Menos comercio, menos paz

Los mercados, sin embargo, son ambientes donde la cooperación es recompensada y el comportamiento destructivo es costoso.

Ya en el siglo XVIII, autores como Montesquieu o Adam Smith reflexionaron sobre la relación entre el comercio y la paz: el intercambio económico tiende a promover la paz porque el conflicto violento es más costoso cuando los países son económicamente interdependientes.

En palabras del filósofo francés, “es casi una regla general que dondequiera que haya una moral amable, hay comercio, y que dondequiera que haya comercio, hay una moral amable”. En su obra magna La riqueza de las naciones, Smith escribió: “El comercio introdujo gradualmente el orden y el buen gobierno, y con ellos la libertad y seguridad de los individuos”

El presidente de Gobierno, Pedro Sánchez, y su homólogo chino, Xi Jinping. Foto: Óscar J.Barroso/AFP7/ EP

. Más tarde, Fréderic Bastiat, diputado de la Asamblea nacional francesa, argumentaría que “donde las mercancías no cruzan fronteras, lo harán los soldados”.

En el siglo XX, líderes como Lee Kuan Yew, primer mandatario de Singapur independiente, Robert B. Zoellick, expresidente del Banco Mundial, o el psicólogo Steven Pinker coincidieron en que el comercio contribuye a la paz. “No puedes matar a alguien y comerciar con él al mismo tiempo”.

Un estudio empírico reciente de los economistas coreanos Jong-Wha Lee y Ju Hyun Pyun describe una fuerte correlación entre la apertura comercial y la reducción en los conflictos bélicos.

Fue en 1807 cuando Thomas Jefferson ideó las sanciones comerciales como una innovación en la diplomacia internacional. El objetivo era lograr que Inglaterra y Francia dejaran en paz a los barcos estadounidenses en alta mar. Sin una marina competitiva, el tercer presidente americano implementó un embargo comercial, pero su estrategia se desmoronó en tan solo quince meses.

Dos siglos después, Donald Trump insiste en implementar aranceles. Los impuestos aduaneros que con la liberalización del comercio internacional fueron progresivamente eliminados desde la Segunda Guerra Mundial, han regresado con fuerza de la mano del presidente republicano.

“Si Estados Unidos persiste en librar una guerra arancelaria, China luchará contra ellos hasta las últimas consecuencias”, advertía hace unos días el portavoz del Ministerio de Relaciones Exteriores chino, Lin Jian. ¿Cuándo aprenderemos?

«No puedes matar a alguien y comerciar con él al mismo tiempo»

En este sentido, es interesante comprobar que el número de patentes otorgadas a equipos de investigación que incluyen tanto a ciudadanos estadounidenses como chinos ha seguido aumentando en las últimas décadas, de una sola patente en 1985 a 23 en 1995, a 156 en 2005, a 3,130 el 2023. Las únicas disminuciones en los datos se observaron en 2018 y 2020, ambos años de la primera presidencia de Trump.

Las instituciones sociales, como el lenguaje, el dinero, el derecho o el comercio, son fruto de la acción humana pero no del diseño humano; emergen como consecuencia no intencionada de la interacción humana.

La participación en el mercado da paso a un proceso descentralizado de prueba y error que permite purgar los defectos y extender por mimetismo los rasgos más favorables de las instituciones.

La cooperación da frutos

Según el autor Virgil H. Storr, los mercados brindan a los individuos la oportunidad de cultivar hábitos de paz. Dado que los recursos son escasos y los seres humanos pueden tener opiniones, creencias y perspectivas diferentes y a veces irreconciliables, nuestras interacciones con los demás son inherentemente propensas al conflicto.

Los mercados, sin embargo, son ambientes donde la cooperación es recompensada y el comportamiento destructivo es costoso. Como tal, los mercados refuerzan las normas sociales pacíficas.

Para tener éxito en los mercados, debemos aprender a ser corteses con nuestros comerciantes, respetuosos hacia nuestros empleados, amigables con nuestros compañeros de trabajo, confiados en nuestros proveedores y conocedores de las preferencias de nuestros clientes.

«La participación en el mercado da paso a un proceso descentralizado de prueba y error que permite purgar los defectos y extender por mimetismo los rasgos más favorables de las instituciones»

Debemos aprender a considerar las perspectivas de otros, incluso de quienes están muy alejados de nosotros en términos geográficos y culturales. En los mercados, aprendemos cómo alcanzar nuestros objetivos al comprender y mejorar las vidas de los demás.

Si Smith, Bastiat o Montesquieu estaban en lo cierto, los esfuerzos para limitar el libre comercio y las interacciones del mercado no solo son económicamente problemáticos, sino que eventualmente podrían ser socialmente desastrosos. Si el mercado es un espacio social donde cultivamos el hábito de la paz, las restricciones comerciales alentarán la violencia y destruirán nuestra capacidad para interactuar pacíficamente entre nosotros.