La hipocresía de la coalición machirula
El sábado se pasearán otra vez con enormes pancartas, pero estas no lograrán tapar las vergüenzas de quienes no creyeron a sus hermanas cuando el peligro venía de sus jefes
Hace cinco años las ministras de nuestras izquierdas celebraron el 8M con guantes y sin besos. Intuían el infierno que se nos venía encima: Italia padecía entonces lo que sería nuestro futuro más inmediato. Sin embargo, el Equipo de Opinión Sincronizada ya era, en esos tiempos, una máquina propagandística perfectamente engrasada. Bromeaban sobre el coronavirus en prime time y repetían irresponsablemente el mantra sologripista.
La política se disfrazó de ciencia. Y algún científico jugó a la política, asegurando que España no iba “a tener, como mucho, más allá de algún caso diagnosticado”, que había “indicios de que esta enfermedad sigue sin ser excesivamente transmisible” y que “la epidemia comienza a remitir”. Monitorizaban las críticas en las redes sociales, pero no las advertencias de la OMS. Para ellos, las malas noticias debían esperar a que acabara la fiesta de las ministras.
La lucha de narrativas nos apartaba de lo urgente y lo importante. La historia se repetía. En la Constantinopla del siglo VI, la peste bubónica hacía estragos mientras los “expertos” se perdían en debates, ejem, bizantinos, en incomprensibles disputas teológicas. Algo parecido ocurría aquí con la religión woke. La competición entre los socios de gobierno por surfear la última ola feminista nos ahogó en un mar de hipérboles y estridencias.
La entonces ministra de Igualdad, Irene Montero, aseguraba que “sola y borracha, quiero llegar a casa” era el último grito en feminismo. La vicepresidenta Carmen Calvo y la socialdemocracia tradicional no lo veían claro. Sin embargo, mantenerse en el poder bien les valía el sacrificio de los principios y de algo más: izquierdas contradictorias se aliaron para minimizar los peligros de la pandemia y garantizar el éxito de una manifestación progubernamental.
Hoy, cinco años después, podemos lamentar las muertes que pudieron haberse evitado. Decenas de miles de personas aún seguirían con vida si el confinamiento se hubiera producido una semana antes. Y también podemos lamentar que nuestras izquierdas sigan aferradas al feminismo del odio, el de la censura, el privilegio y el frentismo; y no al de la razón, el de la libertad, la igualdad y la fraternidad.
Esta semana tratarán de impartir lecciones de nuevo, pero no las admitiremos. Su falso feminismo se ha mostrado más machista que el machismo. Sus palabras no respaldan sus hechos. No predican con el ejemplo, porque el ejemplo del socialismo ha sido el de contratar mujeres por catálogo. Y el ejemplo del socialismo extremo ha sido aprobar una ley que liberaba a agresores sexuales y violadores.
«La competición entre los socios de gobierno por surfear la última ola feminista nos ahogó en un mar de hipérboles y estridencias»
Las actitudes de Pablo Iglesias, Juan Carlos Monedero e Iñigo Errejón se han parecido más a las de José Luís Ábalos, Koldo García y Tito Berni que a las de un varón deconstruido. El gobierno progresista era, en realidad, una coalición machirula. El heteropatriarcado eran sus organizaciones políticas.
El sábado se pasearán otra vez con enormes pancartas, pero estas no lograrán tapar las vergüenzas de quienes no creyeron a sus hermanas cuando el peligro venía de sus jefes. Ya es imposible limpiar tanta hipocresía, aunque escandaliza que no escandalice más. Los españoles le hemos pagado dos sueldos en empresas públicas, pisito de lujo y viajes a una tal Jéssica por sus “servicios” a la mano derecha del presidente del Gobierno. Y no pocos lo ven como una anécdota más.
La contrataron con una simple pregunta: “¿Sabes leer?”. Era pura retórica. Poco les importaba que supiera leer o escribir. “El caso va a escalar”, dice ahora Ábalos. Pero solo puede escalar un peldaño más, porque él era el número 2 del PSOE. ¿Qué sabía el número 1? Ese sería el eslogan más honesto del próximo 8M: ¡¿Qué sabía el número 1?! Y si quieren visibilizar y denunciar el machismo estructural vayan primero a preguntar a las cúpulas del PSOE, Podemos y Sumar.