La complejidad económica de las provincias españolas
“La complejidad económica se concentra en el País Vasco (Guipúzcoa, Álava, y Vizcaya) y también en Asturias, Navarra, Barcelona, Burgos, y Madrid. Son las provincias especializadas en productos más sofisticados”
La capacidad productiva de los países y regiones es diversa. Mientras algunos solo pueden producir una canasta reducida de productos y servicios mediante tecnologías relativamente simples; otros son capaces de fabricar una extensa gama de productos utilizando conocimientos sofisticados.
Es lo que autores como Ricardo Hausmann (economista venezolano de la Universidad de Harvard) o César Hidalgo (físico chileno de la Universidad de Toulouse) han definido como complejidad económica, es decir, la red de interacciones en una economía y el conocimiento productivo que esta es capaz de movilizar. A mayor complejidad, es decir, a mayor transmisión y empleo del conocimiento entre agentes económicos, mayor será el grado de desarrollo. La forma de medir la cantidad de conocimiento de la economía es observar los productos y servicios exportados y la cantidad de conocimiento y valor añadido que hay detrás de ellos. De esta manera, El Centro para el Desarrollo Internacional (CDI) de la Universidad de Harvard y el Media Lab del Instituto Tecnológico de Massachusetts desarrollaron hace unos años El atlas de la complejidad económica, usando herramientas.
A mayor transmisión y empleo del conocimiento entre agentes económicos, mayor será el grado de desarrollo
Aplicando modelos matemáticos a la información del comercio internacional, este índice determina la cantidad de conocimiento productivo acumulado por una economía y pronostica su velocidad de crecimiento, en función de dos variables: la diversidad (la variedad de productos que un país es capaz de producir y exportar) y la ubicuidad (el número de países que son capaces de producir un bien o servicio determinado).
La idea que sustenta el análisis de la complejidad económica es la importancia del conocimiento tácito, intangible o disperso, que se difunde siguiendo unas leyes concretas, como la ley de la experiencia – cuanto más producen las empresas, más aprenden y producen cada vez a menor coste – o la ley de la difusión del conocimiento – el conocimiento se difunde entre actividades geográficas cercanas.
El desarrollo económico es el resultado de un proceso de aprendizaje social que permite expandir las capacidades productivas hacia la fabricación de bienes cada vez más diversos y menos ubicuos. Los países que más crecen son aquellos que consiguen integrar redes cada vez más sofisticadas para transmitir y aprovechar el conocimiento productivo, y que disponen de los recursos necesarios para ascender a etapas de mayor complejidad productiva.
El Índice de Complejidad Económica no solo es capaz de predecir parte del desempeño económico a medio y largo plazo
El Índice de Complejidad Económica no solo es capaz de predecir parte del desempeño económico a medio y largo plazo – al mismo nivel de ingresos, por ejemplo, mayor complejidad económica se correlaciona con mayor crecimiento. También ha demostrado su capacidad de explicar variaciones en ingresos, desigualdad, y emisiones, entre otras variables relevantes.
En España, hace unos días, la Fundación Cotec, presentaba el primer Mapa de la Complejidad Económica, una herramienta interactiva disponible en abierto en cotec.es La herramienta analiza 1.043 bienes y servicios exportados por 134 países para conocer cómo de diversos y ubicuos son estos productos. España ocupa la posición 35 del ranking que encabezan Japón, Suiza, Taiwán, Corea del Sur y Alemania.
Si bien España aumentó sus exportaciones de bienes entre 2010 y 2022 un 139%, ha caído del puesto 28 al 35 en el ranking global de complejidad económica. La caída se explica por el aumento de países que entraron en sectores productivos en los que España está especializada, como el automóvil. Es el caso de Eslovaquia, Taiwán o China, que se han convertido en grandes exportadores de automóviles.
La complejidad económica se concentra en el País Vasco (Guipúzcoa, Álava, y Vizcaya) y también en Asturias, Navarra, Barcelona, Burgos, y Madrid. Son las provincias especializadas en productos más sofisticados. Esta diversificación o especialización productiva no es aleatoria. Está limitada por el patrón de relaciones entre las actividades, o espacio de productos. Los autores han trazado una red que mide que tan común es que una economía se especialice en un par de productos.
La afinidad de Guipúzcoa, especializada en transporte y metales, se concentra en sectores intensivos en ingeniería mecánica con alta complejidad. Es un patrón de especialización similar al de Japón, pero con menos química y menos electrónica.
En Barcelona, los productos más afines y de mayor complejidad son vacunas y otros productos sanitarios, papel compuesto, masilla de glaziers y hojas de zinc. En el caso de Madrid son los relojes de metal base, productos dentales, vinagre, glucósidos y tintes vegetales o animales.
Un caso interesante es el de Almería. Si bien la provincia está hoy orientada mayoritariamente a la exportación de productos agrícolas de baja complejidad, existen oportunidades en el campo de la biotecnología verde, nuevas técnicas de cultivo y control de plagas. La provincia también cuenta con la empresa Cosentino, líder en el campo de las nuevas superficies cerámicas como el Dekton, que se exporta mucho a EEUU.
Además de las exportaciones de productos, sería interesante incluir en el análisis otras variables, de las que desafortunadamente disponemos aún de pocos datos comparados disponibles, como el de las exportaciones de servicios o los de empleo, así como de patentes, diseños, software (como videojuegos) o publicaciones científicas.
Un malentendido habitual es pensar que la ruta al desarrollo productivo pasa por agregar valor a las materias primas: «¡No hay que exportar litio, sino baterías!» Esto no es necesariamente cierto. De hecho, la evidencia muestra que algunos de los encadenamientos más exitosos van hacia atrás en la cadena de valor, no hacia adelante. Es decir, el camino no es ir necesariamente de la fruta a la mermelada, sino hacia la creación de programas de inteligencia artificial o de robots de cosecha agrícola. Son saltos de complejidad.
Es interesante que la noción de complejidad económica, que emerge del uso de una matemática no tradicional en la economía, se abra paso en el debate público. Su poder explicativo puede resultar mayor que el de otros conceptos como el saldo comercial o la diversificación productiva. Empresarios y dirigentes públicos, tomen nota.