El nuevo proyecto de Elon Musk

Solo tenemos que seguir la estela vital y los sueños realizados del magnate Musk para darnos cuenta del tiempo histórico que habitamos

Los que hemos nacido durante la segunda mitad del siglo XX no somos aún del todo conscientes de que pertenecemos al siglo XXI. Alguno de los indicadores que permiten afirmarlo es observar cómo el desarrollo tecnológico, científico y médico y la abundancia material de las sociedades occidentales han modificado nuestra forma de estar en el mundo y, consecuentemente, de actuar en él.

Nos encontramos en un momento de la historia humana donde, por primera vez, aquello que una persona piensa o incluso sueña y anhela se puede acabar realizando, en mayor o menor medida, gracias a los avances tecnológicos y la estructura política, social y cultural que hemos construido.  

Hoy una persona que desee viajar a Australia lo puede hacer sin más limitaciones que el coste de los billetes; cualquier persona que desee viajar al espacio puede conseguirlo pasando ciertas pruebas físicas y pagando el alto coste que se exige para ver la Tierra, el planeta azul, desde la inmensidad del espacio. Podemos eliminar un enemigo militar al disponer de satélites. Podemos detectar a una persona perdida en un bosque al disponer de drones. Estamos en disposición de lograr parar el avance del alzheimer, limitar el riesgo de muerte por cáncer y realizar operaciones quirúrgicas a miles de kilómetros de distancia.

El fundador de Tesla, Elon Musk. Foto: Flickr
El fundador de Tesla, Elon Musk. Foto: Flickr

Solo tenemos que seguir la estela vital y los sueños realizados del magnate Elon Musk para darnos cuenta del tiempo histórico que habitamos. Musk pensó que ya había llegado el momento de que los coches pudieran desplazarse sin gasolina, de poder crear coches inteligentes capaces de desplazar a los pasajeros sin necesidad de conductor. Y fundó Tesla.

Consideró que desde una empresa privada se podía enviar a las personas al espacio. Y creó su empresa SpaceX. Quiso que las personas sordas pudieran recuperar o lograr la capacidad de oír y creó Neuralink. Quiso gobernar el mundo de la información comprando Twitter y creó X. Deseó incluso tener un papel destacado en la política, convirtiéndose en benefactor económico de Donald Trump y acabó siendo nombrado su asesor directo.

Elon Musk es la máxima expresión del momento histórico al que asistimos. Cualquier cosa, aunque parezca imposible, puede llevarse a cabo si se dispone de la voluntad, la inteligencia y los medios económicos necesarios.  

Para adentrarnos aún más en el espíritu de nuestro tiempo, solo debemos leer Technophoria, la última novela de Niklas Maak, que describe un mundo sometido al sueño tecnológico, donde todas las ambiciones para cambiar la realidad, tanto para mejorarla como para apropiarse de ella, pasan por la tecnología, por lo que ésta es capaz de hacer y prometer.

Con la entrada en la administración de Donald Trump, el sueño/objetivo de Musk se hace realidad

La visión de Maak se puede resumir del siguiente modo: “El relato cuenta la historia de Turek, quien trabaja para una empresa que construye smart cities. Su jefe está obsesionado con un proyecto que estuvo a punto de llevarse a la práctica en el siglo pasado: inundar la depresión de Qattara en Egipto con agua del Mediterráneo. Si fuera posible podría descender el nivel de los océanos, convertir el desierto en una región fértil, frenar el cambio climático y, en el trayecto, ganar miles de millones de dólares. Ahora bien, el plan requiere realizar doscientas trece detonaciones nucleares subterráneas, las cuales aniquilarían la flora y fauna del territorio, además de tener implicaciones en la salud de poblaciones cercanas”.

Sobrepasar los límites humanos

La historia que nos explica Maak en su novela Technophoria describe el momento de apoteosis tecnológica que estamos viviendo pero, sobre todo, de una euforia existencial que nos lleva a considerar que, al disponer de nuevas tecnologías que eliminan limitaciones materiales para desarrollar los proyectos que deseemos lograr, no debemos preocuparnos por los límites humanos, incluso, nos invita a querer sobrepasarlos.

Si, por ejemplo, queremos cambiar nuestra identidad o nuestro género, si deseamos explorar las profundidades más abisales del mar, modificar nuestra apariencia física hasta al extremo de auto amputarse miembros, cambiar el color de nuestra piel, adoptar la apariencia de un perro, vivir en la realidad virtual o hacernos pasar con éxito por otra persona y robarle la identidad, ya podemos hacerlo. Existen los medios.

Con la entrada en la administración de Donald Trump como asesor director de la Presidencia de los Estados Unidos, liderando el Departamento de Eficiencia Gubernamental, el sueño/objetivo de Musk se hace realidad.

Muy probablemente, durante su estancia en La Casa Blanca nacerá en su imaginación el cálculo de un nuevo proyecto empresarial, social, político o tecnológico que tenga como base fundir y sintetizar la neurología, la inteligencia artificial, las redes sociales, la realización de nuevas infraestructuras y la organización política, llevando a la humanidad a preguntarse si no deberían ponerse límites a los deseos de un hombre con capacidad económica para crear una organización y con posibilidad de exhibirse, día día, para mostrarse al mundo como el salvador universal, como el hacedor de una suerte de organización similar a la organización Spectre (acrónimo de Special Executive for Counter-Intelligence, Terrorism, Revenge, and Extortion) de la novela James Bond de Ian Fleming.  

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