Más cañones, ¿qué escándalo?
Los países no pueden tener cantidades ilimitadas de todos los bienes, porque dependen de los recursos y las tecnologías
La invasión de Ucrania, el belicismo ruso y la fuga de Donald Trump, han propiciado el retorno del dilema cañones o mantequilla que en su día planteó -no fue el primero- Paul Samuelson –con la colaboración de William D. Nordhaus- en su conocido y extenso manual titulado Economía (2019 última edición). ¿Tiene hoy sentido el dilema? Vayamos por partes.
No se puede tener todo de todo
La cuestión que plantea el economista norteamericano: los países no pueden tener cantidades ilimitadas de todos los bienes, porque dependen de los recursos y las tecnologías. La necesidad de elegir entre oportunidades limitadas se acentúa durante las épocas de guerra.
El ejemplo: cuando se discutía si Estados Unidos debía declarar o no la guerra a Irak -cosa que sucedió durante el mandato de un Dwight Eisenhower que constituyó un Comité Federal Especial sobre Irak en 1959 para detener la toma comunista-, los estadounidenses querían saber cuánto les costaría el esfuerzo bélico-económico.
También se preguntaban por qué invertir el dinero en Bagdad y no en Nueva York o en el Medio Oeste. La lógica se imponía: cuantos más recursos se destinaban en las tareas militares, menores serían los disponibles para el consumo y la inversión de los civiles.
Mantequilla y cañones
El doctor Paul Samuelson –alumno de Wassily Leontief y Joseph Schumpeter, Premio Nobel de Economía, profesor del MIT y asesor del Tesoro y de John F. Kennedy- toma la palabra.
Supongamos –un extremo- que nuestra economía decide invertir toda su energía en la producción del bien social, la mantequilla. Hay una cantidad máxima de mantequilla que se puede producir cada año en función de variables como, por ejemplo, la tecnología, la materia prima, la fuerza de trabajo, la productividad, los salarios, los insumos o el mercado.
Supongamos –otro extremo- que nuestra economía decide invertir toda su energía en la producción de armas. Hay una cantidad máxima de armas que se pueden producir, o comprar, cada año en función de variables como, por ejemplo, la capacidad dineraria del Estado y los inversores privados, la tecnología, el precio del material, los royalties, los salarios, los insumos o el transporte.
El menú de bienes y servicios
Concluye nuestro economista que hay que alejarse de unos extremos que no admiten alternativas intermedias: podemos tener, a un tiempo, kilos de mantequilla y miles de cañones. En función de la coyuntura o la necesidad, la oferta puede y debe bascular: a más mantequillas menos cañones y viceversa.
«Hay una cantidad máxima de armas que se pueden producir o comprar cada año en función de variables como, por ejemplo, la capacidad dineraria del Estado y los inversores privados»
Es lo que se denomina la frontera de las posibilidades de producción o las cantidades máximas de producción que pueden obtenerse. Por decirlo coloquialmente, el menú de bienes y servicios disponibles para una sociedad. Un menú que puede y debe variar a la carta de acuerdo con la necesidad.
Hay que tomar decisiones
La vida, advierte Paul Samuelson, está llena de decisiones. Advierte, también, que los recursos son siempre escasos y hay que administrarlos consecuentemente. Si decidimos, pongamos por caso, entre comprar un automóvil o matricularse en la universidad, se debe considerar en cada caso el coste de la decisión en términos de la oportunidad que dejamos perder. El coste de la alternativa a la que renunciamos es el coste de oportunidad de la decisión. Exactamente igual ocurre con la mantequilla y los cañones.
Los dividendos de la paz están bajo cero
El pacifismo que cree en la posibilidad de reconciliar el género humano por la vía exclusiva del diálogo o la no violencia, que cree que la paz es un valor absoluto al que los demás valores deben subordinarse; ese pacifismo que durante décadas azotó Europa nos ha condenado a la subalternidad política.
Las manifestaciones multitudinarias, las pancartas, las sábanas en los balcones, las canciones, las hogueras playeras al compás del Imagine de John Lennon, las consignas contra la OTAN y las bases norteamericanas en España; todo eso, nos ha desarmado, literalmente hablando, frente a los enemigos de la democracia y también –paradójicamente- de la paz. El pacifismo de vía estrecha calificaba sus performances como “dividendos de la paz”. Unos dividendos que están bajo cero.
De vuelta a los 80 del siglo pasado
Lo que llama la atención es que, hoy, por parte de la izquierda radical –Sumar, Podemos y sus monaguillos-, se recupere el discurso de los años 80 del siglo pasado que habla de la escalada bélica, de la carrera armamentística, de la militarización de la política y la sociedad, del militarismo que contamina las relaciones internacionales o de la persistente alianza militar-industrial.
Una izquierda radical que arremete contra los políticos de uno y otro color que quieren proteger el Estado y la democracia –también, la paz- por la vía del armamento disuasorio. A esos políticos les tildan de belicistas y señores de la guerra que no “arreglarán nada subiendo el presupuesto militar”, porque “la paz no se gestiona ni alcanza con una espiral belicista de gasto militar”.
Más: “un Gobierno progresista y de izquierda no debería apoyar la guerra” ni aumentar el presupuesto de Defensa en una decisión “vergonzosa e irresponsable”.
Hoy, el pacifismo –es decir, los partidos interesados en el declive del Occidente liberal– no quiere colaborar en la carrera armamentista, ni en la disuasión del belicismo ruso, ni en la defensa de la democracia en Occidente. El pacifismo o el tonto útil –de derecha e izquierda- de los camaradas de Moscú.
El Ejecutivo usurpa al Legislativo
Necesitamos más cañones para disuadir y defendernos. ¡Qué escándalo! ¿Quizá hay que cruzar los brazos a la espera que Rusia levante la bandera blanca de la paz y proclame la fraternidad universal? ¿Quizá hay que recurrir a la “acción no actuante” de los pacifistas de los 80 del siglo pasado? Menos demagogia y más cañones. A ver si lo entendemos: o das garrotazos o los recibes.
Mientras tanto, Pedro Sánchez estudia cómo incumplir lo prometido -¿alguien sabe lo que promete?- sin pasar por el Parlamento, sin Presupuestos y engañando a la ciudadanía, a la oposición y a la Unión Europea. El Ejecutivo –ese es el programa de Pedro Sánchez- usurpa al Legislativo. Y la falacia del trilero que afirma que “no se trata de gastar más, sino de gastar mejor”. Y menuda la ironía del Pedro Sánchez que habla de la defensa y la seguridad de España con Junts, ERC, Bildu y BNG. Cinismo del bueno.
Dwight Eisenhower
En su discurso de despedida, en el Salón Oval de la Casa Blanca (17 de enero de 1961), Dwight Eisenhower habló a la ciudadanía: “ya no podemos más asumir el riesgo de improvisaciones de emergencia en materia de defensa nacional. Nos hemos visto obligados a crear una industria armamentista permanente de vastas proporciones.
Sumado a esto, tres millones y medio de hombres y mujeres están directamente empleados en el sector de la defensa. Anualmente gastamos en seguridad militar por sí sola más que los ingresos netos de todas las corporaciones de los Estados Unidos”.