No se avergüencen de ser llamados liberales

En palabras de Mario Vargas Llosa: “porque ninguno de los dos se avergonzaba de ser llamado un liberal, palabra que, a pesar de todas las montañas de insidia, sigue siendo, para mí, como lo era para Revel, una palabra hermosísima”

La mejor manera de plantar cara a la cruzada antiliberal,  implementada por la izquierda progresista, es sacar a colación los textos –las razones- de los clásicos del liberalismo. La izquierda progresista no resiste el embate ideológico.       

Juan Bautista Alberdi: la iniciativa privada 

El abogado y economista argentino (1810-1884), autor de la Constitución Argentina de 1853, en su Discurso de graduación de Facultad de Derecho y Ciencias Sociales de la Universidad de Buenos Aires (1880), concluye que la iniciativa privada ha fertilizado nuestras compañías y edificado nuestras ciudades; descubierto y explotado minas, trazado rutas, abierto canales, construido caminos de hierro; llevado a su perfección el arado, el oficio de tejer, la máquina de vapor, la prensa e innumerables máquinas; construido inmensas manufacturas, puertos, compañías de seguro, periódicos. ¿Por eso desconfiáis de la iniciativa privada?.       

Ludwig von Mises: `laissez faire, laissez passer´ 

El economista austriaco (1881-1973), en La acción humana (1949), nos habla de los pensadores liberales del siglo XVIII que condensaron sus ideas en la conocida frase laissez faire, laissez passer. Objetivo: implantar un mercado libre de trabas; abogar por la abolición de todos los obstáculos que impedían al hombre eficaz e industrioso prevalecer sobre sus más torpes e ineficientes competidores, y por la supresión de todo lo que perturbaba el desplazamiento de las personas y la circulación de las cosas. Eso y no otra cosa –por ejemplo, la selva que predice la izquierda- es lo que dice la máxima liberal.  

El laissez no pretende desencadenar unas supuestas fuerzas ciegas e incontroladas. Lo que quiere es dejar a todos en libertad para que cada uno decida cómo va a cooperar en la división social del trabajo y que los consumidores sean, en definitiva, quienes determinen lo que los empresarios hayan de producir. La planificación, en cambio, supone autorizar al gobernante para que, por sí y ante sí, se valga de los resortes de la represión y con base en ello resuelva e imponga.  

Friedrich A. Hayek: lo que importa es la buena dirección 

El economista austriaco (1889-1992), en Por qué no soy conservador (1959), afirma que al liberal no le preocupa cuál lejos ni a qué velocidad vamos; lo único que le importa es aclarar si marchamos en buena dirección. En realidad, se halla mucho más distante del fanático colectivista que del conservador. Comparte este último, por lo general, todos los prejuicios y errores de su época, si bien de un modo moderado y suave; por eso se enfrenta tan a menudo al auténtico liberal quien, una y otra vez, ha de mostrar su tajante disconformidad con falacias que tanto los conservadores como los socialistas mantienen.      

A Alexis de Tocqueville –“lo que no pueda conseguir hoy, puedo conseguirlo mañana, y mis hijos obtendrán lo que me es imposible obtener”

Raymond Aron: el ansia de bienestar  

El sociólogo francés (1905-1983), en Ensayo sobre las libertades (1965), sacando a colación a Alexis de Tocqueville, admite que una sociedad obsesionada por el ansia de bienestar será capaz de garantizar al mayor número posible de personas el estatuto moral y la condición económica de las clases medias. Una sociedad semejante se verá sacudida por reivindicaciones incesantes y por conflicto de intereses, pero poco inclinada a las revoluciones. Demasiados individuos tendrán mucho que perder para que la insatisfacción endémica se traduzca en una revuelta.  

A Alexis de Tocqueville –“lo que no pueda conseguir hoy, puedo conseguirlo mañana, y mis hijos obtendrán lo que me es imposible obtener”- puede atribuirse el mérito de haber presentido la sociedad inquieta y pacífica en que viven los occidentales después de la Segunda Guerra Mundial.     

Ayn Rand: los derechos individuales 

La filósofa rusa (1905-1982), en La naturaleza del gobierno (1963), señala que  una sociedad que le roba al individuo el producto de su esfuerzo, o que lo esclaviza, o intenta limitar la libertad de su mente, o que le obliga a actuar contra su propio juicio racional no es, estrictamente hablando, una sociedad, sino una horda aunada por las reglas institucionalizadas de una pandilla.  

Prosigue afirmando una sociedad así destruye los valores de la coexistencia humana, no tiene justificación posible, y supone, no una fuente de beneficios, sino una amenaza mortífera para la supervivencia del hombre. Concluye: si los hombres han de vivir juntos en una sociedad pacífica, productiva y racional, y tratarse unos con otros en beneficio mutuo, deben aceptar el principio social básico sin el cual ninguna sociedad civilizada o moral es posible: el principio de los derechos individuales. 

Mario Vargas Llosa¨: una palabra hermosísima   

El escritor peruano (1936), en el Prólogo a Memorias. El ladrón en la casa vacía de Jean François Revel (1997), cierra estas líneas con el siguiente texto: “porque ninguno de los dos se avergonzaba de ser llamado un liberal, palabra que, a pesar de todas las montañas de insidia, sigue siendo, para mí, como lo era para Revel, una palabra hermosísima, pariente sanguínea de la libertad y de las mejores cosas que le han pasado a la humanidad, desde el nacimiento del individuo”.  

Prosigue: “La democracia, el reconocimiento del otro, los derechos humanos, la lenta disolución de las fronteras y la coexistencia en la diversidad. No hay palabra que represente mejor la idea de civilización y que esté más reñida con todas las manifestaciones de barbarie que han llenado de sangre, injusticia, censura crímenes y explotación la historia humana”.   

La izquierda y el llamado progresismo, con su lucha de clases,  dictadura del proletariado, determinismo, democracia real, planificación, el colectivismo, burocratización o paraíso socialismo, ¿puede competir con el liberalismo? Respuesta: no. 

Nota. Este artículo ha sido confeccionado con la ayuda del papel Verdades que se nos ocultan – que pertenece a las Cartillas de la Libertad editadas por elcato.org- de Plinio Apuleyo Mendoza, Guillermo Hirschfeld y Juan Manuel Arboleda.