La política tiene estas cosas; puede acabar como menos te lo esperas. Esa es, precisamente, la dificultad que supone narrarla, pero también, quizá, la marca que mantiene adicta a mucha gente a su día a día. El deporte de la política trajo esta semana un pacto para renovar la cúpula judicial entre PP y PSOE que pocos esperaban.
Es cierto que una arquitectura verbal y magistral permite a cada formación defender ante los suyos sus posiciones y establecer el debate como quién narra un partido de fútbol -es decir, en términos de ganadores y perdedores-, pero lo factual es que el CGPJ se renovará de una manera que permite asegurar que las esperanzas hoy de mantener la separación de poderes en España son mayores a las que había antes del pacto.
Puede que la presión de Bruselas y la proximidad de un informe demoledor sobre la situación de la justicia española firmado por la Comisión Europea, que dejaría en evidencia a Pedro Sánchez, hayan engrasado el acuerdo. Puede que incluso Alberto Núñez Feijóo ahora sí controle al PP y pueda pactar según sus convicciones y estrategia… Pueden haberse cruzado muchas circunstancias que hayan impulsado un acuerdo atascado desde hace años.
O puede que, en España a partir de ahora, a veces, volvamos a ver grandes coaliciones. La renovación del Banco de España alimentará esta dinámica pactista. ¿Pero hay razones para el optimismo y veamos pronto el fin de la política de bloques?