El camarada Vladimir Lenin y la camarada Clara Zetkin conversan sobre la mujer
El líder soviético atribuía una importancia muy grande al movimiento femenino, como parte esencial del movimiento de las masas
Una pieza en tres actos –realismo socialista- en donde Vladimir Lenin –principal dirigente de la Revolución bolchevique- y Clara Zetkin –fundadora de la II Internacional- conversan, entre 1920 y 1924, sobre la mujer nueva y la sociedad nueva generada por la triunfante Revolución de Octubre. El espectador/lector, si lo cree oportuno, puede efectuar una lectura sintomática, o presentista, sobre su –hipotética- actualidad. Y, si también lo cree oportuno y/o conveniente, quizá pueda sacar alguna conclusión o lección.
Primer acto
Escenario: el Kremlin, la antigua fortaleza zarista. Para llegar a la habitación sencilla, modesta y sobria en que Lenin recibe las visitas –excepcionalmente las recibe en los grandes salones de palacio- hay que pasar por delante de varios centinelas, medida justificada si tenemos en cuenta la campaña terrorista contra los dirigentes revolucionarios.
Al entrar en la estancia, Clara Zetkin encuentra a la esposa y la hermana de Lenin cenando. La invitan a compartir la cena. Una comida sobria: té, pan negro, manteca, queso y un vaso pequeño de fruta en conserva. Lenin entra en la habitación y encuentra a las tres mujeres hablando de arte y de cuestiones de cultura y educación. Lenin interviene en la conversación inmediatamente y con toda vivacidad. Tema: la labor titánica de los bolcheviques que dotan a la Rusia soviética de un nuevo arte y una nueva cultura. Aquella noche –era tarde- hablaron también de otras cuestiones.
Clara Zetkin: ¡Con qué sinceridad y con qué calor ama este hombre al pueblo del trabajo! ¡Y pensar que hay quien le tiene por una fría máquina especulativa, por un rígido fanático de las fórmulas, para quien los hombres no son más que categorías históricas, con las que juega y especula como un calculador insensible!
Segundo acto
Escenario: el cuarto piso de un edificio en donde vive Clara Zetkin. Lenin visita a su amiga, camarada y correligionaria, enferma por culpa del cambio de régimen de vida y trabajo que supone instalarse en Moscú.
Clara Zetkin reflexiona: Lenin me visitó. Preocupado por mí, como la mejor de las madres, se informó de si estaba bien atendida y alimentada, de si tenía un buen tratamiento médico, etc., y me preguntó qué deseaba o apetecía. Detrás de él, vi la cara bondadosa de la camarada Krúpskaia. Lenin dudaba que todo estuviese tan bien y magníficamente como yo decía. Lo que más le preocupaba era que estuviese metida en el cuarto piso de una casa soviética, que si bien teóricamente tenía ascensor, de hecho, no funcionaba. De pronto, la navecilla de nuestra charla se puso a surcar las aguas políticas.
Para Lenin, la plena equiparación social de la mujer con el hombre es un principio inamovible
Tema: la retirada del Ejército rojo en su marcha sobre Polonia no dejó madurar los floridos sueños revolucionarios que ambos personajes se habían forjado al ver a las tropas soviéticas avanzar sobre Varsovia como un rayo.
Clara Zetkin reflexiona de nuevo: cuantas veces venía a visitarme Lenin, era un día de fiesta para toda la casa. Desde los soldados rojos que montaban la guardia a la entrada, hasta la chica de la cocina, y no digamos las delegadas del cercano y del lejano Oriente. ¡Ha llegado Vladimir Illich!
Tercer acto
Escenario: el gran despacho de Lenin en el Kremlin. Clara Zetkin, antes de desplazarse al Kremlin, recuerda que Lenin le había hablado muchas veces del problema de la mujer. A su parecer, el líder soviético atribuía una importancia muy grande al movimiento femenino, como parte esencial, incluso decisiva, del movimiento de las masas. Huelga decir –continúa la camarada Clara- que, para Lenin, la plena equiparación social de la mujer con el hombre es un principio inamovible, y que ningún comunista podía ni siquiera discutir.
Lenin, sentado en su mesa de escribir cubierta de papeles y de libros. Clara Zetnik, también sentada, escucha.
El camarada Vladimir Lenin toma la palabra: tenemos que crear a todo trance un fuerte movimiento femenino internacional. La camarada Clara Zetnik asiente y habla del problema sexual y el problema del matrimonio.
Lenin, contundente, toma, de nuevo, la palabra: ¡Valiente mamarrachada!
Clara Zetkin objeta: Bajo el régimen de la propiedad privada y el orden burgués, el problema sexual y el problema del matrimonio envuelven múltiples preocupaciones, conflictos y penalidades para las mujeres de todas las clases y sectores sociales… poniendo al desnudo problemas que antes quedaban ocultos.
Lenin toma, otra vez, la palabra: No quería dar crédito a mis oídos cuando me dijeron que en las veladas de lectura y discusión que se organizan para las camaradas son objeto preferente de atención el problema sexual y el problema del matrimonio. El primer Estado de la dictadura proletaria lucha contra los contrarrevolucionarios del mundo entero… ¡Y he aquí que las camaradas activas se ponen a discutir el problema sexual y el problema del matrimonio en el pasado, en el presente y en el porvenir! Creen que su deber más apremiante en esta hora es ilustrar a las proletarias acerca de esto.
Clara Zetkin objeta de nuevo: La atmósfera de la revolución en marcha se presta magníficamente para esto. El viejo mundo de sentimientos y de ideas comienza a vacilar. Los antiguos vínculos sociales se aflojan y se rompen, descubriéndose atisbos de nuevas relaciones y actitudes humanas. El interés por estas cuestiones es un signo de la necesidad que se siente de claridad y nuevas orientaciones.
Las camaradas activas se ponen a discutir el problema sexual y el problema del matrimonio
Lenin –sonriente y de nuevo concurrente – concluye: la primera dictadura del proletariado está siendo su verdadero campeón en la lucha por la plena equiparación social de la mujer. La dictadura del proletariado desarraiga más prejuicios que muchos volúmenes de literatura feminista. ¡Valiente mamarrachada! Ahora, hay que concentrar [se refiere a los problemas de la mujer y la juventud] todas las fuerzas y todo el tiempo en otras cosas. Tenemos cuidados mayores y más graves.
Por su parte, Clara Zetkin afirma que Lenin había hablado con gran vivacidad y una gran energía. Concluye que a Lenin cada palabra le sale del alma, y la expresión de su cara lo confirma así. Y ¡cómo siento, camarada Lenin, que no hayan oído sus palabras cientos, miles de personas!
Nota. Lo que ustedes acaban de leer no es fruto de la imaginación de quien firma este artículo. No se trata de una ficción. Pura realidad. En el libro de Clara Zetkin, titulado Recuerdos sobre Lenin (1975), encontrarán las palabras de uno y la otra.