Maldito capitalismo
Yolanda Díaz le muestra un libro a Pedro Sánchez con la intención de desacreditar a María Jesús Montero y Carlos Cuerpo
En el banco azul del Hemiciclo del Congreso de los Diputados, Yolanda Díaz se acerca a Pedro Sánchez y toma asiento a su izquierda. La vicepresidenta segunda le muestra un libro al presidente, que acaba de sacar de su bolso. Ambos se entretienen leyendo la cubierta. Se miran y sonríen.
Lo que aparece en la cubierta del libro
Título: La utopía de las normas. De la tecnología, la estupidez y los secretos placeres de la burocracia. Autor: David Graeber. También autor de En deuda: Una historia alternativa de la economía. Recomendado por Thomas Piketty.
Desconocemos si Pedro Sánchez se llevó –prestado o regalado- al despacho del Congreso, o la Moncloa, el libro del antropólogo y activista anarquista estadounidense. Un ensayista ilustrado e ingenioso a pesar de los aires populistas que destilan sus trabajos. Un antropólogo que revoluciona el oficio y un anarquista que –siguiendo la tradición de los clásicos: Bakunin, Malatesta y compañía- ensaya para actuar. La acción directa.
Las intenciones de Yolanda Díaz
Muy probablemente, Yolanda Díaz le muestra el libro a Pedro Sánchez con la intención de desacreditar a María Jesús Montero, vicepresidenta primera del Gobierno y ministra de Hacienda, e, igualmente, a Carlos Cuerpo, ministro de Economía, Comercio y Empresa.
A Yolanda Díaz le molesta la “estupidez de la burocracia” –recuerden, de eso va el libro que ella muestra a Pedro Sánchez- de un par de ministros que se oponen/retrasan a sus proyectos. Al acuerdo de la reducción de la jornada laboral y al acuerdo de la subida del Salario Mínimo Interprofesional. Yolanda Díaz tiene prisa, porque las encuestas la descienden –a ella y a Sumar- a la Segunda División y hay que hacer de inmediato lo que sea para detener la catástrofe.
En esta coyuntura, acompasar la jornada laboral a la situación económica (Carlos Cuerpo) y no ajustar el IRPF a la subida del salario mínimo (María Jesús Montero) no son sino, para Yolanda Díaz, por decirlo a la manera de David Graeber, una “estupidez de la burocracia”.
La estupidez burocrática por doquier
Lo curioso del caso es que los acuerdos de Yolanda Díaz, así como los argumentos que saca a colación para que no sean dañados por la burocracia de los ministerios de Hacienda y Economía, también forman parte de la “estupidez de la burocracia”. De hecho, el Gobierno de Pedro Sánchez, que todo lo regula por decreto, es un buen ejemplo de la “utopía de las normas” y de la “estupidez y secretos placeres de la burocracia” que relata David Graeber. De leer el libro, Pedro Sánchez se hubiera visto cuestionado en el ensayo: un reflejo de su lado oscuro.
Lo que hubiera subrayado Yolanda Díaz
Qué le fascinaría a Yolanda Díaz del libro de David Graeber. Arriesgo poco si afirmo que subrayaría las páginas que hablan de los movimientos sociales de inspiración izquierdista que se rebelan contra el pensamiento burocrático y contra el conformismo que propicia el Estado del bienestar.
También, el capítulo que celebra el Movimiento por la Justicia Global que arremete contra una globalización capitalista que crea una reserva de trabajadores tan desesperados como para trabajar por casi nada. Una globalización capitalista que no tendría nada que ver con el libre mercado y el libre comercio, sino con el sistema burocrático-administrativo. Sospecho que habría reflexionado largamente sobre estas últimas palabras.
Un policía es un burócrata con armas
También le interesaría la crítica de una vida cotidiana que se caracteriza por la imposición de normas y regulaciones impersonales que solo funcionan si están respaldadas por la amenaza de la fuerza. ¿Qué es un policía? Está claro: un burócrata con armas.
Los más listos se comportan como idiotas
Así las cosas, la izquierda se ve obligada al cuestionamiento de la burocracia, porque los procedimientos burocráticos poseen la capacidad de hacer que la gente más lista se comporte como idiota. ¿Cómo combatir la idiotez? A la manera de mayo del 68: actos creativos de subversión que minen la lógica capitalista dominante.
O un sistema de plebiscitos informáticos. O una serie de asambleas públicas. Una democracia directa que, delante de las narices del poder, podría experimentar un orden social genuinamente democrático basado en el poder alternativo de la imaginación.
Lo que omitiría Yolanda Díaz
Para empezar, la expresión “el poder lo hace a uno perezoso”; después, la idea según la cual “la burocracia no solo se hace indispensable para los gobernantes, sino que posee un indiscutible atractivo también para aquellos a quienes administra”. La vicepresidenta segunda rechazaría el derecho a la pereza y se olvidaría de la eficacia de la burocracia que Max Weber mostró en diversos ensayos.
«Nunca entenderán que el capitalismo, lejos de empobrecer a las masas, ha mejorado su situación por encima de ninguna expectativa sensata jamás conocida»
A Yolanda Díaz, ¿qué puede molestarle de Max Weber? En primer lugar, la obediencia debida al cuadro administrativo funcionarial que se fundamente en el saber. En segundo lugar, el hecho de que la burocracia sea un buen instrumento gracias al cual –por ejemplo- los políticos se controlan los unos a los otros. A ella –cree- no le controla nadie.
La ilusión que se desvanece
En un momento dado, David Graeber se formula a sí mismo la siguiente pregunta: “¿Quién no ha soñado con un mundo en el que cada uno conozca las reglas, las obedezca y (lo que es más) en el que quien juega según las reglas pueda ganar?” Él mismo responde: “Será siempre una brillante ilusión que se desvanece en cuanto la tocamos”.
El antropólogo estadounidense anda cargado de razones. Un ejemplo: en la España de Pedro Sánchez –que es también la de Yolanda Díaz-, el sueño de la obediencia de las reglas es una ilusión que se desvanece de inmediato. Y no solo eso, porque en esa misma España de Pedro Sánchez y Yolanda Díaz acostumbra a ganar, aunque pierda, el que no juega de acuerdo a las reglas.
La brava Yolanda Díaz
Sin embargo, los protagonistas del encuentro literario en el banco azul del Hemiciclo del Congreso de los Diputados, comulgan con la idea del antropólogo anarquista según la cual el desvanecimiento de la ilusión es culpa de una “burocracia que ha sido el medio principal para que un diminuto porcentaje de la población extraiga riqueza del resto de nosotros”. Lo de siempre, el maldito capitalismo.
¡Maldito capitalismo!, retumba en la mente de la brava Yolanda Díaz.
Nunca entenderán que el capitalismo, lejos de empobrecer a las masas, ha mejorado su situación por encima de ninguna expectativa sensata jamás conocida.