Numancia desafió a Roma y se rindió tras once meses. Sánchez se acuartela y abre frentes, tanto en el ámbito doméstico como en el internacional. El presidente afirma, una y otra vez, que la legislatura durará hasta 2027, nadie pone en duda que esa sea su voluntad, pero algunos ya empiezan a decirle: “hoy es más posible armar una nueva mayoría Frankenstein que dentro de un año, convoca elecciones”.
El presidente está rodeado, pero lejos de sufrir por su apurada situación no para de declara nuevas guerras. Lucha en casa contra sus socios políticos de investidura que empiezan a vislumbrar el final de la aventura sanchista y aprietan para acelerar la consecución de lo pedido a cambio de su apoyo. El presidente además se ha buscado potentes enemigos en la judicatura, el mundo empresarial e incluso dentro de su propio partido. Charco que ve, charco en el que se mete.
Fuera de España el presidente de la internacional socialista, Pedro Sánchez, empieza a tener mal pronóstico. La poca asistencia a su conferencia en Davos, con más de media sala vacía y las luces apagadas para que no se viera tanto la falta de aforo, es más que una señal de su irrelevancia internacional. Su agenda con dos reuniones, una con el presidente panameño y otra con Zelenski reflejan su creciente soledad. Lo de la reunión con el máximo mandatario panameño, en el ojo del huracán señalado por Trump, no se sabe si es otra provocación tan del gusto del secretario general del PSOE, o una casualidad poco feliz.
Sánchez, aunque para lograr colocar a Teresa Ribera como vicepresidenta de la Comisión Europea, tuvo que tragarse su orgullo y llamar a Orban y Meloni, a los que el relato oficial tacha de ultraderechistas, en Bruselas, como no, también se ha buscado poderosos adversarios como Manfred Weber, jefe de la bancada del PPE, del que insinuó que tenía afinidad con el nazismo.
A nivel internacional, fuera de la UE, tiene entrada en pocos continentes. En Oriente Medio, Netanyahu le detesta y en América Latina solo tiene buena vibra con los líderes del grupo Puebla, apadrinados por su siniestro mentor, Rodríguez Zapatero.
Las relaciones entre España y EE.UU
La llegada de Trump ha sido accidentada para Sánchez, primero el ministro de exteriores español, José Manuel Albares, afirmo que “plantaría cara a EE.UU si está nos atacaba”… las risas en el departamento de estado norteamericano se hubieran agradecido, pero el silencioso desprecio fue peor.
Luego llegaron las preguntas del corresponsal del COPE a Trump sobre España y este nos colocó en “¡Los brics¡” junto a Brasil, Sudáfrica, India, Rusia, China, Irán, etc… ¡Para el hombre más importante del mundo estamos con lo mejor de cada casa en el concierto internacional¡ ¿Qué puede salir mal?
Lo de Trump no es un error, lamentablemente no tiene tomada la matrícula. España, aliada a Maduro, amiga de Palestina, con un expresidente como ZP lobista de China, con un partido en el gobierno como Sumar simpatizante de Rusia, al lado de Sheinbaum, Lula y Petro en América… efectivamente somos un Bric y las consecuencias serán aranceles económicos y aislamiento político.
A nivel internacional, fuera de la UE, Sánchez tiene entrada en pocos continentes
La última vez que alguien tuvo que arreglar las relaciones entre España y EE.UU, tras quedarse Zapatero sentado al paso de la bandera americana en un desfile y nuestra vergonzante salida a la carrera de Irak, el entonces ministro de defensa, José Bono, llamó a Julio Iglesias. El más internacional de nuestros cantantes, que ha actuado para varios presidentes en la Casa Blanca es quien consiguió que Donald Rumsfeld, secretario de defensa de Bush le recibiera.
¿Deberemos ahora pedirle a David Bisbal que llame a Marco Rubio para que le de una audiencia a Margarita Robles? No, hoy estamos peor. A nuestro gobierno le parece que vivir a la contra de todo lo que huela a civilización occidental y libre mercado le favorece.
Trump tiene razón, somo un BRIC y además disfrutamos de ello.