La IA contra el colapso demográfico, la batalla del siglo 

Con una población envejecida, una natalidad decreciente para reemplazar esa población y una productividad en declive, dependemos del cambio tecnológico.

La demografía importa. El crecimiento económico siempre ha sido impulsado por dos vectores clave: el aumento de la población (que incrementa la oferta de mano de obra) y el aumento de la productividad per cápita. Si la población crece al 2% y la productividad al 1%, el Producto Interno Bruto (PIB) de un país aumenta aproximadamente un 3%.  

Durante la niñez y la vejez somos consumidores netos: necesitamos más de lo que somos capaces de producir con nuestro propio trabajo, por lo que dependemos de otros para que nos cuiden. La diferencia entre consumo y producción en la niñez y la vejez se compensa en parte a través del ahorro, pero también en gran medida por transferencias intergeneracionales de la población activa a la población inactiva.  

Varias personas pasean con un carrito de bebé. Foto: Ricardo Rubio / Europa Press

Durante siglos, nunca hemos tenido que pensar demasiado en esta problemática, pero ahora, nos encontramos ante un panorama muy distinto: ¿Qué pasa cuando nuestra población comienza a decrecer? En 2012, un informe de las Naciones Unidas encontró que el 48% del mundo vivía en países donde la tasa global de fecundidad (TGF o TFR) estaba por debajo del nivel de reemplazo de 2.1 nacimientos por mujer en edad fértil.

La fecundidad de Alemania es de sólo 1,35, mientras que la de Japón es de sólo 1,20 y la de España, de apenas 1,13. En la zona euro, la población en edad de trabajar se está reduciendo en más de un millón de personas al año. 

China se unió recientemente a la larga lista de países que tuvieron más muertes que nacimientos en 2023, destacando una tendencia de declive poblacional que podría trastocar la economía global. Incluso en ciertos países africanos y latinoamericanos, donde históricamente las tasas de natalidad han sido altas, el número de recién nacidos ha caído más cerca del nivel de reemplazo.  

Menos personas significa menos ideas. Con una demografía en declive, el stock de conocimiento y el PIB per cápita se estabilizan. A medida que la población global envejece, son necesarios aumentos per cápita en la productividad para mantener nuestra tasa de crecimiento económico actual.

Sin embargo, a finales de 2022, la productividad de EE. UU. cayó un 4.1% en términos anualizados, la caída más significativa desde que el gobierno comenzó a registrar la cifra en 1948. Con una población envejecida, una natalidad decreciente para reemplazar esa población y una productividad en declive, dependemos del cambio tecnológico.

El motor de la tecnología

Si aspiramos a vivir en un futuro con crecimiento económico que mantenga nuestras cotas de bienestar, tendremos que encontrar una manera de aprovechar la tecnología para aumentar la productividad. 

Desde los albores de la Revolución Industrial, la tecnología ha jugado un papel cambiante en la trayectoria de la productividad humana. Invenciones como el motor eléctrico en 1890 y la PC en 1981 llevaron a importantes booms de productividad en los primeros años de la década de 1920 y principios de los 2000, respectivamente.  

La Inteligencia Artificial (IA) podría ser el próximo motor eléctrico. Los avances en aprendizaje profundo de los últimos años pueden facilitar el desarrollo de nuevas ideas, incluso con menos individuos. Hace diez años, nadie hubiera aventurado que hoy tendríamos redes neuronales profundas que pueden predecir el plegamiento de proteínas, con consecuencias imprevisibles en el desarrollo de nuevos fármacos y vacunas.  

«A medida que la población global envejece, son necesarios aumentos per cápita en la productividad para mantener nuestra tasa de crecimiento económico actual»

Imaginemos un chatbot inteligente en una empresa que analice la información interna, estructurada (en bases de datos) o no estructurada (en texto), y de cruzarla con variables externas (datos, informes de mercado, patentes…) para tomar decisiones, desarrollar nuevos modelos de negocio, diseñar nuevos productos, etc. 

Además, es plausible que la IA no esté sujeta a los mismos rendimientos marginales decrecientes que las tecnologías de siglos pasados – el segundo tractor no aumenta la producción en la misma medida que el primero. Los datos que alimentan estos modelos de IA son bienes no rivales: emplear los datos en una línea de negocio de una empresa no limita sus usos en otra línea de negocio.

La automatización y la IA parecen ser la única alternativa para mejorar nuestra capacidad para producir ideas lo suficientemente rápido como para que el crecimiento de los niveles de vida continúe incluso con una población en declive.  

Hoy colisionan dos fuerzas opuestas en las predicciones acerca del crecimiento económico y la productividad: la demografía y la IA. Aún es muy temprano, pero esperemos que la IA pueda compensar las tendencias demográficas para que algunos de los peores escenarios proyectados no sucedan.