Los clásicos tienen la virtud de brindar un modelo de interpretación de la realidad que trasciende su época. Pongamos por caso Miguel de Cervantes en el ámbito de la gran literatura y Pedro Lazaga en el campo de la cinematografía popular de entretenimiento. Vayamos por partes. Interpretemos –sin más dilación- la España política de hoy con el auxilio de los clásicos citados.
Peor es ser hereje, o renegado, o matar a su padre y madre
Si ustedes leen las ‘Novelas Ejemplares’ (1613) de Miguel de Cervantes –en concreto, las clasificadas por la crítica como pertenecientes al segundo grupo: ambientes turbios, realismo, lenguaje cotidiano y humor- notarán un aire de familia semejante al universo de la coalición progresista que hoy nos gobierna.
Si nos acercamos, por ejemplo, a la obra Rinconete y Cortadillo nos encontramos con un innominado personaje que reivindica –aparece el toque de humor cervantino aderezado con cierta dosis de picaresca- la bondad de quien coquetea con la transgresión de la ley. El personaje arguye que así también se puede “servir a Dios y a las buenas gentes”, tal y como ha ordenado Monipodio –el jefe de nuestro personaje- a “todos sus ahijados”.
Finalmente, el diálogo entre Rinconete, Cortadillo y el personaje en cuestión termina con una pregunta de Cortadillo que duda de que la transgresión de la ley sea “santa y buena”. A la que el innominado responde lo siguiente: “¿Qué tiene de malo? ¿No es peor ser hereje, o renegado, o matar a su padre y madre?”
Miguel de Cervantes –se decía al inicio de estas líneas- trasciende su época. Situémonos en el universo de nuestra coalición progresista. ¿Acaso no hay quien coquetea con la transgresión de la ley para integrar a unos sediciosos y malversadores -ya indultados y en vías de ser amnistiados- con el objetivo de lograr –dice- la convivencia en Cataluña? ¿Acaso no hay quien, sin ningún tipo de escrúpulos, pisotea los principios esenciales de la ética para dar una oportunidad –el Ayuntamiento de Pamplona, por ejemplo- a unos individuos de dudoso pedigrí democrático y moral?
¿Que todo ello ocurre para que Pedro Sánchez conserve el poder? Ya lo dijo el personaje de Miguel de Cervantes: “¿Qué tiene de malo? ¿No es peor ser hereje, o renegado, o matar a su padre y madre?” Pues, eso.
Unos tramposos chuletas, guapotes y pícaros
Si ustedes visionan la película ‘Los tramposos’ (1959), de Pedro Lazaga, protagonizada por Tony Leblanc y Antonio Ozores –al parecer, en el guion de José Luis Dibildos intervinieron también Rafael Azcona, Luis Berlanga, Edgar Neville y Miguel Mihura-, tomarán buena nota de unos tramposos de poca monta “divertidos, caraduras, castizos, chuletas, guapotes y pícaros con buen fondo” que por ello fascinaron a Santiago Segura.
A buen seguro que, al director de ‘Torrente, el brazo tonto de la ley’ (1998), le encantó el comportamiento de unos timadores o pícaros–Paco y Virgilio- que sobreviven gracias a su ingenio. Es decir, gracias al arte de engañar a cualquier ingenuo –incluso, dentro de la Ley- que transite por Madrid y no esté alerta.
El método: el tocomocho o el timo de la estampita ejecutados con maestría por Tony Leblanc y Antonio Ozores en ‘Los tramposos’. El tocomocho o la estafa de quien –por las razones que sea- vende un décimo de lotería por menos dinero del que le correspondería según la lista de premios. Finalmente, el décimo resulta ser falso o no premiado. El timo de la estampita o la estafa de quien compra a un individuo, supuestamente falto de inteligencia –por una escasa cantidad de dinero-, un sobre repleto de billetes –estampitas, dice el vendedor- que, finalmente –juego de manos-, resultan ser papeles sin valor.
Si nos situamos de nuevo en el universo de nuestra coalición progresista, no hay que descartar la hipótesis del tocomocho y/o del timo de la estampita en la compraventa de la amnistía, las prejudiciales o la transferencia de la competencia de la política de inmigración a Cataluña.
Pedro Lazaga nos muestra que la picaresca es una actitud propia de quienes desean huir de la realidad engañando y engañándose
En cualquier caso, los compradores –Junts y ERC a los que habría que sumar Bildu y el PNV– ya han adquirido el décimo y las estampitas. Vale decir que los compradores ya han cobrado por la vía del indulto, o la supresión de las prejudiciales que podrían paralizar la ley de amnistía, o la condonación de 15.000 millones de euros de una deuda astronómica de más de 80.000 millones, o por la alcaldía de un Ayuntamiento, o por la transferencia o delegación de la política de inmigración y lo que surja del mercado del chantaje. Y, de momento, Pedro Sánchez ha obtenido el poder a cambio del décimo y las estampitas vendidas.
Un detalle que retener
En Los tramposos, de Pedro Lazaga, no aparece el cinismo ni el descaro y sí aparecen dos personajes –Concha Velasco y Laura Valenzuela en los papeles de Julita y Katy- que muestran el camino decente que seguir a los protagonistas de la historia.
Un ambiente turbio
Lo cierto es que, hoy, nos movemos en ambientes turbios. Y si Miguel de Cervantes, como señala el historiador de la literatura española José García López, “se limita a ofrecernos con regocijado realismo y ágil estilo el pintoresco espectáculo del hampa sevillana” en sus Novelas Ejemplares, nosotros podríamos hacer ahora algo parecido en el pintoresco e indecoroso espectáculo de la sombría política española.
Lo cierto es también que Pedro Lazaga nos muestra que la picaresca es una actitud propia de quienes desean huir de la realidad engañando y engañándose. El engaño y la mentira como manera de vivir y sobrevivir.
Anteayer, ayer y hoy
En la época de Miguel de Cervantes reinaba un monarca que delegaba sus responsabilidades, en la España de Pedro Lázaga gobernaba un dictador y hoy manda un aprendiz de autócrata. Fueron y son tiempos críticos. Desbarajuste y pesimismo. Fueron y son tiempos confusos, propicios a la estafa, la insidia y la farsa. Tiempos de ensoñaciones y autoengaño. Un consejo: no se dejen engañar. No se dejen timar.