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Escribíamos hace dos semanas que Pedro Sánchez era un presidente en disfunciones. Justificábamos entonces que la única misión de un presidente en funciones es la de ser investido o la de esperar el relevo que expidan las Cortes.
A nuestro modo de ver, Sánchez no pretende lo primero y, por tanto, bloquea lo segundo. Parece que usa el momento simplemente para barrer del mapa a su rival político más directo: es decir, Pablo Iglesias. Y eso es un interés de partido, no de Estado.
A pesar de ello, sí dábamos por descontado que, mientras sea inquilino de la Moncloa, Sánchez prestaría un mínimo de atención a lo que suceda en el país, aunque esté atado de manos para tomar cualquier medida política, puede y debe gestionar las situaciones de crisis que se generen.
De modo que esta semana añadimos que Sánchez es un presidente en disfunciones también por su insensibilidad hacia los incendios de Canarias, la crisis de la carne mechada o todo lo relacionado con el Open arms. Por cierto, sobre este asunto la fiscalía italiana ha dado unas cuentas lecciones.
Pero volvamos a Sánchez: por ser insensible, lo ha sido incluso con los miembros de su escolta, que han acumulado horas extras a destajo en Doñana –sostiene la prensa local andaluza— mientras él estaba de vacaciones en el recinto y mientras también exige a las empresas un control al milisegundo sobre jornadas laborales.
Y cerramos el círculo, Sánchez sigue sin dar pasos para atar una investidura.
Permítame una maldad: el estado político disfuncional de Sánchez ha llegado a tal grado de significación que, incluso, ha puesto a Quim Torra y al PP de acuerdo en algo. Cataluña, Madrid y Galicia denunciarán al Gobierno central por incumplir las transferencias presupuestarias a favor de las autonomías. Entre las tres reclaman 2.900 millones.
Lo anterior es una maldad porque puede que Sánchez sí tenga razón en este caso. Las partidas que reclaman independentistas y populares estaban contempladas en los presupuestos que ni Torra ni Pere Aragonès quisieron aprobar por contentar a la parroquia indepe. El PP, evidentemente, ejerce ahora la oposición desde las instituciones que controla.
Lo anterior nos deja a las puertas de un fin de semana colapsado por la cumbre del G7. Esto también permite a Sánchez recuperar la agenda internacional. Que es lo que más le gusta. Recuerden que dio prioridad a la constitución de los organismos europeos antes que a su propia investidura. Pero admitámoslo también: la jugada de Josep Borrell le salió bien.
Con o sin las habilidades de Sánchez, seguramente sucederá lo segundo, los países más poderosos deberían llegar al lunes con una ligera idea de cómo atemperar los cuatro grandes incendios políticos globales.
A las tensas relaciones entre los Estados Unidos y China (con la derivada de Hong Kong incluida), y al brexit por las bravas de Boris Johnson, se unen, como sabe, Italia y Argentina.
Quienes ponemos en duda que estos saraos sirvan para algo, si admitimos que los líderes internacionales tienen este fin de semana otra una oportunidad para demostrarnos que sus cumbres planetarias sirven para algo. Cuatro crisis políticas y económicas, más la catástrofe ecológica de la Amazonía aguardan soluciones inmediatas.
En La plaza de esta semana abundamos en estos puntos de análisis de la actualidad con Cristina Triana, redactora jefa de Economía Digital, Mariano Calleja, periodista del ABC, y Alejandro Ramírez, director de Inversión.
Que la disfruten.