La esperanza catalana

La juventud catalana ha desconectado del separatismo, magnífica noticia, pero trabajemos para que ahora conecte con un proyecto de bien común

El presidente de la Generalitat de Cataluña ha venido a decir que nada será suficiente. Ya nos lo temíamos. Ni la impunidad ni la condonación de la deuda les apaciguará. El reencuentro sanchista era la enésima mentira del socialismo. Lo del muro entre españoles era, sin embargo, verdad.

Pere Aragonès, como Artur Mas en su día, afirma que una “financiación singular”, o “pacto fiscal”, sólo sería un paso más hacia el choque definitivo. Serviría, pues, para pagar la campaña del referéndum de independencia, o el de la república. Así, en este 2024 todos los españoles seguiremos sufragando, PSOE mediante, la división y la discordia.  

Cataluña está peor que en 2017 en casi todos los indicadores importantes. Las empresas siguen yéndose. Las inversiones no acaban de llegar. Y la enorme deuda y la mala educación auguran un futuro nada prometedor. Cuando el separatismo estaba de capa caída, la posibilidad de aprovecharse de la ambición sin límites de Sánchez lo reanimó.

Si el presidente del gobierno español cumple con el separatismo, los derechos de media Cataluña serán conculcados sin compasión. Y si incumple, los nacionalistas justificarán con su frustración el recrudecimiento del conflicto. Así pues, el pacto de Waterloo, entre el PSOE y Junts, ha sido toda una derrota de la democracia, pase lo que pase a partir de ahora.  

Cuantos más recursos públicos gasta la Generalitat peores son los resultados, porque en su prioridad no está en el bienestar de la población

Ante este panorama queda poco espacio para el optimismo. No obstante, los navideños deberían ser días para transmitir esperanza. Y lo cierto es que la hay. La podemos encontrar en los jóvenes catalanes. Sé que esto es contraintuitivo. Que no pocos asocian juventud a radicalismo y utopía estelada. Pero no es así. Nunca fue así en Cataluña.

Las escuelas de la Generalitat han fracasado en la transmisión de conocimientos, pero también en su voluntad adoctrinadora. Un joven barcelonés con lazo amarillo es la aguja en el pajar, es un Wally imposible de encontrar. La última encuesta del CEO (el CIS catalán) acredita que los mileniales y la generación Z prefieren el modelo autonómico al secesionismo.  

GRAFCAT7773. BARCELONA, 22/12/2023.- El presidente de la Generalitat, Pere Aragonès, durante el acto de la firma de un acuerdo con los agentes sociales por el que se incluirá en los presupuestos para 2024 un conjunto de medidas económicas y sociales que suman más de 1.500 millones, entre ellas, la subida del 4 % del Indicador de Renta de Suficiencia de Cataluña (IRSC), una partida para el pacto por la industria de 638 millones o 595 millones para políticas de empleo. EFE/Marta Pérez
El presidente de la Generalitat, Pere Aragonès. EFE/Marta Pérez

Y es normal que así sea. Los jóvenes desconectaron del procés antes que Javier Cercas del PSOE. Lo hicieron por rebeldía, por no resignarse al statu quo, es decir, al modus vivendi de toda una elite acomodada en un discurso falaz. Se desconectaron del separatismo porque en el siglo XXI es más fácil conectarse a la verdad.

Las mentiras tienen las patas más cortas fuera de TV3. Y los jóvenes ya no sólo sintonizan otros canales, sino que consumen otro tipo de medios. Aspiran a una libertad real y no a esa pantomima full que llaman libertad colectiva. Incluso tiene algo de estético esta desconexión; y es que el folklore amarillo es feo a rabiar. 

En este 2024 todos los españoles seguiremos sufragando, PSOE mediante, la división y la discordia

Además, cada día es más evidente que el problema en Cataluña no es ya la amenaza de una secesión, el gran problema es estar gobernados por el monismo nacionalista. Todo se decide bajo un único y empobrecedor criterio. Así, cuantos más recursos públicos gasta la Generalitat peores son los resultados, porque su prioridad no está en el bienestar de la población o en una economía abierta y dinámica, sino en seguir tejiendo una espesa red clientelar que tiene atrapada a media sociedad.  

El nacionalismo es un espantatalentos. Chamusca las expectativas de los jóvenes catalanes. O éstos se rebelan definitivamente contra esta ideología de división y empequeñecimiento o su futuro se oscurecerá enormemente ya que no todos podrán ser funcionarios de la Generalitat.

Sin embargo, la alternativa no debería ser el socialismo, muleta imprescindible del nacionalismo. Sería más de lo mismo. Ambas ideologías aniquilan la responsabilidad y, por lo tanto, la libertad y la prosperidad. Ambas fallan en lo ético y en lo utilitario. La juventud catalana ha desconectado del separatismo, magnífica noticia, pero trabajemos para que ahora conecte con un proyecto de bien común.