OTAN, ¿misión cumplida?
El mayor fallo geoestratégico de la OTAN y sus miembros consiste en no haber invitado a Rusia a integrarse de lleno en Occidente
Casi todos los análisis y comentarios que circulan en los medios parten del supuesto de una amenaza militar o una futura confrontación, tal vez a gran escala que afecte a Europa o Norteamérica.
Falso de toda falsedad. Occidente no tiene enemigo. Fuera de los Estados Unidos, que no tiene la menor intención de atacar o someter a sus socios, no existe en el mundo un ejército, ni una posible coalición, capaz de enfrentarse a Europa en una guerra convencional. Ni ahora ni en los decenios venideros.
La OTAN lo tiene claro: no hay enemigo a la vista
Cierto es que Rusia posee un arsenal nuclear de primera magnitud. Cierto que Putin y Trump intercambian bravatas sobre ruptura de tratados y nuevos misiles. Sin embargo, tanto de un modo racional como emocional, el peligro de guerra nuclear puede descartarse por completo a efectos prácticos. Si no se desencadenó en tiempos de los dos bloques ahora el holocausto nuclear es simplemente impensable.
¿Y una guerra convencional? Antes de responder es aconsejable subirse a una loma y otear los 360º del horizonte. Conclusión irrefutable: no hay enemigo a la vista, ni en las cercanías ni en lontananza.
Mejor dicho, el único enemigo capaz de infligir algún daño es el terrorismo islamista, frente al cual, una vez anulados sus santuarios en Oriente Medio, son de mayor utilidad los servicios de inteligencia que el sofisticado armamento de la OTAN.
La OTAN nació para evitar que la URSS dominara Europa
Ello no significa que deba abandonarse o relajarse el principio de la disuasión. De llegar a existir, el enemigo potencial es consciente de que no tiene capacidad para enfrentarse, no ya a los Estados Unidos, sino a los principales ejércitos europeos. Ni siquiera por separado.
Aunque no se utilice, el músculo militar potente y bien entrenado de Occidente es el mejor antídoto de la guerra. El desarme del poderoso es el peor amigo del pacifismo, de facto una invitación para atacar al que se abstiene por su debilidad.
La OTAN nació para evitar que la URSS dominara Europa. No sólo consiguió su propósito sino que alcanzó un éxito mucho mayor del que podía llegar a imaginarse en los cincuenta o sesenta del pasado siglo: ganar la Guerra Fría sin disparar, por amable, imprevista y total rendición del enemigo. De repente, el mundo dejó de ser bipolar, ya no había dos sistemas sino uno con distintas variantes.
Hoy en día, Rusia es un país poco menos que occidental. En el imaginario popular, alimentado por unos medios irresponsables, continua pasando por un temible enemigo cuando no lo es en absoluto. Francia y Alemania juntas tienen más población que Rusia y su gasto en defensa es más elevado.
Rusia es un país dolido y acongojado pero a pesar de lo que se difunde no tiene la menor intención ni capacidad para dominar o ni siquiera atemorizar a Europa o condicionar sus políticas o su desarrollo.
Tal vez el mayor fallo geoestratégico de la OTAN y sus miembros consiste en no haber invitado a Rusia a integrarse de lleno a Occidente veinte años atrás, no haberla ayudado con créditos y tratados comerciales preferentes a abandonar sus resquemores y pasar de antiguo enemigo a socio principal, como Alemania o Japón al fin de la Segunda Gran Guerra.
La presencia de la OTAN es un elemento tranquilizante para sus socios
De haber optado por la plena incorporación al club occidental, la misión histórica de la OTAN se habría saldado con un éxito aún mayor. No fue así, y es lástima, pero de nada sirve lamentarse.
Habrá que convivir durante bastante tiempo con un vecino desorientado, nostálgico de grandezas que no volverán, acomplejado y por todo ello en manos de un autócrata que mantiene a la mayor parte de su población al margen del bienestar de los países avanzados. Putin es un autócrata que se mantiene en el poder a base de masajear el orgullo herido de su país. Pero Rusia es una incomodidad, no una amenaza.
Si la OTAN no se disuelve no es por falta de razones objetivas sino porque su existencia es un tranquilizante para sus socios. Mejor unidos que separados aunque no sea frente a nadie.
Visto en perspectiva, el resto, las aventadas disensiones sobre quién debe gastar más no pasan de riñas familiares de sobremesa. Su futuro estratégico funcional pasa por ampliarse a nuevos horizontes.
Las operaciones en las que ha participado la OTAN en los últimos decenios, casi todas fuera del ámbito geográfico de su propósito defensivo inicial, no pasan de escaramuzas en comparación con el desafío de la Guerra Fría.
El papel de Europa
A nivel macro, el mundo desarrollado, del lejano Oriente a Norteamérica, tiene ante sí una única preocupación: el gigante Chino. Si embargo, su estrategia para convertirse en primera potencia no pasa tanto por convertirse en gran potencia bélica sino económica. Aunque así no fuera, la OTAN tampoco sería el instrumento más eficaz de contención, ya que el escenario del forcejeo geoestratégico se ha desplazado al Pacífico.
¿OTAN? ¡Misión cumplida! El futuro es global, más de medio Oriente forma parte de Occidente. En vez de dejarse aislar en su región, Europa debe reclamar un papel al lado de Estados Unidos y numerosos países de la región en la defensa del Pacífico y del Índico.
Allí están también sus intereses y las mayores amenazas. Ha llegado la hora de crear una gran y única organización defensiva mundial y disolver en ella a la OTAN.