La importancia de apellidarse liberal
En su apoyo a Maduro y sus pactos con el separatismo, la izquierda española demuestra que entre sus ochos apellidos no está el liberal
En La lucha por una política decente (editorial Katz, 2024), el socialista Michael Walzer hace un llamamiento a sus congéneres ideológicos para recuperar esa sensibilidad liberal que están perdiendo entre tanta deriva radical e identitaria. El liberalismo, escribe, es el rechazo de toda crueldad y la aceptación del pluralismo.
En la línea de Carlo Rosselli, el filósofo neoyorquino defiende un socialismo democrático, no dogmático. En esta sisífica batalla frente al sectarismo de sus compañeros de viaje, también encontramos a pensadores contemporáneos como Mark Lilla y su magnífico El regreso liberal (editorial Debate, 2018). Se trata de una selecta minoría izquierdista bendecida por ciertas intuiciones berlinianas -las de sir Isaiah-.
Walzer critica a una izquierda que, olvidándose de la clase trabajadora, ha abierto las puertas a alternativas populistas de otro signo, pero, sobre todo, critica los ataques de su bando a los límites liberales que garantizan la supervivencia de la democracia, a saber, la Constitución y su protección de los derechos individuales y las libertades civiles, el poder judicial independiente o la prensa libre.
Denuncia el momento actual, un “periodo en el que los acusados de ser herejes ideológicos, o de carecer de fe política, o simplemente de no ser suficientemente radicales son expulsados de la versión actual de la izquierda woke”. Es un lamento que, en privado y voz baja, también he escuchado a algún socialista español.
Aquí se aplican con más saña las últimas tonterías ideológicas del otro lado del océano. En España, nuestros progres, tan poco progresistas, han hecho de lo woke un gran negocio, no sólo electoral, sino también económico, como demuestra el tinglado montado por la directora saliente del Instituto de la Mujer y sus 64 contratos con ayuntamientos controlados por el PSOE.
Su odio a la libertad individual y a la verdad nos recuerda a aquellos intelectuales occidentales que defendían el estalinismo y atacaban a valientes rebeldes que denunciaban la realidad del gulag. La revolución socialista nunca fue obrera. Simplemente fue la promoción violenta de las mentes cautivas, las favorables al esclavismo cognitivo. Al menos, aquí y ahora ya no usan máscaras. Están desenmascarados y actúan con descaro.
Sánchez, líder del nuevo procés
La izquierda española ha elegido a conciencia a sus peores camaradas, a los más antiliberales del mundo. Poca broma. La desfachatez con la que los referentes de la izquierda española están apoyando la continuidad de la narcodictadura de Nicolás Maduro debería alertar a todos los demócratas.
El indecente apoyo de José Luis Rodríguez Zapatero, padrino político de Pedro Sánchez, al Grupo de Puebla no está pagado con dinero. O sí. Los bailes caribeños de Juan Carlos Monedero están siendo sobre la tumba de los asesinados por el régimen chavista.
El PSOE ya es indistinguible de Bildu. O de la golpista Esquerra Republicana. Son lo mismo. Sánchez es el líder del nuevo procés. El pacto en Cataluña está hecho en un momento en el que se destapan las peores vergüenzas de los republicanos.
«La izquierda española ha elegido a conciencia a sus peores camaradas»
El partido de la estelada practica operaciones de falsa bandera. Valga la redundancia. Los carteles contra Ernest Maragall o el muñeco colgante de Oriol Junqueras demuestran, una vez más, la falsedad del victimismo separatista. Son mentirosos compulsivos. Tramposos sin escrúpulos. Compadres sanchistas.
El trato entre cúpulas está hecho desde hace tiempo. En Cataluña habrá gobierno si las bases de Esquerra tragan y superan sus complejos puigdemónicos. Marta Rovira lloraba no hace tanto y prometía luchar “hasta el final”. Tras volver de sus largas vacaciones en el país de los Alpes, esta semana descubrirá a sus bases que “el final” era hacer president a Salvador Illa.
«El pacto en Cataluña está hecho en un momento en el que se destapan las peores vergüenzas de los republicanos»
En su apoyo a Maduro y sus pactos con el separatismo, la izquierda española demuestra que entre sus ochos apellidos no está el liberal. Es simplemente un conglomerado de ambición y avaricia, de poder y dinero, de pedros y begoñas. Cuando el socialismo deja de ser liberal, deja también de ser democrático, porque no hay democracia que sobreviva sin los límites y los controles del liberalismo. Sánchez está en eso.
Lo demuestran sus políticas, sus mentiras y sus alianzas. Ojalá hoy la libertad venza a Maduro en Venezuela. Sería un primer paso para el cambio, también en España. Aunque mucho me temo que aquí otra izquierda, la liberal que desea Walzer, ya no será posible.