La peligrosa lógica del Sanchismo
Nunca nadie en democracia había llegado tan lejos como Pedro Sánchez en la okupación antimeritocrática de las instituciones públicas
La única fórmula ganadora para cualquier sociedad, y en cualquier época, es la suma de la libertad y la responsabilidad. Sin uno de estos dos elementos, la decadencia se abre paso inexorablemente. Así, la convivencia y la prosperidad sólo es posible si las instituciones públicas respetan y protegen las libertades individuales, y la sociedad tiene en alta estima la ética de la responsabilidad. Sin rendición de cuentas, la mala política se convierte en el peor enemigo de la libertad. A pesar de las promesas de los demagogos, sin virtudes cívicas, los derechos desaparecen. Si la sociedad calla, los medios se clausuran.
Algo de eso estamos sufriendo hoy en España. El poder ejecutivo supera límites y elimina controles. Nunca nadie en democracia había llegado tan lejos como Pedro Sánchez en la okupación antimeritocrática de las instituciones públicas. El desprestigio del CIS de Tezanos está a la altura de la propaganda de la procesista TVE. La situación judicial del fiscal general del Estado es tan vergonzosa como la designación del ministro Escrivá como gobernador del Banco de España. Por no hablar de la “amnistía” del Tribunal Constitucional a los artífices del caso de los ERE.
Asediado por los escándalos de los negocios turbios en su familia, su partido y su gobierno, el presidente ha dado una vuelta de tuerca a la ya muy asfixiada democracia española. Ahora pretende dictarle las sentencias a los jueces y los artículos a los periodistas. El pasado miércoles Sánchez vivió su enésimo momento de gloria infame: mientras la Universidad Complutense de Madrid pedía al juez que investigara a su mujer por apropiación indebida, él anunciaba el reparto de 100 millones de euros entre los medios de comunicación afines y una inconcreta Ley Begoña para castigar a los medios díscolos.
La lógica del sanchismo es la del populismo rancio de toda la vida
La pareja se sintió impunes y, ahora, se encuentra acorralada. Serán los jueces quienes dictaminen las responsabilidades penales, pero por lo ya sabido podemos concluir que el matrimonio entre Sánchez y Gómez, ambitio et avaritia, usaba el palacio de la Moncloa como un centro de negocios. No obstante, cabe denunciar que si la soberbia de ambos ha sido infinita es porque hay toda una organización, el PSOE, que les consideraba, en palabras del ministro Óscar Puente, “los putos amos”. El partido socialista se ha convertido en un partido tan sumiso al sanchismo como desleal a la democracia. Han llegado a la peligrosa conclusión que su parte del pueblo les va a permitir todo con tal de que no gobierne la derecha. He aquí un grave problema de cultura política.
La lógica del sanchismo es la del populismo rancio de toda la vida. Ese populismo que inventa enemigos para dividir la sociedad y justificar, de este modo, el socavamiento de los pilares de la libertad, a saber, el pluralismo de los medios de comunicación, la independencia de la justicia y la separación de poderes. Sánchez no inventa nada. Imita a los Kirchner como antes estos imitaron a otros caudillos. También los políticos independentistas catalanes entraron en esa lógica. Si sus seguidores aplauden las mentiras, no tienen incentivos para reconocer la verdad. Si sus seguidores no valoran el estado de Derecho, la democracia seguirá degradándose.
Y, por este camino, si la sociedad renuncia a la responsabilidad, acabará perdiendo también la libertad. En Los años irresponsables (editorial Península), Valentí Puig apuntó que “de la maltrecha amalgama de narcisismo y fatalidad se sale recuperando el sentido del deber y de la responsabilidad. No es cuestión de proponer un rearme moral, sino de reintroducir la opción de la virtud en la vida pública y en el catálogo de vínculos y elecciones individuales”. El voto tiene consecuencias y conviene saberlo. Puig cree que “somos una sociedad cada vez más vieja y menos adulta”. Y eso parece cuando apenas se penaliza la mentira o el abuso de poder, dos de las principales características del sanchismo.