La inmigración descontrolada radicaliza Europa
Los partidos de izquierda han preferido no vincular e incluso rechazar la idea de que pueda existir un proceso migratorio descontrolado que tenga como consecuencia la generación de situaciones negativas en las sociedades occidentales europeas
La inmigración irregular y descontrolada es el elefante en la habitación. Está sentado en el sofá del salón de esta Europa de nuestros desvelos y algunos no lo quieren ver. Nunca se ha querido ver, ni siquiera cuando los británicos decidieron marcharse de la UE hartos, entre otras cosas, de la imparable y rápida transformación de una sociedad que ya no la conoce ni la madre que la parió.
En todo el Reino Unido el número de extranjeros roza el 10%, pero en Londres, ciudad multiétnica por excelencia, la población de origen británico ha quedado reducida a un tercio del total. En algunos barrios los ingleses de origen no son ni el 15%. No fue la única razón del brexit.
La cuestión económica y la presión de los medios de comunicación antieuropeos jugaron un papel fundamental, pero no fue menos importante la utilización que del fenómeno migratorio hicieron algunos partidos ultranacionalistas o de extrema derecha, como prefieran denominarlos.
Incluso en el cinturón industrial del norte de Inglaterra, Manchester, Liverpool o Birmingham, donde el laborismo tiene su granero, se votó a favor del brexit por la amenaza que suponía lo que para ellos era la política de descontrol migratorio dictada por Bruselas.
El fenómeno migratorio, por su historia colonial, siempre se ha entendido entre los británicos como algo tan inevitable y necesario como la salida del sol por las mañanas. Sin el astro rey estaríamos muertos. Nada se podría desarrollar ni crecer sin su luz y su calor, pero eso no quiere decir que no debamos protegernos para evitar los problemas que genera una excesiva sobreexposición solar.
Hay pieles que necesitan protegerse con cremas de factor 50 para no correr riesgos de salud irreversibles, de la misma manera que hay sociedades que deben entender que la defensa de su sistema democrático pasa por evitar la implantación de culturas, religiones y costumbres que hacen de la imposición y el fanatismo su razón de ser.
Habitualmente los partidos de izquierda han preferido no vincular e incluso rechazar la idea de que pueda existir un proceso migratorio descontrolado que tenga como consecuencia la generación de situaciones negativas en las sociedades occidentales europeas.
Falta de políticas en la materia
Se dan incluso situaciones tan grotescas como la protagonizada hace unos días por el Gobierno de Navarra, que preside la socialista María Chivite, que envió una carta a un periódico de esa comunidad pidiéndole que ocultara el origen de los autores de agresiones a personas homosexuales. Y es que el periódico había publicado un suceso homófobo protagonizado por un hombre marroquí en situación irregular.
El aumento de la inseguridad en muchas ciudades europeas, estadísticamente demostrada, tiene un evidente vínculo con la falta de medidas de muchos gobiernos en materia de inmigración ilegal. De ahí que el castigo recibido por la izquierda en las últimas elecciones europeas se deba, en buena medida, a decisiones como la adoptada por la socialista Chivite, partidaria de ocultar la verdad porque cree que así se evita la supuesta criminalización de un colectivo y que acaben pagando justos por pecadores.
Como si a estas alturas de Internet la llamada de una presidenta de Comunidad autónoma a un periódico pudiera silenciar lo que es de dominio público. Con todo, tan malas como las políticas inútiles a la hora de frenar a quienes llegan de manera irregular son los gobiernos incapaces de ofrecer una vida digna a quienes vienen con todas las de la ley.
«Esconder la cabeza»
El mercado laboral español, por ejemplo, se nutre en su mayoría por mano de obra extranjera que acepta los empleos de baja cualificación que rechazan los nacionales. Trabajos en sectores de poco valor añadido, como la hostelería o el ocio, con bajos salarios, donde abunda la precariedad e incluso la pobreza.
De ahí que ni el crecimiento económico, los buenos datos de la macroeconomía, ni la creación de empleo estén consiguiendo sacar a la población (en buena medida la que ha inmigrado a nuestro país) de una difícil vida llena de privaciones. A las tensiones que genera el Islam en las sociedades democráticas occidentales no le podemos añadir la precariedad laboral y económica de quienes han venido al viejo continente con la legítima esperanza de buscar un futuro mejor.
Si nuestros gobiernos no son capaces de abordar este problema y prefieren, como la presidenta Chivite, esconder la cabeza debajo del ala, la reacción de los europeos será cada vez más radical. La situación exige medidas urgentes y no gobernantes que hacen como que no ven el elefante sentado en mitad del salón.
2 comentarios en “La inmigración descontrolada radicaliza Europa ”
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Muchas gracias por su comentario. Veo además que está prácticamente de acuerdo con todo lo que se dice en el artículo. Salvo en comparar las consecuencias de un fenómeno descontrolado con problemas para la salud. Dicen los químicos que «la dosis es el veneno». Es decir, que una sustancia administrada en su justa medida nos puede salvar la vida, pero ese mismo producto en una dosis superior puede causarnos la muerte. Pasa en todos los órdenes de la vida, hasta con el amor. Igual así se entiende mejor.
Hay algunas cosillas que chirrían en el artículo
1: “partidos ultranacionalistas o de extrema derecha, como prefieran denominarlos” No es lo mismo ni de lejos. No se pueden equiparar. Es posible ser ultranacionalista de izquierdas, o de centro. Ultraderecha es otra cosa, el nacionalismo exacerbado solo es una de sus características.
2: la etnia de un delincuente no es un dato relevante para dar cuenta de un crimen o delito. Del mismo modo que no lo es el que sean rubios o pelirrojos. Ese dato se facilita con el único fin de asociar delincuencia a inmigración.
3: lo de asociar la inmigración al cáncer ya es de traca. La comparación con el melanoma es ruin.
La inmigración se debe regular para evitar que surjan problemas de diversa índole. Pero no como se está planteando por la Unión Europea o EEUU. Lo de levantar muros o regar de millones a gobiernos “poco amigos de los derechos humanos” no solo no sirve para afrontar el tema, sino que provoca muertes, violencia, violaciones, enriquecimiento de mafias. Y es una vergüenza para cualquiera que se diga civilizado (debería avergonzarnos si tuviéramos vergüenza)
Si lo que se quiere es volver a tener esclavos díganlo abiertamente. Porque parece que la mano de obra de barata o para realizar tareas desagradables, como que no molesta tanto, ¿no?