La Moncloa, contaminada
"Detrás del entusiasmo impostado de la Moncloa subyace la humillación infligida a Pedro Sánchez ante la primera amenaza de rebelión parlamentaria de Junts"
La imagen xenófoba de Junts, que identifica en su discurso la inmigración con la delincuencia, ha estallado como un torpedo en la mesa de negociaciones entre el gobierno y los secesionistas catalanes en cuanto trascendió el alcance del acuerdo adoptado con Pedro Sánchez. El paralelismo de la política de los ultranacionalistas catalanes sobre inmigración con la de Vox le está entorpeciendo a la Moncloa su propaganda naïf sobre los diálogos “progresistas”.
El presidente, que logró acceder al gobierno gracias a la argamasa que fue fabricando durante la campaña electoral propagando el miedo a que llegase al poder la derecha y la ultraderecha, resulta que ahora tiene al partido secesionista catalán que representa el prófugo Puigdemont sentado virtualmente a su derecha. Y sosteniendo el mando a distancia de la Moncloa.
“El PSOE fue cediendo y cediendo…” decía Jordi Turull con toda naturalidad, mientras a Pedro Sánchez poco le importaba que estuviera traspasando una imagen lamentable de sometimiento ante quienes solo buscan despojar al Estado de las mayores cotas de poder para apropiárselas e ir avanzando en su proyecto de desconexión de España.
Mal está lo que mal empieza
El ómnibus, en forma de decreto ley, arrolló al propio gobierno en sede parlamentaria porque todas sus vergüenzas quedaron esparcidas por la cuneta. Detrás del entusiasmo impostado de la Moncloa subyace la humillación infligida a Pedro Sánchez ante la primera amenaza de rebelión parlamentaria de Junts.
El presidente necesita seguir sonriendo. Y no tuvo mejor ocurrencia que recurrir al refranero para transmitir una imagen irreal. “Bien está lo que bien acaba” ¿Qué es lo que acabó bien en la sesión parlamentaria del pasado día 10? ¿Solo el contador del recuento de votos es lo que le importa? ¿Que sus insaciables socios le permitan seguir en el alambre equivale a un buen final?
Salvó dos de sus decretos gracias a un rosario de concesiones a Junts que, un día después, sus ministros eran incapaces de explicar, limitándose a repetir que todo se enmarca dentro de la legalidad mientras todos caían en el fango de las contradicciones. Los socialistas intentando explicar que nadie va a penalizar a los empresarios que se fueron de Cataluña por culpa del ‘procés’, Junts sosteniendo el pulso a ERC a raíz del traspaso de la competencia de inmigración – que en principio corresponde en exclusiva al Estado – que les han acusado de ‘xenófobos’.
Los socialistas intentando explicar que nadie va a penalizar a los empresarios que se fueron de Cataluña por culpa del ‘procés’
Sin llegar todavía a una interpretación consensuada sobre el significado de la supresión del artículo 43 bis de la Ley de Enjuiciamientio Civil, ¿de verdad Puigdemont se cree que va a quedar blindada la aplicación de la amnistía? Los procedimientos prejudiciales siempre suspenden los procesos de la aplicación cuestionada. Con la amnistía y con cien casos más. Así lo determina la jurisprudencia europea. Y la propia Ley Orgánica del Tribunal Constitucional.
Pero así está el ambiente contaminado en la Moncloa.
Con Yolanda Díaz, por su parte, lamiéndose las heridas de su derrota parlamentaria por culpa de sus excompañeros de Podemos (la venganza de Pablo Iglesias contra la vicepresidenta de Sumar es más cruenta y discurre a un ritmo más trepidante que la que maneja Puigdemont contra el Estado español).
La venganza de Puigdemont
Pedro Sánchez logró convalidar sus dos decretos leyes por la diferencia de un voto. Esa es la realidad con la que tiene que bregar. Esta semana ha salido desgastado y humillado, después de que un implorante ministro Bolaños hubiera pedido el apoyo del prófugo de Waterloo, apelando a un “bien común” que figura en las antípodas de la escala de valores de los ultranacionalistas de Junts.
Es lo que tiene haberse puesto en almoneda la gobernabilidad de España a cambio de siete votos. Puigdemont se frota las manos. En estos seis años en los que ha vivido como un prófugo de lujo, ha tenido oportunidad para planear su venganza.
¿Así hasta cuando? Se pregunta García Page. El Estado se va vaciando ante la impasibilidad de los votantes de izquierda. ¿Los próximos presupuestos se aprobarán a cambio de un referéndum sobre la independencia? Da vergüenza reconocer que la gobernabilidad de España está en manos de un malversador (corrupto) y prófugo de la Justicia. Pero esta es la situación a donde nos ha abocado el presidente del gobierno.
Puigdemont, que repite incansablemente que él no es socio de Sánchez, le seguirá apretando ¿Hasta cuando? Seguramente hasta que la rebelión brote de dentro de las filas socialistas. Y surja un dirigente que recobre el sentido de Estado y recupere el diálogo constitucional con el principal partido de la oposición.