Israel, Sefarad, España
La tibieza de los portavoces socialistas y el papel de España rechazando cortar el apoyo financiero de la UE a Gaza, o lo que es lo mismo, a Hamás que ejerce el control de la franja, además de abochornar, entristece
Una semana más tarde del ataque terrorista de Hamás contra Israel que ha tenido como resultado el asesinato de más de 1.000 personas y el secuestro de decenas de seres humanos España ha dilapidado, en pocas horas, su posición diplomática en Oriente Próximo ganada durante décadas.
La posición, favorable a los asesinos y secuestradores de Hamás, de parte del gobierno español y de los socios independentistas de Pedro Sánchez, no solo es un grave error en términos diplomáticos, es también imperdonable histórica y afectivamente hablando.
La tibieza de los portavoces socialistas y el papel de España rechazando cortar el apoyo financiero de la UE a Gaza, o lo que es lo mismo, a Hamás que ejerce el control de la franja, además de abochornar, entristece.
En 1991 España albergó una cumbre que fue la base de los acuerdos que años más tarde firmaron Rabin y Arafat en Washington con Clinton de testigo. Desde la recuperación de las relaciones diplomáticas entre Israel y España en 1986, nuestro país, por sus lazos históricos con el mundo árabe y con Israel, ha jugado un papel clave como mediador.
España cuenta con leyes que permiten la nacionalización de sefardís
Sánchez y sus socios han acabado con todo eso en menos de una semana. El comunicado conjunto firmado por EE.UU y las principales naciones europeas excluyendo al país que ostenta la presidencia de turno de la UE es el ejemplo más claro de la irrelevancia que hoy tiene España a nivel internacional.
La toma de posición de actores políticos clave en España favorable al terrorismo de Hamás, cristalizada en el apoyo de Sumar, Bildu o las juventudes de ERC, no solo es una falta de compasión hacia más de un millar de víctimas, incluida una española, es obviar la historia de España.
En hebreo España se denomina Sefarad. En 1492 los judíos españoles, los sefardís, fueron expulsados de la península por los Reyes Católicos y se desperdigaron por Marruecos, Grecia, Turquía, etc.
Los sefardís, o lo que es lo mismo, los españoles, son hoy un 40% de la población judía residente en Israel. Su idioma, el ladino, una modalidad de castellano antiguo, es hablado por miles de sefardís en Israel, en Grecia y en Turquía. La radio y televisión pública israelí protege al ladino como no lo hacen las instituciones españolas.
España cuenta con leyes que permiten la nacionalización de sefardís. Algunas de esas leyes indican que para demostrar la ascendencia española basta con mostrar las llaves de sus casas en Toledo, abandonadas en el siglo XV y que han ido pasando de padres a hijos durante más de 500 años.
Casi todos los españoles con apellidos relativos a un gentilicio o a una profesión encontrarían en su árbol genealógico un judío sefardí
Angel Sanz Briz, embajador español en Budapest durante la II Guerra Mundial, salvo a miles de judíos del exterminio, sacándolos de los trenes que los llevaban a una muerte segura en un campo de exterminio, alegando que eran españoles por su ascendencia sefardí. Sanz Briz, nuestro Oscar Schindler, es uno de los gentiles que cuenta con un lugar conmemorativo en el Paseo de los Justos, en el memorial del holocausto en Jerusalén.
Alrededor de 2,5 millones de judíos se autodenominan a sí mismos españoles o sefardís. Durante siglos su cultura y su historia ha sido la nuestra. Quizás no todo el mundo lo sabe, pero casi todos los españoles con apellidos relativos a un gentilicio o a una profesión encontrarían en su árbol genealógico un judío sefardí.
España tiene algo más que una responsabilidad con víctimas que lo son por el mero hecho de ser judías, tiene una responsabilidad histórica, moral, con un pueblo que simplemente se siente español, o sea, sefardí.