La izquierda reabre las trincheras del pasado
“Israel [...] es el opresor sionista que nunca podrá dormir tranquilo. Por eso la bandera palestina siempre estará en la trinchera de la izquierda. Y ahí ondeará, junto con la arco-iris, la feminista radical...”
La vicepresidenta en funciones, Yolanda Díaz, exige a Israel que cumpla la legalidad internacional. Y a Pedro Sánchez le pide lo contrario, que incumpla la nacional. Que se pase por el forro del abrigo la Constitución y apruebe una amnistía que permita a los independentistas catalanes, sediciosos y corruptos, irse de rositas.
La primera petición es la escapatoria más a mano que ha encontrado la líder de Sumar para no tener que pronunciarse y condenar las atrocidades cometidas por los terroristas de Hamás en la franja de Gaza. La segunda, la aprobación de una amnistía, es la fórmula más directa para seguir en el gobierno a pesar de las graves consecuencias que puede acarrear a nuestro sistema democrático. La legalidad en manos de la izquierda es, por lo tanto, una mera herramienta de oportunismo político que le sirve para adaptar su discurso a los intereses del momento.
Una mera herramienta de oportunismo político que le sirve para adaptar su discurso a los intereses del momento
La izquierda española se ha revelado en los últimos años incapaz de entender no solo los cambios sociales que se han producido en nuestro país, sino también a nivel internacional. En España sigue moviéndose con el viejo esquema de las dos trincheras: progresistas frente a reaccionarios, libertarios contra fachas, demócratas republicanos y carcas franquistas.
Un discurso que ha podido darle buenos resultados mientras iba acompañado de una supuesta superioridad moral y política. Pero decidió morder la manzana prohibida de su propio paraíso: el nacionalismo y, en el caso catalán, el nacionalismo independentista, corrupto, burgués y clasista, antagónico con el mítico internacionalismo proletario que la izquierda dice representar.
Solo quienes siguen creyendo que el fin justifica los medios aceptan al nacionalismo como uno más de los socios “progresistas”. Si para gobernar hay que hacerle un hueco en la trinchera ideológica, se hace. Si para superar en número a los fachas de enfrente hay que dar por bueno el independentismo nacionalista más rancio y antiespañol, se hace también. Y si para seguir en la Moncloa hay que pactar con quien hasta hace poco asesinaba, se pacta.
Con el único objetivo de no ceder poder, la izquierda se vacía de ideología y se aferra a mitos del pasado ya superados que chocan frontalmente con la sociedad libre y progresista que dice defender. Un ejemplo son las banderas palestinas ondeando junto a las LGTBI en Barcelona.
Quienes defienden a los asesinos que han raptado, violado y matado a mujeres para mostrarlas después al mundo como un trofeo de caza, difícilmente pueden compartir espacio público con banderas arco-iris. Insistir en el sufrimiento del pueblo palestino para justificar las atrocidades de un grupo terrorista es perseverar en el error de seguir cavando en la trinchera a la espera de réditos electorales.
La izquierda podemita, ahora Sumar, sigue atrapada en la nostalgia de aquellos años en los que sus mayores sintieron fascinación y entusiasmo por todos los movimientos guerrilleros que a nivel mundial luchaban en procesos de descolonización, principalmente en Asia, África y América Latina y a los que se sumaron grupos europeos que terminaron después en el terrorismo más sanguinario revestido de ideología marxista-leninista: ETA, IRA, Brigadas Rojas…
De una u otra manera, todos ellos mantuvieron contactos entre sí y recabaron apoyos de todo tipo. Han sido conocidos los nexos de etarras con el Frente de Liberación argelino, en Nicaragua, en Cuba o Colombia.
Y en ese contexto se ha enmarcado siempre el reconocimiento de la izquierda española más extrema para con la causa palestina. Nunca ha importado que los dirigentes de Hamás no respetaran la voluntad de su pueblo, que se ejerciera el islamismo más radical, marginando a las mujeres, persiguiendo a los homosexuales y aplicando leyes medievales.
Israel siempre ha sido peor. Es el opresor sionista que nunca podrá dormir tranquilo. Por eso la bandera palestina siempre estará en la trinchera de la izquierda. Y ahí ondeará, junto con la arco-iris, la feminista radical, la estelada que viene en cayuco con miles de inmigrantes, el chándal de Maduro, Putin con la hoz y el martillo, la foto del Che y todas las causas perdidas del mundo.
Porque gobernar es eso, perder, pero sumar más que la otra trinchera.