La doble interpretación del informe de la Comisión de Venecia
Las recomendaciones de la Comisión resaltan la necesidad de debatir una ley de amnistía dentro del marco constitucional y considerar la reconciliación nacional en un Congreso dividido, mientras se plantea la inclusión de todas las víctimas en el proceso
Parto de una base discutible: la verdad no existe. Mejor dicho, existe una verdad única, pero sus interpretaciones son variadas. Mejor aceptar esta premisa que no deambular con verdades cerradas y no discutibles. Es cierto que existen imágenes que no aceptan discusión. Son lo que son. Pero las ideas pueden transitar con enfoques delimitados y acabar fuera de su propia verdad.
Solo así se entienden las diversas y contradictorias conclusiones que han provocado los argumentos esgrimidos por la Comisión de Venecia con relación a la ley de amnistía.
Lo primero que llamó la atención fue la filtración del borrador del informe. Siempre que algún documento comprometido se filtra es porque existe interés por parte de los filtradores. Pero eso debe dar igual. Lo interesante es su contenido. Si es cierto que al llegar el documento antes a unos que a otros facilitó que la idea fuerza primera estuviera dirigida a explicar que la Comisión daba la razón al movimiento independentista y a la amnistía. Una lectura más sosegada introducía dudas. Dudas muy importantes.
La filtración del borrador da igual, lo interesante es su contenido
Nadie niega que la Comisión diga que una ley de amnistía es posible. Lo que Venecia pone en duda son las características concretas que atañen a España. El primer motivo es la urgencia. Los miembros de la recurrente comisión afirman que ese tipo de leyes son posibles si se hacen a través de los debates que surgen en el redactado de un proyecto de Ley y no de una proposición que es lo que trabajan en el Congreso de los Diputados. Los dos términos comienzan por “p” pero son completamente diferentes en la rutina parlamentaria. Proyecto y proposición.
Venecia hace una recomendación. Para tirar adelante una ley de amnistía es aconsejable reformar la Constitución. ¡Dónde vas a ir a parar!, deben decir los ponentes de tal ley en España. Nada, nada, ni Constitución, ni Código Penal español, por supuesto. Así que tres partidos españoles, que las formaciones independentistas también lo son, aunque lo duden, se van a Europa por la vía directa, en el caso de que puedas aparecer problemas. Este detalle se entiende con relación al mundo independentista. En cuanto al PSOE, es más difícil de aceptar.
Hay más. La Comisión de Venecia ve con buenos ojos una ley de amnistía para encontrar una reconciliación nacional. ¿Y dónde está esa reconciliación en un Congreso dividido exactamente por la mitad?
Hasta en Cataluña, donde existen sectores que están dispuestos a aceptar tragarse esa ley como si de un sapo se tratara por las ganas de superar la sinrazón de estos años, dudan que reconcilie algo, tan dispuesto como ha estado siempre el independentismo más radical a seguir por una línea unidireccional.
¿Y dónde está esa reconciliación en un Congreso dividido exactamente por la mitad?
Como detalle final, pero de gran importancia, la Comisión reclama que este tipo de leyes sean inclusivas. Ello significa considerar a las víctimas. Pero dónde están en este caso las víctimas. ¿Aquellos que sufrieron a causa del estado de tensión que el ‘procés’ condujo a los que no eran independentistas? Curiosa figura. No creo ni que Carles Puigdemont haya reparado jamás en todos ellos. No existen. De tal modo que la amnistía se produce sobre los que no creen que generaron víctimas. Ellos lo son a causa del estado opresor. Un mundo bien al revés.
Nada de todo esto tiene lógica y para encontrarla es necesario poner mucha imaginación. Simplemente hay que ponerse una gafas que interpreten los intereses creados: Pedro Sánchez seguir gobernando y el independentismo volver a intentarlo. Aunque cada vez sean menos.