La senectud y el poder
Robert Hur destaca las limitaciones cognitivas en mandatarios como Biden, Trump, Putin y el Papa Francisco, mientras surge la pregunta sobre la idoneidad de la vejez en la toma de decisiones políticas
El fiscal especial de EE. UU., Robert Hur, mostró en un informe su preocupación al advertir la limitada capacidad de memoria de Joe Biden, Presidente de EE. UU., que tiene 81 años; una preocupación que también despiertan las limitaciones físicas o afectaciones cognitivas de personalidades como Donald Trump, de 77 años, Vladímir Putin, de 71 años, o el Papa Francisco, con 87 años, en relación con su capacidad para ejercer sus cargos.
Frente a los grandes mandatarios con edades superiores a los setenta años, encontramos a los nuevos líderes, como Gabriel Attal, primer ministro de Francia, con 34 años. El filósofo italiano Norberto Bobbio, en su libro de vida De senectute, observó: “Cuando uno es viejo, y además está envejecido, no logra hurtarse a la tentación de reflexionar sobre su pasado. De las tres dimensiones del tiempo, solo el pasado existe para quien ha superado el umbral de los ochenta años, con su aplastante peso de recuerdos que se resisten a marcharse y a veces reaparecen repentinamente, tras años de semejar desvanecidos. El presente es huidizo. El futuro, que es el reino de la imaginación y la fantasía, se reduce día a día hasta desaparecer del todo.”
Expresado en otras palabras, Bobbio observaba la vejez como un no lugar, donde el peso del pasado acaba absorbiendo todas las energías. Bobbio tenía una visión negativa sobre la senectud y veía en ella un periodo de limitaciones y pérdidas. Si la actitud de Bobbio frente a la vejez [recordemos que murió a los 95 años] nos lleva a pensar que, tras cruzar el umbral de los setenta años, no se debería gobernar un país, porque uno mismo ya no se puede gobernar, encontramos a otro filósofo, Edgar Morin, que con 103 años sigue implicándose en los grandes asuntos para enseñar a los más jóvenes cómo afrontar los retos del futuro.
Bobbio tenía una visión negativa sobre la senectud y veía en ella un periodo de limitaciones y pérdidas
En una reciente entrevista a Le Monde realizaba un encendido alegato contra la indiferencia y la actitud de brazos caídos ante los problemas que se deben afrontar. Morin propone que “ante la multiplicación de guerras, el calentamiento global y el auge de regímenes autoritarios, el mundo corre hacia el desastre, pero debemos resistir el odio”. La cuestión de cómo afecta la vejez al ejercicio del poder no se puede dirimir sobre la base de señalarla como la principal razón por la que hay que dejar de ejercer un cargo en la política.
Las limitaciones de Biden no determinan la política exterior norteamericana, ni su fortaleza económica, ni siquiera sus errores de memoria que lo alejan de la realidad, sino más bien, al contrario, permiten observar lo frágil y huidizo que es el poder cuando no se tienen las suficientes energías para poder ejercerlo. Lo que hace malo a Trump no es su edad, sino su comportamiento público, que ya era censurable cuando tenía cuarenta años.
Todos hemos visto a jóvenes muy capaces y a otros incapaces de ejercer el poder; pero también hemos constatado que, a una cierta edad, es preciso compartir el ejercicio del poder y rodearse de gente capaz para poder ayudar a desarrollarlo. Si el futuro es de los jóvenes, lo es en la medida que puedan favorecerse del conocimiento, la experiencia y la fuerza vital sostenida de sus mayores