Monogamia y sumisión
La monogamia, lejos de ser objetada, sigue siendo la única forma de entender las relaciones de pareja convencional
¡Vivimos en un heteropatriarcado! Oímos esto en cientos de foros con la voz airada, reclamando justicia, denunciando abusos, tanto que hemos aceptado como una verdad indiscutible que en la sociedad en que vivimos la mujer se ha sometido a todos los parámetros que imponen los hombres.
No se puede dudar de que las mujeres han sufrido y siguen sufriendo de forma particular en nuestra cultura y de forma sistemática y tiránica en otras, a manos de los hombres, pero hoy en la nuestra no se puede decir que la moral hegemónica la impongan los hombres. Más bien al contrario en muchas ocasiones se les ve asustados, paralizados por el miedo a decir o sentir lo que se nos ha impuesto como lo incorrecto, incluso aunque sea contrario al más básico sentido común, se acatan las órdenes dictadas por un feminazismo despiadado.
Hay muchos progenitores que, cuando sus adolescentes salen de marcha, toman más precauciones advirtiendo a sus hijos de que entiendan lo que les puede pasar de lo que advierten a sus hijas de las amenazas que supone la noche y las relaciones “festivas”.
Esto es solo una anécdota sin importancia, pero es indudable que la ley del “sí es sí” está modificando los comportamientos, el miedo está cruzando de acera, parece que las mujeres se han vuelto también peligrosas. Así nadie gana.
La monogamia la sustentan las mujeres
Es cierto que en otros ámbitos, como el económico sin duda fundamental, es el hombre quien todavía impone las reglas y detenta el poder, pero parece que nadie repare en que una de las columnas vertebrales que sustentan nuestra sociedad la controlan las mujeres: la monogamia.
La monogamia era una práctica que aseguraba que los hombres se concentrasen en una unidad familiar, la mujer conseguía que los varones ayudasen a la cría de la prole y ellos se garantizaban que no estuviesen criando la descendencia de otros.
Hoy en día con la píldora, las pruebas genéticas, la liberación sexual, la independencia económica con la incorporación de la mujer al trabajo y la igualdad jurídica, entre otras cosas, cabría pensar que este modelo ha sido superado o al menos que podría ser cuestionado, pero lejos de ser objetado este modo de vida sigue siendo la única forma de entender las relaciones de pareja convencional. La monogamia no se pone en duda.
Los hombres deben controlar sus pulsiones más naturales, las que les llevan a inseminar indiscriminadamente en aras de la supervivencia de la especie, en favor de una exigencia, también natural por parte de las mujeres, de fidelidad y compromiso.
Si desear, que se contraviene en su definición por querer aquello que ya se tiene, es el motor de la reproducción, cómo se le puede impedir al hombre que cambie de sujeto continuamente e incluso se le castigue por ello? Por el contrario a la mujer se le premia por seguir sus imperativos naturales que implican fidelidad. Con tal de que el deseo sea renovado a la mujer le resulta indiferente, sino preferible, ser deseada siempre por el mismo sujeto lo que ayuda a garantizar la crianza de los hijos.
Nada de esto es aplicable de forma particular y en todos los casos, es solo una consideración genérica que nos lleva a preguntarnos por qué, si las circunstancias han cambiado tanto, la píldora, el trabajo, las pruebas genéticas…, no exigen los hombres un paradigma moral que les convenga más. Y si la monogamia es la norma aceptada de forma incuestionable en occidente, al menos mayoritariamente, no se asume de forma abierta y sin ambages que esto supone un poder increíble por parte de la mujer.
PS Tan solo una tesis sobre la que reflexionar.