Más allá de Vox: los menas dividen a la derecha española
Europa en su conjunto es un espejo en el que España puede mirarse a la hora de prever cómo va a reaccionar nuestra sociedad ante los problemas que genera la falta de una política para regular los flujos de inmigración masiva
La inmigración masiva e incontrolada es un problema que ha venido para quedarse definitivamente entre nosotros. Hasta hace pocos años se trataba de un fenómeno puntual, casi exclusivamente de verano, que servía para que la prensa siguiera activa en agosto titulando “crisis migratoria” y el Gobierno de turno tratara de restar importancia a las imágenes de las pateras llegando a nuestras costas. Y lo mismo sucedía con los saltos de las vallas de Ceuta y Melilla. Ahora tenemos la certeza de lo que entonces sospechábamos: Que si bien la inmigración es siempre necesaria, y más en un país envejecido como el nuestro, el descontrol, la presencia masiva de quienes llegan irregularmente desde África y la ausencia de medidas de nuestras autoridades acabarían trasladando a la sociedad española en su conjunto consecuencias negativas de muy difícil solución.
Europa en su conjunto es un espejo en el que España puede mirarse a la hora de prever cómo va a reaccionar nuestra sociedad ante los problemas que genera la falta de una política para regular los flujos de inmigración masiva. En esta cuestión no somos diferentes de los franceses, británicos o italianos. Superados en muchos casos por los efectos negativos y la tensión social que provoca la inadaptación de buena parte de la población inmigrante, muchos votantes de esos países han decidido apoyar las opciones que defienden un mayor rigor y dureza en el control de los flujos migratorios. Y Vox lo sabe. Es su opción política, parte fundamental de su identidad, y la defiende hasta sus últimas consecuencias.
Seguramente el fenómeno de la inmigración masiva en España no ha alcanzado aún los niveles de Francia, Alemania o Reino Unido, y, por lo tanto, nuestra sociedad tiene aún una mayor sensibilidad ante lo que no deja de ser un drama humano. Pero hay quien piensa, fundamentalmente en Vox y en el independentismo catalán, que esto es cuestión de tiempo. Por eso no respaldan el plan de distribución y reparto de 347 menores extranjeros no acompañados (menas) que el PSOE ha puesto sobre la mesa de la Conferencia Sectorial de Infancia y Juventud celebrada en Tenerife.
Es mucho más fácil decir, como se hace desde el “progresismo” del Gobierno, que la inmigración supone tener una Selección de Fútbol con jugadores como Nico Williams o Lamine Yamal.
Es el PP quien en esta cuestión de la inmigración incontrolada ha sacado las castañas del fuego al Gobierno de Sánchez y quien, casi con toda seguridad, acabará dando su apoyo a la reforma de la Ley de Extranjería que tiene como objetivo el reparto y distribución de los menas entre las diferentes comunidades autónomas. La negativa de VOX a aceptar estos acuerdos les ha llevado a romper sus pactos con el PP en los gobiernos regionales donde trabajaban conjuntamente. Una línea roja que los de Abascal no han querido cruzar porque suponía, y supone para ellos, la renuncia a una seña de identidad que no están dispuestos a entregar. Para muchos ha sido una pataleta, un tiro en el pie que les coloca en la misma senda de desaparición que antes tomaron Ciudadanos o UPyD. Para otros, sin embargo, la decisión es pura coherencia política.
El PP, en el asunto migratorio, prefiere seguir adoptando lo que parece es mayoritario actualmente entre la sociedad española. En su estrategia por seguir ocupando el centro político se desvincula de posturas aún impopulares como emplear mano dura, que rápidamente se traduce en la izquierda oficial como querer disparar cañonazos contra los cayucos que llegan a Canarias. Es mucho más fácil decir, como se hace desde el “progresismo” del Gobierno, que la inmigración supone tener una Selección de Fútbol con jugadores como Nico Williams o Lamine Yamal. ¡Cuántos grandes futbolistas nos estamos perdiendo por no quitar definitivamente las vallas de Ceuta y Melilla!
Curiosamente, la ruptura que el reparto de los menas ha provocado entre PP y VOX no supone ningún riesgo para los pactos que Pedro Sánchez tiene con los independentistas catalanes de Junts y ERC, quienes se niegan a acoger menores en su comunidad. Sus votos para seguir en la Moncloa son más importantes que el drama humano de los menores. Aquí no rompe nadie. Y tampoco parece que la sociedad catalana vaya a reprochar esta actitud, que rápidamente es tachada de xenófoba, inhumana y de ultraderecha cuando la tienen otras formaciones.
Más allá de la lucha política, es evidente que el problema de la inmigración descontrolada se irá agravando en el futuro. Veremos si nuestra clase política es capaz de buscar soluciones o si la única solución es confiar en la solidaridad, el apoyo y las buenas intenciones de los españoles. De ser así, y como ha ocurrido siempre a lo largo de la historia, el tiempo pondrá a cada uno en su sitio.