La intervención militar en Ucrania como inversión de futuro
Está en juego el equilibrio de poder, la seguridad internacional, la soberanía nacional, las libertades, los derechos, el futuro de la democracia, el presente y el mañana de la economía nacional e internacional
Cuando Occidente baja la guardia, la Rusia de Putin aumenta el desafío y la amenaza. Corolario: la guerra de Ucrania es también nuestra guerra. Y algo habrá que hacer. Dos preguntas que responder: ¿cuál podría ser el plan de Rusia? ¿Qué hacer?
Escalada en toda regla
Según parece, conviene señalar que Rusia no apuesta por una nueva Guerra Fría, sino por una escalada en toda regla –política, económica y militar- cuyo objeto sería el aumento de la tensión internacional en beneficio propio. Una tensión disruptiva –lean fomentar el conflicto- que rompa o interrumpa bruscamente el orden/equilibrio internacional tanto en el eje Norte/Sur como en el eje Este/Oeste.
De la teoría a la práctica
Se trataría, por así decirlo, de un primer gran ensayo que pondría a prueba la fuerza y compromiso de la OTAN, la unidad de los Estados que conforman la Unión Europa y las relaciones entre la Unión Europea, Gran Bretaña y los Estados Unidos.
Se trataría también de comprobar la existencia real -o no- de un eje Moscú/Pekín, los límites de la colaboración entre Rusia y ese agente ventajista que es China, el porvenir de las relaciones –políticas y económicas- entre la Unión Europea, Gran Bretaña y los Estados Unidos y una China que querría alterar –no necesariamente romper: está en juego Taiwán y el comercio con la Unión Europea, Gran Bretaña y los Estados Unidos sin olvidar África y América Latina- el orden internacional.
Finalmente, se trataría de compulsar el posicionamiento de potencias emergentes –Turquía, India, Irán, Arabia Saudí o Brasil a lo que habría que añadir Japón– que aspiran a incorporarse al tablero de ajedrez internacional así como la apuesta de una África y una América Latina que no acaban de definirse.
Lo que está en juego
Lo que está en juego en la guerra de Ucrania es el equilibrio de poder, la seguridad internacional, la soberanía nacional, las libertades, los derechos, el futuro de la democracia, el presente y el mañana de la economía nacional e internacional.
¿Hay que poner fin a la guerra de Ucrania?
La Unión Europea, Gran Bretaña, Estados Unidos y la OTAN, ¿están dispuestas a luchar hasta la derrota de Rusia? Merece la pena prestar atención a la siguiente reflexión de Michael Ignatieff: “si Ucrania gana, Rusia pierde, y si Rusia pierde, o teme estar a punto de perder, puede que Putin utilice sus armas nucleares. Y si lo hace, estaremos en un mundo aún más oscuro que este en el que vivimos ahora. Como no queremos entrar en eso, queremos que Ucrania sobreviva, pero no que se imponga. No es de extrañar que los ucranianos no quieran oírlo. El campo de batalla decidirá si se ven obligados a escuchar” (Michael Ignatieff: ¿Poner fin a la guerra?, 2023).
Rusia no apuesta por una nueva Guerra Fría, sino por una escalada en toda regla cuyo objeto sería el aumento de la tensión internacional en beneficio propio
¿Occidente debe intervenir en la guerra de Ucrania?
El Memorándum de Budapest invita/obliga a la intervención militar frente a la agresión/invasión de Ucrania por parte de Vladímir Putin. Y ello, precisamente, en defensa –sacando a colación la Conferencia de Helsinki- de la seguridad y cooperación en Europa. Probablemente, la intervención militar occidental en Ucrania –una guerra por delegación-, en defensa de la legalidad democrática y el orden internacional, es una inversión de futuro que está a nuestro alcance.
¿Por qué habría que intervenir?
Porque, está en juego el futuro de la legalidad democrática y la propia democracia con lo que ello conlleva, el presente y el futuro del orden internacional, la paz y la seguridad internacionales así como la soberanía nacional. Porque, la Unión Europea y Gran Bretaña no quieren hipotecar ni su libertad, ni su seguridad. Porque, Polonia –lo mismo vale para los Estados fronterizos con Rusia con Moldavia en la primera posición- no quiere ser otra Bielorrusia. Porque, los Estados Unidos y la OTAN saben que una solución provisional –un acuerdo circunstancial- acabaría conduciendo, antes o después, a otro conflicto con una Rusia que -no hay que olvidarlo- posee seis mil ojivas nucleares.
En suma: porque, el desbaratamiento del orden mundial vigente sería de consecuencias imprevisibles e incalculables con la certeza de que Rusia sacaría tajada en detrimento de Occidente. Una lección de la historia: de la Primera Guerra Mundial surgió la Segunda Guerra Mundial.
Tres preguntas sin respuesta
Al respecto de un acuerdo circunstancial y el dilema intervención versus no intervención, surgen tres preguntas sin respuesta: ¿qué ocurriría si Vladímir Putin y Volodímir Zelenski firmaran un armisticio a la coreana con el visto bueno de las democracias occidentales? ¿Qué pasaría si el próximo Presidente de los Estados Unidos –Donald Trump, por ejemplo- es del Partido Republicano? ¿Qué sucedería si, finalmente, Ucrania entrara a formar parte de la Unión Europea y la OTAN?
Tres preguntas más y un par de cosas
¿Quién dice que la libertad, la democracia y la seguridad son gratuitas? ¿Occidente ha de tolerar que Rusia –de aliado estratégico a enemigo potencial/real- diseñe el orden europeo e internacional de seguridad según sus ambiciones e intereses? ¿Qué hacer mientras llega el gran día en que la cultura de la paz y la no violencia se impongan en el mundo? Un par de cosas. En primer lugar, no repetir el error de 1938, esto es, el Acuerdo de Múnich firmado por el Reino Unido, Francia, Alemania e Italia: “esta es la paz de nuestro tiempo”, dijo el muy optimista Neville Chamberlain antes de que empezara la Según Guerra Mundial. En segundo lugar: Occidente ha de ganar, o no perder, la Guerra de Ucrania.
En definitiva, como ha dicho Florentino Portero, “la guerra de Ucrania es mucho más que la guerra de Ucrania” (La guerra en Ucrania, un año después, 2023).