Maduro, caudillo de Venezuela por una gracia de Dios

Si a algo debemos tener miedo los españoles no es tanto a la posible vuelta de una dictadura de derechas como a una de izquierdas

Lo comentábamos al despedir el año pasado: este 2025 va a ser el año de Franco y de Maduro. El dictador venezolano se ha salido con la suya y nadie ha podido o sabido impedir que jurara de nuevo en el cargo para convertirse en el presidente ilegítimo de Venezuela.

Un juramento ampuloso, exagerado, casi hilarante, si no fuera porque escuchar el grito firme, castrense y amenazador de Maduro significa que el pueblo venezolano va a seguir sumido en un imparable proceso de empobrecimiento, represión y exilio.

Cuando Maduro juraba por Dios, me recordaba al viejo e infantil chiste de cuando, en plena dictadura, vivíamos con las monedas de peseta y la cara de Franco en ellas con la inscripción: “Caudillo de España por la gracia de Dios”. “Por una gracia de Dios”, decíamos nosotros, y desgraciadamente tendrán que decir ahora los apesadumbrados venezolanos.

El presidente de Venezuela, Nicolás Maduro. Foto: EFE/CH
El presidente de Venezuela, Nicolás Maduro. Foto: EFE/CH

La comunidad internacional no ha puesto toda la carne en el asador en defensa de la democracia y la legitimidad de Edmundo González Urrutia, y esta es posiblemente la razón última del fracaso que supone que una dictadura se perpetúe con tanta desfachatez.

El grado de responsabilidad, sin embargo, no es el mismo para todos. Es más, lo que ha ocurrido en Caracas estos últimos días pone en evidencia la debilidad de Europa fuera de sus fronteras y cómo determinados intereses comerciales y estratégicos de la administración norteamericana se anteponen a la defensa de la democracia como garantía de los ideales que mueven al mundo libre.

El vergonzoso papel de Pedro Sánchez

Pero sin duda el papel más vergonzoso lo ha representado el Gobierno de Pedro Sánchez. Los históricos vínculos de España con Latinoamérica en general, y con Venezuela en particular, obligaban a nuestra diplomacia a protagonizar un papel más activo en defensa del legítimo vencedor de las elecciones del pasado verano. Máxime cuando se pretende poco menos que atemorizar a los españoles con la posible vuelta a una dictadura si nos empeñamos en no recordar lo malo que fue Franco.

Si a algo debemos tener miedo los españoles no es tanto a la posible vuelta de una dictadura de derechas como a una de izquierdas. La falta de crítica hacia Nicolás Maduro, los turbios asuntos con Delcy Rodríguez y sus maletas, los negocios poco claros con el narcoestado, el blanqueamiento del régimen que indisimuladamente lleva a cabo Rodríguez Zapatero, etcétera, deberían preocuparnos seriamente.

Son motivos más que suficientes para sospechar que existe un grado de connivencia, e incluso de identificación, con la forma que emplea el chavismo venezolano para perpetuarse en el poder que debería asustarnos más que cualquier otra amenaza.

Siempre nos ha quedado aplicar el castigo mediante la papeleta en las urnas

Porque mientras Nicolás Maduro juraba en el cargo, aquí en España el PSOE daba un paso más en la demolición del Estado de derecho al presentar una proposición de ley para acabar con lo que califica de “acoso judicial al Gobierno”. Es decir, limitar y acotar la acción popular en las causas judiciales de manera que quede adscrita a la fase de juicio oral y a la formulación inicial de la querella.

Una maniobra, a fin de cuentas, para evitar que el cerco de la justicia se cierre alrededor de todos los escándalos de corrupción que rodean a Pedro Sánchez. Un recorte a las libertades de un sistema que ha venido funcionando y que parece estorbarle ahora al Gobierno que llegó al poder precisamente para acabar con la corrupción.

Si alguna lacra ha sufrido nuestra sociedad en la España de la democracia, además del terrorismo de ETA, ha sido la corrupción de los partidos que han estado en el Gobierno (algunos también autonómicos) a lo largo de los últimos años. Afortunadamente, los resortes de la justicia y de la propia acción política han servido para que pagaran los culpables y se procediera a un esperanzador relevo. La regeneración total nunca ha estado garantizada, cierto, pero siempre nos ha quedado aplicar el castigo mediante la papeleta en las urnas.

A los venezolanos les han usurpado ese derecho. A nosotros, en cualquier momento. Ya nos lo ha advertido Pedro Sánchez.