La civilización cancelada

La izquierda actual es uno de esos caballos de Troya. Considera que la riqueza equivale a culpabilidad y, a partir de aquí, se derivan otras malas ideas

Federico Rampini se autodefine como un “viejo marxista-gramsciano”. Sin embargo, como buen genovés, ha viajado alrededor del mundo, ha conocido y ha reflexionado, y toda esta experiencia le ha servido para impugnar no pocos prejuicios ideológicos.

Corresponsal extranjero de La Reppublica, columnista del Corriere della Sera, profesor en Berkeley y en la Universidad de Shanghái, se especializó en China y los Estados Unidos, y ahora diagnostica el mal de Occidente con erudita precisión.

La joven y prometedora editorial Ladera Norte, acaba de publicar su último e interesantísimo ensayo, El suicidio occidental. El error de revisar nuestra historia y cancelar nuestros valores.  

Foto: Lorena Sopêna / Europa Press

La cuestión de la decadencia occidental es más antigua que la monumental obra de Oswald Spengler, pero, a diferencia del historiador alemán y muchos otros, Rampini no apunta a un determinismo histórico, sino a una férrea voluntad de autodestrucción.

En las páginas de este libro, se deconstruyen argumentativamente la corrección política, el antirracismo y el feminismo radicales y el ecologismo como religión neopagana. Se señala también a los excesos burocráticos y a la (mala) calidad de la clase dirigente. Y es que, según nuestro autor, las elites de Occidente están reescribiendo nuestra historia para exaltar todo lo negativo y esconder lo positivo.  

En un movimiento pendular, se pasa de la tergiversación apologética a una penitencia totalizadora, como si los occidentales fuéramos la única y exclusiva fuente de todos los males del pasado, presente y futuro. Es algo inaudito. La complejidad es sacrificada en el altar del progresismo. No hay matices. No hay respeto a los valores que nos llevaron hasta aquí.

Así, la autoflagelación occidental es oxígeno ideológico para autócratas como Vladimir Putin o Xi Jinping. Los dictadores orientales no sólo se regodean al ver tanta tontería dirigiendo algunas democracias, también alimentan nuestro autoboicot con noticias falsas y financiando extremismos y separatismos.   

«Las elites de Occidente están reescribiendo nuestra historia para exaltar todo lo negativo y esconder lo positivo»

La izquierda actual es uno de esos caballos de Troya. Considera que la riqueza equivale a culpabilidad y, a partir de aquí, se derivan otras malas ideas como la defensa de la apertura total de fronteras o la complacencia ante el incremento de la delincuencia.

Insensata es también su apuesta por el decrecimiento como si se pudiera luchar contra el cambio climático arruinando a las empresas. No, es al revés. Sólo con más innovación, con mejores tecnologías, acabaremos con la contaminación. Nada más tóxico que el comunismo y otras economías arcaicas.  

El caso asiático

La visión de Rampini alcanza a todo el planeta y sirve para desmontar los tópicos más paternalistas como aquel que dice que las antiguas colonias de Occidente están condenadas a la pobreza. No es así. Y sólo hay que entender qué ha ocurrido en Asia durante el último siglo.

Evitaron la tentación victimista -tan en boga en los campus universitarios norteamericanos- y abrazaron la lógica científica, el espíritu empresarial y la democracia liberal. Occidente les dio las herramientas intelectuales para superarnos. Y ahora Occidente se autodestruye renunciando a esas herramientas. La izquierda radical chic se muestra impermeable a la realidad bajo su chubasquero de prejuicios.

«La izquierda actual es uno de esos caballos de Troya. Considera que la riqueza equivale a culpabilidad»

Claro, el precio de sus políticas no lo pagan sus promotores, sino las capas más humildes de la sociedad. Es lo que Rob Henderson definió como “creencias lujosas”, a saber, “ideas y opiniones que son símbolos de estatus que les salen barato a los ricos, pero que cuestan caro a los sectores menos privilegiados de la sociedad”. Algo de eso hemos sufrido los catalanes. Son el procés y el colauismo. Ideologías para ricos con problemas de autoestima. 

El ensayo de Rampini desmonta toda esa ideología suicida que ya es hegemónica entre la élite estadounidense y bastante extendida entre el esnobismo autóctono. Es un complemento perfecto para otras reflexiones como las de Douglas Murray en La masa enfurecida (editorial Península) o las de Niall Ferguson en La gran degeneración (editorial Debate).

Estirar la decadencia

Son tres libros que nos apremian a recuperar el aprecio por la libertad de pensamiento y la verdad frente a la cultura de la cancelación, ya que ésta impone una sutil dictadura que destruye vidas -con las purgas en las universidades y la cultura y el acoso en las redes y fuera de ellas- y los mejores valores de nuestra civilización.  

Nada más retrógrado que los autoproclamados progresistas. Su apología de la ignorancia es toda una condena para las futuras generaciones. Con todo, Rampini llama a no rendirse sin antes intentar un renacimiento. Roma, nos dice, fue capaz de alargar dignamente su decadencia durante siglos.

También podemos nosotros, sus hijos, repetir semejante gesta. Evitemos, no obstante, respuestas simétricas. Evitemos la histeria de cierta derecha que, usando las formas de la izquierda liberticida, la retroalimenta. El identitarismo especular es más histeria que solución. 

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