La plaza | Sánchez e Iglesias: mejor un divorcio a tiempo

A un par de semanas del 'deadline' para convocar elecciones, los tertulianos de 'La plaza' repasan las razones por las que nos encaminamos a nuevos comicios

Aunque en política muchas veces nada es lo que parece, todo indica que nos encaminamos a unas nuevas elecciones. ¿Indicadores? En La plaza se han puesto sobre la mesa unos cuantos.

Por ejemplo, la airada respuesta de Unidas Podemos al supernombramiento de Enric Hernández como coordinador de todos los contenidos informativos de RTVE, que son muchos y llegan a muchos españoles, aunque dada la persistente caída de audiencia de la televisión pública cada vez a menos.

Hay otros: la ausencia de un mínimo resultado o mensaje positivo que transmitir a la opinión pública tras cinco horas de reunión, o el hecho de ni siquiera haber fijado una fecha para continuar las negociaciones, aunque estemos a apenas un par de semanas del deadline para que se ejecute automáticamente la nueva convocatoria.

Y, a juicio de los analistas del podcast, el fracaso del acuerdo entre Podemos y el PSOE no sería algo que pudiese sorprender a la vista de la desconfianza instalada entre líderes y formaciones desde hace tiempo, una desconfianza que no sólo no se ha escondido a la opinión pública sino que se ha retransmitido en directo cuando no amplificado con todos los altavoces posibles.

No hay química entre Pedro Sánchez y Pablo Iglesias; no la ha habido en realidad nunca, y seguramente nunca la habrá. El dirigente morado nunca ha sido la primera opción de Sánchez a la hora de emprender un proyecto de gobierno.

Antes que con él, lo intentó con Albert Rivera, un acuerdo que precisamente Pablo Iglesias dinamitó. Luego vino lo del gobierno Frankenstein y, claro, ahí no tuvo más remedio que elegir a los de Podemos como socios privilegiados.

Sánchez e Iglesias coinciden en generalidades, cuanto más ambiguas mejor

Pero el presidente del Gobierno en funciones sabe que hay poco en común, de verdad, entre su partido y la resquebrajada formación podemita. Sobre todo en vísperas de una crisis económica, de dimensión desconocida aún, pero cada vez más probable.

Sánchez e Iglesias no coinciden ni en qué retoques dar a la reforma laboral, ni en política exterior, ni en materia europea, ni en la política a seguir en Cataluña, ni… Coinciden en generalidades, cuanto más ambiguas mejor: apoyo al feminismo, necesidad de mejorar las prestaciones sociales… Temas que planteados de esta manera podrían suscribir hasta los populares del PP.

Así las cosas, es fácil suponer que entre los cálculos de  Sánchez estaba el miedo a que una coalición con Podemos hiciera saltar precipitadamente por los aires un pacto tan forzado. Y si tuviera que afrontar una crisis de gobierno antes de tiempo, hipotecaría algo más que un ejecutivo artificiosamente conformado. Seguramente, pondría en cuestión su futuro liderazgo. Y Sánchez aún es muy joven.

Por eso a la vez que negaba a Podemos lo que les había ofrecido mes y medio antes, todo lo que llevaba ahora en su mano era promesas de cargos e instituciones que no le pertenecen, como la CNMV o el CGPJ. ¡Todo tan poco creíble!

Pero, en fin, queda poco para salir de dudas. Les aconsejo que escuchen detenidamente este podcast de La plaza y sometan a su propio escrutinio con nuestros analistas sus argumentos. Les dejo con ello.