La Francia de Mbappé quiere jugar sin extremos 

Si tanto interesa lo que dice un jugador de fútbol del nivel de Mbappé se debe básicamente al alcance mediático de cualquier cosa que diga

No deja de ser curioso que un futbolista como Mbappé, que desarrolla su mejor juego por las bandas, diga que no le gustan los extremos. Rápidamente unos han interpretado que se refería al extremo derecho. Otros, que si al izquierdo. Hasta que los más entendidos en esto del 4-4-2 enseguida han aclarado que se refería a los extremos en política.

Eso nos ha tranquilizado. Porque por un momento habíamos pensado que estaba hablando de fútbol, de cómo debe jugar Francia. Y claro, para eso está Didier Deschamps, mítico jugador y laureado entrenador de “Les Bleus”. Hubiese sido una intromisión del 10 de la selección gala opinar sobre la táctica que debe emplear su equipo en esta Eurocopa. Él no es el más indicado teniendo como tiene un técnico que se encarga de eso. Hablar de política es otra cosa.

Al fin y al cabo, Mbappé es un ciudadano francés con derecho a opinar de política como cualquier otro. Incluso más, si me apuran. Para quienes han entendido el mensaje del jugador como una clara crítica contra Le Pen creen que el capitán del equipo de Francia tiene incluso la obligación de posicionarse sobre la situación que atraviesa su país. Así que se da la paradoja de que muchos de cuantos piensan que es un insulto que un tipo gane cifras millonarias por dar patadas a un balón, les parece ahora fantástico que su opinión política se escuche a los cuatro vientos. 

Estaremos de acuerdo en que si tanto interesa lo que dice un jugador de fútbol del nivel de Mbappé se debe básicamente a que es un astro del fútbol y, en consecuencia, al alcance mediático de cualquier cosa que diga. Su condición de goleador le ha permitido ganar hasta ahora, en el PSG, la friolera de 72 millones de euros brutos por temporada. Cifra que se verá superada con su nueva ficha en el Real Madrid. Es así como un multimillonario, que ha estado patrocinado en el equipo parisino por un país como Qatar, se convierte gracias a sus goles en el referente de muchos franceses a la hora de votar. 

El fútbol, el «opio del pueblo»

Que el fútbol es pasión lo sabemos desde hace muchos años. Y que esa pasión ha sido utilizada a lo largo de la historia de muy distintas maneras, también. Dictaduras como la franquista emplearon el balompié como distracción del pueblo con tanta intensidad que llegó a ser calificado, como hizo Marx con la religión, como el “opio del pueblo”. Así que la izquierda y la intelectualidad de la época no tuvieron ningún empacho en despreciar a quienes se vestían de corto por aquel entonces, poniéndolos incluso como ejemplo del mundo más iletrado al considerarlos incapaces de articular frases con palabras más largas que “gol”.  

Pero las emociones que desata el fútbol no han sido utilizadas únicamente por dictaduras y populismos. Es tal la fuerza y la energía que se libera en torno a un campo de fútbol y a los colores de los equipos que juegan en él que resulta casi imposible no querer emplear esas emociones con otros fines ajenos a los puramente deportivos. Todos conocemos clubes que han sido y son mucho más que eso.

El posicionamiento político de unos colores puede arrastrar con facilidad a buena parte de sus aficionados a esa misma posición. Las victorias reconfortan con la vida, así que difícilmente traicionaremos nuestros sentimientos por algo tan vulgar como el sentido común o la racionalidad de la vida diaria fuera de un rectángulo de juego. 

Kylian Mbappé celebra un gol con el París Saint-Germain. EFE/EPA/YOAN VALAT

El fútbol nos empuja a la aventura siempre apasionante de dejarnos llevar por las emociones, por las pasiones y por la irracionalidad. Los nuestros nunca hacen penalti. Nos los hacen a nosotros y encima el árbitro no los pita. Y si ganamos salimos a la calle a festejar que estamos en el lado correcto, con los nuestros, con nuestra ciudad, nuestra comunidad, nuestro país y nuestras banderas.

Es todo una locura tan fantástica que solo nos queda una duda: comprobar si los jugadores que idolatramos piensan como nosotros políticamente. De ser así, el éxtasis es ya completo. Es como un gol por la escuadra. La pasión hecha razón. 

El riesgo que corre el nuevo futbolista del Real Madrid es llegar al 7 julio, segunda vuelta de las elecciones francesas, apeados de la Eurocopa. Es posible que entonces las pasiones y la irracionalidad cambien de opinión y los franceses acaben votando lo contrario de lo que ha pedido su delantero. Si por el contrario están ya en semifinales, que tiemble Le Pen. Al fin y al cabo, esto solo es fútbol. Una cuestión de vida o muerte.