La foto

Hay una imagen que resume toda la debacle occidental

Greta Thunberg tenía que opinar acerca de la guerra entre Hamás e Israel y subió a sus redes sociales una fotografía que, a pesar de que posteriormente tuvo que retirarla, bien podría ser un retrato icónico de la confusión ética, de la soberbia, de la virtud y del nihilismo del momento que atravesamos.

En dicha foto, la joven star climática, posaba junto a otros tres jóvenes, sosteniendo un cartel que rezaba “Stand with Gaza” y pedía un inmediato alto el fuego. Poco después, se la vería con el ineludible pañuelo palestino aprovechando una arenga medioambiental para clamar entre cánticos su apoyo a los palestinos, ‘No climate justice without peace.’

No es de extrañar que Greta Thunberg quisiera manifestar, también, su opinión respecto a la guerra entre Israel y Hamás. Tampoco es de extrañar que tomara partido en contra del estado democrático que se alinea con muchos valores occidentales contra los que la joven gurú muestra su apasionado enfado. Lo interesante de la imagen es todo lo que subyace detrás.

Necesidad imperioso de opinar respecto a todo

Para empezar, esa necesidad imperiosa de opinar respecto a todo. ¿En qué momento la joven Greta, que supuestamente dedicó su tiempo y energías a entender el calentamiento global, se convirtió en una conocedora de Oriente Medio? ¿Quiénes son esos muchachos que la acompañan para que su toma de partido pueda ser de interés para alguien, más allá de para su entorno cercano? No sabemos, pero debemos entender que al verlos de apóstoles de la celebridad climática, su mensaje se convierte en palabra divina.

Por supuesto que la arrogancia de la juventud no es un fenómeno específico de la posmodernidad, pero si antaño exudaba músculo y ambición vital, hoy la mercancía que expone es una colección de victimismos pasivo-agresivos. Del Laurel de Hölderlin hemos pasado a la ofensa de Greta y sus agraviados.

En la foto de la joven Thunberg conviven caricaturalmente la lucha climática y la “liberación de palestina” como si respondieran a una misma causa

Y después está la famosa interseccionalidad. Idea surgida en los años 70 para articular las luchas antiracistas y feministas bajo un paraguas común, y que hoy se ha convertido en un término ambiguo, cajón de sastre de distintas causas identitarias unidas contra un enemigo común representado en el hombre blanco heterosexual. Si la interseccionalidad tuvo sentido en sus inicios, hoy es una competencia de victimizaciones atravesadas por múltiples corrientes que siembran el terreno de trampas contra la igualdad, enarbolando falsas banderas de justicia, e intentando romper los valores fundacionales de occidente desde dentro.

Así, en la foto de la joven Thunberg conviven caricaturalmente la lucha climática y la “liberación de palestina” como si respondieran a una misma causa, o a una misma discriminación del mundo.

La joven activista sueca Greta Thunberg

Y es que la caricatura y el eslogan son otro de los males que nos ocupan y que la foto pone de manifiesto. No hay complejidades en unos discursos de buenos y malos de pancarta. Causas a las que les bastan cuatro garabatos y una banderita en un cartel para que los seguidores hambrientos de principios purificadores sepan ubicarse.

Porque detrás del enfoque de amor aparente a la naturaleza, al ecosistema y a los derechos humanos se esconde una radicalidad que busca un corpus bajo el cual articularse. Unos ideales difusos de los que apropiarse para poder formar parte de una comunidad. El discurso es simple y apela a una juventud que busca confirmar su sentido a través de relativismos éticos y oponiéndose las certezas de sus mayores, sean estas la ciencia o el concepto mismo de verdad.

Pero tal vez lo más interesante sea que este discurso se desarrolla única y exclusivamente en los países liberales. Estos justicieros de la moral no conciben opresiones fuera de su marco narcisista y han logrado convertir su victimización en poder político y en producto de marketing y consumo. Empresas, universidades, medios y poderes políticos han abrazado ese mundo de segregaciones identitarias hasta el punto de haberse visto devorados desde dentro.

Auto odio

Lo que nos lleva a otro factor esencial de la foto: el auto odio, representado por la muchacha tras la pancarta “This Jew stands with Palestine”. La joven puede ser judía o no, poco importa, puesto que en esa trinchera todo es cuestión de fe. Pero en caso de serlo, no podemos dejar de preguntarnos qué disonancia cognitiva lleva a una judía a salir en apoyo de una causa justo en el mismo momento que esta está siendo representada por un grupo terrorista dedicado enteramente al asesinato y tortura de judíos. ¿En qué momento el coqueteo suicida se convirtió en argumento de autoridad?

Por último, cabe destacar que Greta tuvo que eliminar la foto porque en ella se coló un pequeño pulpo de peluche. Curiosamente, el pulpo es un animal cuya imagen ha sido utilizada desde fines del siglo XIX como propaganda antisemita, difundiendo el tropo del control y la manipulación del mundo por parte de los judíos. Al eliminarla, Greta explicó que desconocía esa interpretación y alegó que el peluche era una herramienta empleada por gente con autismo para ayudarse a expresar sus emociones.

Haya sido a sabiendas o no, da igual. El caso es que este sentimentalismo irracional que impregna toda la cultura contemporánea se resquebraja a la mínima y de adentro asoma la verdadera cara. Lejos de defender los derechos humanos, han construido una nueva religión totalitaria, alejada del universalismo, que se enfanga en las arenas movedizas identitarias, y que como todo totalitarismo, no pueden desligarse del antisemitismo que crece en su seno.