poca credibilidad

Es la Francia de los salarios más bajos y las condiciones laborales más precarias; la que vota a Jean-Luc Mélenchon o a Marine Le Pen; la de Macron, que camina con fuerza en Europa se tambalea en París.

La ira de los manifestantes contrasta con la perplejidad del gobierno francés que, sorprendido, sólo ha tenido capacidad para utilizar las fuerzas del orden público para apaciguar a los manifestantes.

La estrategia de vejar a los manifestantes, por parte del gobierno francés, como si fueran las fuerzas de asalto de la SA de Marine Lepen, tiene poca credibilidad cuando un manifestante respondía de esta manera al ser preguntado sobre la dimensión de las protestas: “Hemos esperado treinta años para que se escucharan nuestras demandas. Por fin nos hemos levantado”. 

La experiencia francesa debería servir al gobierno de la Generalitat para tomar nota, ahora que vivimos la exitosa huelga de los médicos de Cataluña o la de los profesores de enseñanza pública, que realizarán sus protestas porque la Generalitat no ha revertido los recortes realizados durante la crisis.

El año próximo en Cataluña se avecina un clima social muy inestable

El próximo 12 de diciembre, los funcionarios catalanes irán a la huelga por “la insultante” propuesta de la Generalitat de retornar las pagas extras del 2013 y 2014 progresivamente hasta 2026, que afecta a 250.000 empleados del sector público. Huelgas, descontento, pero, sobre todo, confusión ante el hecho de que el gobierno catalán se centre siempre en dar como respuesta que la culpa la tiene Madrid.

El año próximo en el que se avecina un clima social muy inestable, debido al endurecimiento de la situación económica, sería aconsejable poder hacer compatible e incluso matizar la visión política basada en priorizar republicanismo, defensa de los derechos civiles y de la autodeterminación con conseguir más recursos del gobierno español.

La tensión en París, vivida en las últimas semanas, son un aviso de que ningún gobierno está a salvo cuando no atiende a la realidad social.

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