La relativización y la frivolidad

Nunca como hasta ahora, entre 1975 y 2024, el poder político se ha usado para enfrentar a unos contra otros, lo de vencederos y vencidos parecía olvidado

Romper con Argentina, ensalzar el mal absoluto premiándolo con un reconocimiento diplomático y borrar todos los delitos de aquellos que durante casi dos meses secuestraron a millones de ciudadanos utilizándolos como rehenes para intentar conseguir la independencia por la fuerza es un balance para una semana que no está al alcance de cualquiera.

Hay algo peor que la maldad, la ignorancia. Sánchez está más en lo segundo que en lo primero. Podrá decirse, y es cierto, que España, lamentablemente, en el pasado ha tenido gobiernos corruptos y dirigentes incompetentes, pero ninguno había llegado tan lejos en la falta de sentido institucional y en el uso privativo de las instituciones y el uso del BOE en beneficio personal.

Nunca como hasta ahora, entre 1975 y 2024, el poder político se ha usado para enfrentar a unos contra otros, lo de vencederos y vencidos parecía olvidado. Ciertamente en España hay lugares, como Cataluña, el País Vasco y Navarra, donde el Estado ha tolerado durante todos estos años que haya ciudadanos de primera -los nacionalistas- y ciudadanos de segunda -los no nacionalistas- pero a pesar de esa dolorosa tolerancia los maltratados habitantes de esos territorios siempre tuvieron la impresión de que las instituciones del Estado era una última frontera, un refugio. Así fue en 2017 cuando, aunque fuera torpemente, con retraso y de forma timorata, el gobierno acudió al rescate de una Cataluña a la que sus dirigentes políticos habían llevado a las puertas de un conflicto civil.

La intervención de entonces evito lo peor en lo inmediato, las consecuencias económicas y sociales son irreversible, más si se tiene en cuenta que no hay el más mínimo atisbo de autocritica no solo entre los que cometieron graves delitos ahora amnistiados si no entre unas decadentes elites económicas que cuando apoyan la amnistía claman por su auto exculpación.

Sánchez no tiene ni idea de que representa al sentarse en el cabecera del consejo de ministros

Mi brillante compañero de columna, Juan Milian, publico en Deusto “El proceso español”, un libro que presagiaba todo lo que ha sucedido. La aplicación del artículo 155 y el estado de derecho aplacaron a un monstruo con el que luego Sánchez, como en Jurassic Parc, jugo y se le ha ido de las manos.

En el pleno del congreso del pasado jueves, mientras el presidente del gobierno hacía novillos, para no asistir al resultado de su proceder, los portavoces independentistas lucieron arrogancia, no reconciliación. Ira y no reencuentro. Venganza y no concordia.

Peor que un gobernante malvado es un dirigente inconsciente de que es el sentido de estado y la institucionalidad. Sánchez no tiene ni idea de que representa al sentarse en el cabecera del consejo de ministros, ha soltado al tiranosaurius rex separatista por la península ibérica y lejos de ir a darle caza lo alimenta con todo lo que tiene a su alcance y lo peor de todo es que vistas las encuestas para las elecciones del próximo domingo la pesadilla convertida en realidad está lejos de terminar.

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