La larga espera
La volatilidad política se produce por la impaciencia e inseguridad que muestran aquellos partidos que aspiran a gobernar
El próximo once de septiembre se celebrará de nuevo con manifestaciones y reivindicaciones para proclamar la independencia de Cataluña pero, esta vez, no serán lideradas, organizadas o alentadas desde la Presidencia de la Generalitat.
El Gobierno español se verá en la obligación de propiciar los presupuestos generales del Estado y, al mismo tiempo, deberá respetar los acuerdos con ERC para establecer una financiación singular en Cataluña. El PP seguirá trazando la estrategia de mostrar a Pedro Sánchez como el principal factor desestabilizador de España. Vox seguirá acentuando su visión anti inmigración intentando emular la estética y plasticidad política de Giorgia Meloni y Marine Le Pen para erosionar a los partidos tradicionales que siguen gobernando.
La crisis abierta en el interior del independentismo, como consecuencia de sus insuficientes resultados electorales para poder gobernar o para poder constituir una mayoría independentista, plantea un escenario en Cataluña donde ERC espera saber quién la lidera y Junts busca la mejor forma para que no se desvanezca la influencia electoral de Carles Puigdemont.
Mientras unos esperan una crisis de gobierno en España que conduzca a nuevas elecciones para abrir un nuevo ciclo político, como es el caso del PP, y los partidos independentistas calculan hasta qué punto pueden presionar políticamente al PSOE y mostrarse decisivos y determinantes ante sus electores, el PSOE busca la mejor forma de encajar las distintas y contrarias fichas políticas que dispone para poder decir que España funciona.
En España, la política se ha convertido en una larga espera para todos aquellos que no están gobernando, como ha ocurrido siempre a los partidos con opciones de gobernar pero que llevan tiempo en la oposición; pero esta vez con la particularidad de que ahora la espera se agrava por la impaciencia que genera la extrema volatilidad política; una volatilidad política que antes era resultado de errores del gobierno y que ahora se produce por la impaciencia e inseguridad que muestran aquellos partidos que aspiran a gobernar.
Ello lleva a preguntarnos si no debería hacerse política a favor del tiempo y no contra él.